¿Seguir adelante o acabar con todo? Un dilema que mereces comprender
Las personas más fuertes y sabias en el amor necesitaron derrumbarse y construir de nuevo sus bases para aprender a amarse y amar mejor.
Erika Patricia Otero
Recuerdo con vívida claridad el día que me rompieron el corazón. Se sintió horrible; sí, como si me hubieran roto en millones de pedazos. Lo que dolió no fue el rompimiento como tal; fue darme cuenta de los cientos de oportunidades, de todo lo que perdoné y de lo que dejé pasar.
Era un cúmulo de emociones negativas: rabia, arrepentimiento, ira y deseos de venganza. No voy a negarlo, quería hacerle pagar todo lo que me había hecho sufrir; por fortuna, esos sentimientos duraron poco tiempo. No iban a haber terceras oportunidades; todo había llegado a su fin y tenía que dejarme eso bastante claro.
El dolor fue tan profundo que dejé de creer en el amor. Me dije a mí misma que no iban a romperme de nuevo el corazón. Conscientemente me hice la promesa de no volver a enamorarme y amar a nadie más en mi vida. Me equivoqué; yo merecía amar y que me amaran de nuevo.
La vida siguió adelante. Lo que a unos les toma meses, a mí me tomó años, pero seguí adelante con esfuerzo. Al principio fue difícil, pero al pasar de los días todo se hizo más llevadero. No voy a negarlo, de vez en cuando me sumergía en la tristeza. Me permitía esos momentos de debilidad porque sentía que me ayudaban a sanar y estaba en lo correcto. Un día simplemente dejé de recordarlo con rencor, ira o dolor.
Llegué a un punto donde pude desbloquearlo de las redes sociales. Me di cuenta -para mi propia felicidad- que él ya no era nadie en mi vida.
Sí, seguir adelante fue difícil, pero pude hacerlo porque decidí que debía empezar de cero.
Romper con todo para comenzar de nuevo
Desde mi escasa experiencia puedo decir que muchas veces necesitamos que todo lo que construimos en nuestra mente se derrumbe. Esa es la única manera de poner bases al amor más importante que debes tener en tu vida: el amor por ti mismo.
Muchas personas restan una gran importancia al amor propio, pero eso es un grave error. La razón es que si no te amas a ti mismo ¿Cómo puedes exigirle a alguien más que te ame y respete?
Cuando aprendes a amarte de la mejor manera posible, estarás empezando a rodearte de personas que te van a dar el trato que mereces; ni más ni menos. Además de esto, si decides darte de nuevo una oportunidad en el amor, no permitirás nunca más un traspaso de los límites que has establecido.
Sí, toda relación necesita limites sanos. Si crees que ponerle límites a una pareja es impedir el libre desarrollo de la relación, déjame decirte que estás equivocada. Los límites que estableces te ayudan a impedir que vuelvan a herirte.
Para eso sirven los rompimientos, para ponerle fin a lo antiguo y que no funcionó. Una vez llegado el fin del amor, necesitas establecer nuevos parámetros para relacionarte mejor contigo misma y los demás. Esto para que las nuevas relaciones sean más sanas y no dañes ni permitas que te dañen.
El amor no duele, duelen las personas que no saben amar
Un buen amor no duele. Se supone que el amor reconforta, acompaña y ayuda a crecer y ser felices.
Cuando hallas en tu camino a una persona que te ofrece la oportunidad de una relación, debes tener claro lo que buscas en una relación amorosa.
Si sabes qué estás dispuesta a dar, lo que quieres recibir y cuánto puedes tolerar; estarás preparada para lo que traiga esa nueva persona a tu vida. Con esto, en el momento en que falle tan solo un milímetro podrás decidir si sigues adelante o pones fin a todo antes que te hagan más daño.
El amor no tiene por qué ser perfecto
No se supone que el amor sea perfecto porque es un sentimiento humano. Tampoco podemos pedir al otro que sea perfecto cuando nosotros mismos no lo somos. Lo que sí podemos y estamos en total derecho a exigir es un buen trato.
En todas las relaciones hay malos entendidos, pero si sabes hasta dónde llegan tus límites, difícilmente permitirás que los trasciendan.
Necesitas comprender que todas las relaciones que terminan dejan un gran aprendizaje. Mi madre suele decir que “lo que no te mata te hace más fuerte“, y es cierto. Puede doler mucho al principio y sentir que mueres de dolor; sin embargo, cuando te das cuenta que “todo pasa por algo”, aprendes a darle un lugar en tu vida.
Yo puedo decir hoy que me siento agradecida con ese mal amor. La razón es que aprendí lecciones que de otra manera no hubiera aprendido nunca. Conocí mis límites, acepté mi sombra y mis errores; aprendí a amarme y a darme mi lugar.
Hoy sé qué tipo de hombre quiero en mi vida y a cuál no le permitiría jamás volver a acercarse. Todo esto lo aprendí cuando todo se vino abajo; creo que de otra manera jamás lo hubiera aprendido. Hoy entiendo que necesitaba ese conocimiento para amarme más y mejor.