Salva la vida de tu hija: evita que use sólo mangas largas
Tu hija adolescente puede tener muchas formas de decirte: "Mamá, ¡te necesito!"¿Qué hacer cuando la forma en que lo hace, la obliga a usar sólo blusas con mangas largas?
Marta Martínez Aguirre
A pesar del fuerte calor de Montevideo, Geni lucía una hermosa blusa de manga larga, lo cual no era raro en sus circunstancias. Desde hacía tres meses le había confesado a sus padres que necesitaba ayuda o iba a suicidarse. Su deseo no era morir, sino aliviar el inmenso dolor que se alojaba en un rincón de su joven alma. Su madre, en cada consulta psicológica repetía con insistencia: “Marta, ¿crees que hay una salida para mi hija? ¿Por qué lo hace?”. Estas preguntas reflejan el gran dolor e impotencia que viven los padres al descubrir que uno de sus hijos se autoagrede. Cuando se lesiona el cuerpo, para serenar los gritos del alma, detrás de todo corte, hay una creencia errada de que el dolor físico calma el sangrado emocional.
No todos los adolescentes que se autolesionan desean llamar la atención o lo hacen para conseguir lo que desean. Para muchos, hacerlo es causa de vergüenza y sienten profundo temor por que se sepa. Ocultar las heridas con mangas largas, aún en los días de mayor calor, es el modo de decirse “no quiero que nadie sufra como yo lo estoy haciendo”.
¿Por qué mi hija se lastima?
Ésta es la pregunta que el angustiado padre de Geni se hacía. “No le falta nada, tiene buenas notas y es la chica ejemplar de la familia”, decía. Geni estaba pasando por un momento difícil de su vida, y no sabía cómo expresarlo con palabras: “La tristeza parece desaparecer con cada corte, pero luego veo que queda mi piel marcada y siento que al menos mi tristeza desaparece por un buen rato”.
No todos los jóvenes se autoagreden produciéndose cortes. Algunos ingieren medicamentos que consiguen de sus padres, se queman con cigarrillos o encendedores, se arrancan la piel, se golpean; incluso, he visto adolescentes consumir alcohol al punto de perder la consciencia.
Lastimarse a uno mismo: más común que el suicidio
El hábito de lastimarse es un comportamiento compulsivo que tiene como fin hacerse daño a sí mismo para aliviar el dolor emocional que no se logra poner en palabras. Muchos adolescentes encuentran grandes dificultades para procesar el dolor o las tensiones propias de su edad. Así, estos sentimientos se van acumulando en su interior al punto de estallar y se vuelven inmanejables. Por otra parte, los jóvenes más propensos a caer en este tipo de conductas son aquellos que tienden a encerrarse en sí mismas y no se animan a mostrarse vulnerables. No piden ayuda o se niegan a confesar que se sienten solos y desprotegidos.
Este problema afecta especialmente a las jovencitas y es raro en varones. Es también una conducta que aparece con mayor frecuencia que el suicidio. En general, se presenta en personas que han pasado por experiencias traumáticas en la infancia o una fuerte crisis de identidad en la adolescencia. Estas situaciones, además, se viven en un contexto de alta impulsividad, con grandes dosis de ansiedad y expresiones habituales de ira. Suelen ser jovencitas con baja tolerancia a la frustración, que no pueden controlar sus impulsos, con hogares poco funcionales y que tienden a tener una baja autoestima. Además, sus habilidades sociales son malas y necesitan constante aprobación del entorno. Enfrentan dificultades para identificar sus estados emocionales así como para expresarlos, principalmente el sentimiento de furia y de frustración.
La búsqueda de la identidad sexual puede ser una causa más de tensión que lleve a las jóvenes a autoagredirse. No poder responder a las expectativas familiares o religiosas también pueden estar en la lista de causas. De las autolesiones a los pactos suicidas entre adolescentes, hay una vinculación que es necesario considerar.
¿Hay una salida para mi hija?
Cuando una adolescente se autoagrede, hay que trabajar con el entorno familiar. También en “familias perfectas” este comportamiento compulsivo se hace presente. Las tensiones de la edad, las exigencias estudiantiles,los compromisos sociales, la presión de los pares, los conflictos económicos y familiares pueden ser motivos iniciales. Pero detrás de ellos, siempre hay algo más profundo: una adolescente que grita: “¡Ámenme tal como soy!”.
El tratamiento psicológico siempre es esencial. Muchos padres creen que sólo conversar del tema es suficiente. No es así: es imprescindible que un especialista descubra qué está pasando en la vida de la jovencita. Puede suceder que una depresión o un trastorno de ansiedad compliquen aún más el problema. En ese caso, es necesario que el terapeuta trabaje en coordinación con un psiquiatra de adolescentes, para darle medicación. Sea cual sea el tratamiento, como madre debes entender que para tu hija recuperarse de experiencias dolorosas o traumáticas puede implicar un proceso muy lento. En ese difícil camino, tú puedes ayudarle mucho:
Escúchale
Es muy importante para tu hija sentir que puede contar contigo, que estás ahí cerca, para sostenerle. Lo esencial es que ella se sienta escuchada y comprendida. Pregúntale con delicadeza qué es lo que le sucede, qué le causa dolor, cómo pueden mejorar la relación madre-hija.
No hagas un escándalo
Lo peor que puedes hacer es escandalizarte. Guarda tu dolor y acércate a ella, escúchala y trata de consolarla. A solas contigo misma, busca la forma de elaborar la noticia; si no puedes hacerlo, busca ayuda profesional para ti. Es difícil, pero actúa con calma y sé constructiva en tus palabras, aunque te sientas muy conmovida por ello.
Reconoce signos de tensión y malestar
Como madre, sabes bien qué cosas pueden producir tensión en tu hija. Cuando logres reconocer que algo o alguien puede afectarle, busca la forma de resolver el problema junto a ella. Por ejemplo, ¿se pone tensa cuando tiene que presentar exámenes?, ¿has notado que le angustia la separación de su padre? Una vez que se ubica la fuente de la tensión, es más fácil aprender a controlarla.
Sé un espejo de sus talentos
A menudo, los adolescentes que se autoagreden vienen de hogares donde se les exige mucho más de lo que pueden dar, y si fracasan, sólo reciben regaños y humillaciones. Sé una madre que le alienta y le devuelve cada día la imagen de que ella es talentosa, bella y muy amada, solo por ser quien es.
Las autagresiones abren heridas en la piel, sólo el amor las cicatriza. Sé parte de las madres que ayudan a sanar las heridas, físicas y emocionales, de sus jóvenes hijas.
El punto de vista del autor no necesariamente representa la opinión editorial