Remendando corazones rotos entre nuestros hijos
Muchas veces sufrimos porque vemos a nuestros hijos afligidos y batallando con problemas sentimentales. ¿Cómo ayudarles? Aquí te presento algunas ideas para ayudarles en ese momento.
Wendy Rojas
Hay una buena razón para enseñarles a nuestros hijos a ser cautelosos en cuestiones de sentimientos; a no enamorarse ciegamente de una persona antes de haber descubierto lo que desean para su propia vida; a primero trazar un buen plan para su trayectoria por este mundo. Es cierto, por lo general, en los años de la juventud, todos tendemos a vivir la vida sin preocupación por el futuro “lejano” (léase, cinco años a partir del presente). Pero también es cierto que, si por palabra y ejemplo, mostramos a nuestros hijos que siempre es bueno tener presente al futuro en nuestras decisiones, ellos podrán tener presente al futuro en sus decisiones emocionales. De otra manera, será fácil que nuestros hijos se enamoren de una persona simplemente porque les agrada su apariencia física o porque lo pasan bien cuando se ven.
Yo tuve un profesor a quien aún aprecio, que una vez me dijo espontáneamente, frente a todos los compañeros de clase: “¡Wendy, no te cases a los veinte años! ¡Descubre primero lo que te apasiona, lo que te llena; pero no te cases tan joven!”. En aquel entonces, yo tenía diez y siete años y pensaba que sí era posible que en los siguientes (y eternos) tres años que faltaban, habría descubierto suficiente como para poder casarme si así lo deseaba. Pensaba: “¿No es, acaso, el matrimonio una de las aspiraciones más nobles que albergamos en la juventud?”
Sin entrar en mucho detalle, diré que no le hice caso a mi profesor, y antes de que terminara el año, me comprometí a casarme con un joven cuatro años mayor que yo, mi primer novio. Fue un noviazgo muy bonito, muy color de rosa, donde no hubo más que alegría e ilusión. Salvo que un mes antes de la boda, me llevé la amarga sorpresa de que él retiraba su compromiso…
Fue un choque emocional de proporciones gigantescas y en un momento muy malo, debido a que la fecha de inscripciones para el siguiente ciclo escolar en la universidad había pasado. Ahora me las tendría que ingeniar para encontrar algo productivo que hacer, ya que mis planes de mudarme a su país jamás iban a materializarse. Pasaron tres meses en los que salir de la casa era una tortura. No fallaba toparme con alguien que, con buenas intenciones o por pura curiosidad, me preguntara cómo me sentía. Responder positivamente ante una pregunta tan cargada en ese entonces era una verdadera pesadilla.
Un buen día decidí poner en práctica los consejos que amorosamente me dieron mis padres y mis tíos, y me di cuenta de que la vida seguía adelante. Fue un curso emocional intensivo, del cual logré graduarme con mucha pena, pero siempre apoyada por mi familia. Ahora comparto contigo lo que aprendimos todos juntos en esos largos y cansados meses mientras procurábamos recoger las piezas de mi corazón, por si tienes que ayudar a algún hijo tuyo en condiciones semejantes:
Si alguien no quiere estar contigo, no hay que insistir
Es una verdad tan lapidaria como dolorosa, pero lo cierto es que no hay ninguna razón por la que alguien deba intentar permanecer en una relación donde la otra persona ha puesto un punto final. Más vale quedar como un buen recuerdo de algo positivo y no como la persona fastidiosa que, lejos de reconquistar el amor de la otra persona, termina por ser recordada como una peste terca. La familia debe involucrarse únicamente para apoyar a su ser querido que está sufriendo en ese momento. No debe buscar a la otra persona. No hay que preocuparse del qué dirán, ni en dar explicaciones detalladas a quien haga preguntas. Este es el momento de cimentar la unión familiar y emplear todas nuestras facultades hacia algo positivo: Ayudar a nuestro(a) hijo(a) a levantarse de ese golpe.
Perdona de inmediato, y totalmente
Individualmente y como familia, no debemos guardar malos sentimientos por nadie, nunca. La persona que se aleja, realmente nos hace un favor: nos libera de algo que, a la larga, no hubiera funcionado de todos modos. No debemos buscar venganza, ni inventar rumores, ni odiar a la futura pareja de quien casi llegó a integrar nuestra familia. Tampoco debemos dañar la propiedad y mucho menos la reputación de la persona. Donde existió el amor, debe existir la actitud de personas civilizadas. Cada miembro de la familia debe comportarse como una dama o un caballero. Este es un excelente momento para examinarnos a nosotros mismos y depurar de nuestro corazón cualquier mal sentimiento.
Ayuda a tu hijo a no estancarse
En estos casos, te romperá el corazón ver a tu hijo llorar todo lo que debe. El fin de una relación se siente como si fuera la muerte de un ser amado, y es natural pasar por el proceso de duelo. Debemos reconocer que al principio, estará adormecido al dolor; tal vez se niegue a aceptar la realidad y crea que la situación tiene solución. Poco a poco, con tu ayuda, llegará la realización de que esto realmente fue un final, y que la realidad ya cambió…Ahí le invadirá el dolor y la tristeza total ante lo que ya no tiene remedio. Las lágrimas son la manera más efectiva y sincera de sacar el exceso de dolor del corazón, poco a poco, hasta que él o ella sienta que ya lloró la última lágrima. Nadie le puede decir que apresure ese proceso. Sé paciente con tu hijo. Asegúrale que “esto también pasará”, su ex-pareja sigue adelante con su vida. Decirle eso a tu hijo no es cruel o insensible. La realidad es que no mandamos sobre la vida de nadie, más que la propia. Ayuda a tu hijo a seguir su propio camino. ¡Con ayuda, todo es posible!
Hay muchas otras cosas qué cubrir en este tema pero, mientras tanto, invita a tu hijo a levantar la cabeza. Hay cosas que ayudan, como el simple invitarle a caminar, tomando el aire fresco.