Sentir el dolor es volver sagrada la existencia
Este es un artículo humilde sobre el valor del dolor en nuestras vidas, al que hay que verle el rostro y no esconderse de él, con el fin de vivir una vida en plenitud.
Marta Martínez Aguirre
“Donde hay dolor, hay un suelo sagrado” ( Oscar Wilde)
Al recorrer las calles de cualquier ciudad o pueblo nos damos cuenta de que el dolor nos une: un abuelo, recostado en un rincón sucio, acaricia a su único compañero de ruta, un perro flaco y andrajoso como él; dos cuadras más arriba una carita sucia revuelve la basura; a la mitad del camino, una pareja discute a plena luz del día y, a lo lejos, se escucha a una madre que llora porque su hijo otra vez se ha alcoholizado, en tanto seca sus lágrimas por vergüenza.
Donde quiera que estemos el dolor está presente y frente a él nos volvemos respetuosos, considerados y hermanos. Me adhiero a las palabras de Wilde, y siento que el dolor también nos vuelve reverentes ante lo sagrado. Es suelo sagrado porque es parte inherente al misterio de la vida.
Desde pequeños experimentamos el dolor y a partir del él nos refinamos, crecemos. Con el dolor debemos ser respetuosos, de lo contrario es una herejía a nuestras más insondables transformaciones. Sin embargo, asumimos una actitud profana ante él al querer evitarlo. La solución es aceptarlo, darle la mano y dejar que recorra nuestro interior y nos duela. Vivimos en una cultura que nos grita, “Pare de sufrir”; que nos inhabilita para el sufrimiento y que nos receta analgésicos de todo tipo para no sentirlo, desde la aspirina al televisor de plasma de 60 pulgadas. Sentir el dolor es hacer sagrada la existencia, sufrir es hacerla añicos.
Es necesario, por consiguiente, entender la diferencia entre dolor y sufrimiento:
El dolor emocional
es un sentimiento negativo que nace ante ciertas situaciones o dificultades, en general relacionadas con una pérdida o con un inconveniente que nos aflige de manera significativa. Su duración es relativamente corta, y es proporcional al suceso que la originó.
El sufrimiento
, por su parte, es una respuesta cognitivo-emocional que damos frente a un dolor físico, o ante una situación que se torna dolorosa. De modo que según la intensidad de la respuesta que demos el sufrimiento puede durar de forma interminable, aunque la situación que lo provocó ya se haya remediado. Por ejemplo, se puede sentir dolor por perder un examen, pero este se convierte en sufrimiento cuando te paralizas y no actúas, no estudias de nuevo con más ahínco y te sientes desesperanzado, entonces decides abandonarlo todo y dejar de estudiar.
Si deseas una vida en plenitud, parte del secreto yace en estos pasos:
1.
Aceptar el dolor
es el paso fundamental de todo progreso personal, pues crecer es transitar hacia donde estamos llamados a ser. La aceptación comienza por ti mismo: es saber quién eres, cuáles son tus limitaciones, tus capacidades. No es resignarse, sino, a partir de esa situación dolorosa, marchar hacia el futuro. Tu hijo es rebelde, bien, ¿con qué elementos cuentas cómo madre?, ¿y él?, ¿aún puedes ver su cariño, su necesidad de ti, su deseo de crecer, su inquietud? ¿Qué cualidades tienes que desarrollar para crecer?, ¿esperanza en qué puede cambiar?, ¿resolución para ponerle límites?, ¿ternura para escuchar sus quejas? Acepar el dolor es verte y ver a quienes te rodean tal como son, y avanzar para crecer.
2.
Autotrascendencia
Al dolor hay que trascenderlo: encontrarle un sentido, porque en el dolor estás dándote, entregándote a otro o a una causa por amor. Si te duele el camino que ha tomado tu hijo significa que junto a él puedes recorrerlo para su recuperación; se trata de un dolor con sentido cuando lo alientas a cambiar, cuando te quedas preparando su almuerzo pese a ser indiferente.
3.
La solución del rey
Un rey reunió un día a su consejo de sabios y les preguntó qué podía hacer para afrontar un grave problema que, en apariencia, no tenía solución. Uno de los sabios se acercó y, en una pizarra, le dibujó una línea vertical mientras le decía: “Majestad, le contestaré su pregunta si me dice qué hay que hacer para que esta línea sea más pequeña sin borrarla”. Tras meditar la respuesta, el monarca hizo dos cosas: primero, se colocó a mayor distancia de la línea, viéndola así más pequeña y, luego, trazó otra línea mucho más larga junto a la primera, pareciendo esta más pequeña. Entonces, el sabio dijo: “En efecto, majestad, ha encontrado las dos respuestas: un problema grave se puede hacer más pequeño si logramos ponernos a distancia de él y, en segundo lugar, al crecer como personas logramos que el problema se vea más pequeño”.
Autodistanciamiento
Una actitud sana es poner distancia. Es asumir una actitud distinta a las vacas, que se pasan mascando la comida: toma un respiro, lee un libro, da una caminata, haz oración, practica un deporte…
Crecimiento
Llega al elegir lo que es valioso y te comprometes con lo que le da sentido a tu vida; de este modo descubres que el dolor es una tarea, un monte que hay que ascender para crecer como persona. El dolor por la rebeldía de tu hijo, los gastos excesivos de la casa, la enfermedad de tu cuñada, son problemas todos que no dependen de ti, pero sí la manera de afrontarlos, la actitud ante lo que sucede.
4
Sentirlo útil
El dolor te invita a ser más auténtica, a sacar afuera tus capacidades, a vivir con los ojos en lo que es esencial y a huir de las superficies, ahondando en lo profundo; es útil al enfocarte en lo valioso. Tal vez ese problema que te duele te está llevando a mirar con respeto y ojos nuevos algo que antes te pasaba desapercibido, ¿quién, por ejemplo, no valora la vida luego de una enfermedad grave?
El dolor nos indica que estamos vivos, y si pretendemos ignorarlo entorpecemos las vías de crecimiento. Es necesario hermanarse con él y adoptar una postura trascendente, y en ese proceso descubriremos que desaparece y nos ha transformado.