Según los expertos, los perros pueden oler nuestras emociones
Y entonces, ese día, cuando tu mundo se derrumba, tu perro viene a tu lado. Él sabe que con su cariño perruno, puede ayudarte.
Erika Patricia Otero
Estaba llorando, era uno de esos días en que no me sentía nada bien. Yo simplemente estaba acostada en mi cama llorando; esperaba que hacerlo me liberara un poco de la carga emocional que tenía encima. Con mis ojos cerrados y tapada por completo con la sábana, sentí cómo varias patitas entraron corriendo a la habitación, saltaron a la cama y comenzaron a olisquear por doquier alrededor mío.
Con sus trompas trataban de levantar la sábana para meterse y estar a mi lado; así que la levanté un poco y varios hocicos se asomaron, sonreí y luego vinieron los lengüetazos. Para ser franca, no me gusta que mis perros me laman, pero los adoro. Sé que ellos quieren estar cerca mío; además, por la forma en la que me miran puedo darme cuenta que ellos saben cómo me siento en diferentes momentos del día.
Cuando me enojo por alguna travesura que hicieron, sé que saben que estoy enojada porque se alejan de mí, ni los veo. Si estoy angustiada por algo, se acercan para que les acaricie; es como si supieran que tocarlos me tranquiliza. De verdad que no sé qué sería de mi vida si no tuviera a unos compañeros más atentos y empáticos que mis perros.
Creo que esa es una de las mayores razones por las cuales las personas aman a los perros, es que jamás estás solo o incomprendido si tienes uno a tu lado.
La ciencia tras el misterio
Un estudio publicado en la revista Animal Cognition explica que mucho del comportamiento comprensivo de los perros hacia sus amigos humanos se debe a lo que perciben por su olfato.
El investigador
Hallaron que cuando el perro percibe miedo, su comportamiento es más inquieto y su corazón se acelera. Pasa todo lo contrario en situaciones como neutralidad o felicidad. En el primero, el perro no solo se estresa, busca la forma de tranquilizar a su compañero humano y se aleja de los extraños.
Lo interesante no es que sean capaces de oler el miedo o la felicidad, que esto era algo que ya se sabía que ellos hacían; lo que realmente llama la atención es que los perros son capaces de percibir (darse cuenta) de el estado de ánimo de sus amigos humanos.
Varias anécdotas al respecto
Los perros y el miedo
Cuando tenía 10 años un perro desconocido me atacó. No le tenía miedo a los perros porque en casa siempre tuvimos mascotas; pero este perro por alguna razón salió de la nada y me mordió. El ataque fue feroz, y gracias a que no era un perro muy grande solo alcanzó a morderme las piernas.
Desde entonces, si veo a un perro, por muy chico que sea, soy bastante cuidadosa. No hace mucho, cuando iba a hacer unos recados, salió un perro pequeño de una casa, fue verme y comenzar a ladrar; supongo que por el olor de mis mascotas, el can me ladraba. Yo estaba aterrorizada y me arrinconé casi sin moverme, fue solo hasta que la dueña del perro salió de su casa y lo llamó que el perro se alejó de mí y yo (sudando y temblando) seguí mi camino.
Entiendo que los perros perciben el miedo, pero es que es inevitable controlarse cuando se tuvo una experiencia como la que viví de niña.
El “olor” de la neutralidad
Pese a lo anterior, también he tenido experiencias agradables con perros de algunas amistades.
Solía ir a la casa de una compañera de la universidad, tenía un perro que por su presencia hacía que todo el mundo fuera cuidadoso de él; sin embargo, ella decía que era manso.
Con todo, yo apenas lo miraba y le saludaba cuando llegaba. Puedo decir que jamás me atacó; es más, se sentaba a lo lejos y solo nos miraba, yo podía caminar por toda la casa y no se daba por enterado, así con el tiempo le perdí el miedo. Aun así, ella me contó que a una amiga de ella la había mordido, por eso era mi temor; pero aunque no era efusivo con mi presencia tampoco fue agresivo.
Los perros y la felicidad
Hace unos años tuve unas amigas que eran dueñas de un Boxer gigantesco. Era llegar a su casa y el enorme can posaba sus patotas en mi pecho, al punto que debía recostarme en una pared para no caerme, y así dejar que el ritual de bienvenida (que eran una serie de ladridos y saltos colmados de entusiasmo) se calmara.
Si me levantaba para ir a la cocina o al cuarto de ellas, Toby (que era su nombre) iba tras de mí moviendo su recortada cola y haciendo gemidos. De verdad que ese perro era un show de mimos y cariños.
Leí hace un tiempo que los perros son capaces de reconocer quién siente o no aprecio por sus compañeros humanos. De eso no me cabe ninguna duda. Estos estudios no son más que la confirmación de lo que ya sabemos hace mucho de nuestros amigos caninos, y en definitiva, son lo mejor que puede pasarle a un ser humano.