¿Sabes lo que las expectativas pueden hacerle a tu relación de pareja?
“Esperamos tanto que los demás sean como nosotros deseamos, que nos volvemos incapaces de aceptarlos como realmente son. Por tanto, no son las personas las que nos decepcionan, son las expectativas que tenemos de ellas las verdaderas causantes de todas nuestras desilusiones”. Alejandro Santafé
Erika Patricia Otero
Expectativas. Hace años dejé de tener expectativas en algunos asuntos de mi vida. La razón es que descubrí que tenerlas, me hacía sufrir por lo que no se cumplía.
Fue doloroso darme cuenta que era mi falla esperar que alguien hiciera algo y luego ver que no lo hacía. Decidí en ese entonces dejar de esperar cosas de las personas; especialmente de mis seres queridos. Opté entonces por aceptar lo que viniera de ellos y sentirme agradecida. Supe de esa manera que me libraba de un gran peso, y me frustraba menos con mis seres queridos.
Puede ser una visión poco esperanzadora para quienes me lean, pero fue mi opción para no pasar malos ratos. Ahora lo aplico a todos los campos de mi vida personal, especialmente en las relaciones sentimentales.
¿Por qué no es bueno tener expectativas en la pareja?
Partamos de algo básico, pero muy relevante en este asunto: todos los seres humanos somos muy diferentes. Estamos influidos desde el mismo nacimiento por diferentes tipos de crianza, valores y principios. Además, tenemos con nosotros nuestra propia forma de ser; muy distinta a la de nuestros padres. Todo este tipo de aspectos influyen en la vida de cada uno de nosotros.
Crecemos y aprendemos en la medida que la vida misma nos golpea con lecciones y enseñanzas. Entre las cosas que aprendemos está lo que podemos o no esperar de los demás.
Ahora bien, cuando tenemos la fortuna de hallar en nuestro camino a una persona que nos interesa; es natural que esperemos ciertas cosas de ellos. Sin embargo, que “esperemos” algo de alguien, no obliga a nadie a cumplir con lo que esperamos. Lo peor, es que muchas veces, no somos capaces de comunicar lo que esperamos; como resultado, nos decepcionamos, pero no es culpa de esa persona.
Para ilustrar la situación pondremos un ejemplo sencillo, pero factible:
Tienes a tu pareja y se quieren mucho. Llevan una buena cantidad de tiempo y deseas dar el gran paso. Todas tus amigas se han casado o están próximas a casarse y tú deseas que te ocurra lo mismo. Has enviado “indirectas muy directas” y tienes la sensación de que él ya captó el mensaje; ahora tú solo esperas la llegada del gran día.
Se acerca tu cumpleaños y sientes que ese es el momento en que él te propondrá matrimonio. Él te ha invitado a comer a un lugar elegante y tú no puedes más de los nervios. En la cena todo va como soñaste. Pasado un rato, él saca una bolsa de gran tamaño y te da un regalo. Empiezas a sentir la decepción subiendo por tu columna vertebral. Es un bolso precioso que un día le dijiste que te gustaba mucho, pero al ser costoso, no podías comprarlo y él cree que eso es lo que tú siempre habías querido.
Te enojas y aunque intentas disimular tu frustración, no funciona porque él se da cuenta. Él te pregunta qué te pasa, pero no dices nada y tu rostro se amarga cada vez más. Al final terminan peleando, pero sigues sin decir palabra. Una noche bonita, que pudo haber terminado genial, terminó en enojo de ambas partes porque esperabas algo que no sucedió.
Eso es lo que muchas veces pasa cuando tienes expectativas en la otra persona: te decepcionas.
Solemos decepcionarnos porque depositamos en el otro ciertas “esperanzas”. Deseamos que esa persona especial “sea de esta o esta otra manera”; eso nos hace incapaces de aceptarlos como tal y como son. El resultado es que nos decepcionamos, pero ellos no son culpables por defraudarnos, la responsabilidad la tienen las expectativas.
Expectativas “aterrizadas” en la realidad
Por lo regular, las expectativas que decepcionan y causan discordia en las relaciones sentimentales, son aquellas que no están basadas en posibilidades reales.
Tomando el ejemplo anterior, es absurdo esperar que tu pareja te pida matrimonio cuando apenas llevan saliendo tres meses. Muy distinto a llevar saliendo más de tres años y que la propuesta jamás llegue; esto ya podría estar hablando de estar en una relación con alguien que teme al compromiso.
La situación es diferente cuando ya hablamos de un matrimonio consolidado. Se supone que llevan una buena cantidad de tiempo conociéndose. Esto quizás disminuya el riesgo de decepción, ya que sabes qué puedes o no esperar de tu pareja; aun así, no te libera del todo.
En el caso de las parejas casadas, se espera que pasado un tiempo cumplan con algunas cosas pactadas antes del matrimonio. Lee bien: pactadas antes del matrimonio. Lo anterior supone que incluso si están casados, pueden haber situaciones y compromisos que hagan que ciertas expectativas puedan no cumplirse.
Ejemplos de estas cosas pueden ser tener hijos o adquirir una casa en determinado periodo de tiempo. Ahora bien, en el entremedio, pueden suceder diversas cosas que retrasen el cumplimiento de dichas metas, pero ambos deben siempre hablar con claridad al respecto.
Solo nos queda decir que al constituirse una pareja, las partes crean expectativas sobre cómo podría ser su vida futura. Es así cómo ambos deben establecer nuevas reglas de convivencia donde la comunicación, las actividades y la negociación influirán en la armonía marital. La pareja debe tener claro que la vida en pareja debe estar sometida a una constante negociación. Esta es la única manera en la que se puede establecer una relación matrimonial sana.