Ser menos exigente con uno mismo es bueno para la salud, dice un estudio
No es bueno victimizarse, pero un poco de amor propio y autocompasión trae sus beneficios, según la ciencia. Te explicamos por qué.
Fernanda Gonzalez Casafús
Estás a punto de rendir un examen. Te sudan las manos, tienes palpitaciones y sientes que vas a explotar de los nervios. ¡Calma! El mundo no se termina. Está bien ser exigente y ponerse metas, pero también está bien que tengas autocompasión y no seas tan duro contigo mismo. Lo dicen los expertos.
De acuerdo a una investigación publicada en la revista científica Clinical Psychological Science, sentir autocompasión hace bien a la salud. No es lo mismo que sentir pena o lástima, sino que los expertos argumentan que lo que reduce el estrés es el hecho de dejar de ser tan autocríticos.
Cambios físicos
El autor principal del estudio, Hans Kirschner, reveló que este descubrimiento podría significar una mejora valiosa en el proceso de curación de algunos pacientes en tratamientos psicológicos. Sobre todo, para aquellas personas propensas a la depresión.
El estudio se llevó a cabo con 135 participantes, a quienes dividieron en varios grupos. A cada grupo se le dio instrucciones específicas de lo que tenían que hacer. Lo llamativo fue que aquel grupo al que se le había pedido ser más benévolos, dijeron sentir mayor autocompasión y más conexión con las personas de su entorno.
En cuanto a su respuesta corporal, estas personas se sintieron relajadas y sudaron muy poco. Mientras tanto, aquellas personas que estuvieron expuestas a autocríticas negativas, la sudoración fue excesiva, al tiempo que reportaron palpitaciones y ritmo cardíaco acelerado, sendas sensaciones en concordancia con el estrés.
Ay, ¡Pobre de mí!
No se trata de que te des palmaditas en el hombro ni sientas pena por ti. Se trata de tener un nivel de autocrítica moderado, que nos permita avanzar sin detenernos a lamentarnos y relamernos las heridas.
Lo que los expertos explican es que si una persona es demasiado exigente consigo misma ello hará que su nivel de estrés vaya en aumento a medida que las exigencias sean mayores. Mientras que, si somos más “buenos” con nosotros mismos y dejamos de criticarnos siempre por lo que nos sale mal, podremos relajarnos, sentirnos menos presionados, y así avanzar mejor.
Pero yo soy muy exigente, no puedo sentir autocompasión
Una cosa no quita la otra. Está muy bien ser exigente con uno mismo. De hecho, es una de las herramientas que nos llevará al éxito. Pero al mismo tiempo, sentir autocompasión -en el buen sentido- significa confiar en nuestras capacidades, dándonos la chance de errar y volver a intentarlo. Sin enojarnos, sin rumiar por lo bajo. Levantando la cabeza y volviéndolo a intentar.
Esta autocompasión de la cual te hablo se llama amor propio, y no victimización
Es la autocompasión de la cual hablan los expertos en el estudio. Es esa capacidad de saber amarnos a pesar de las fallas. Es esa facilidad para entendernos a nosotros mismos sin dejarnos abatir. Sí, a veces es fácil echarle la culpa al destino o a las circunstancias, haciéndonos un ovillo en el rincón porque “el mundo está contra nosotros”.
Pero esta autocompasión de la que estamos hablando es el equilibrio entre el autoconsuelo y el aprendizaje de las circunstancias. “Me sucedió esto, pero en vez de enojarme conmigo, me comprendo, aprendo, y sigo”.
Entonces, ¿existe una autocompasión “insana”?
Sí, la que te victimiza, la que te hace sentir que no sirves. La que te aleja de tus objetivos. La autocompasión que no te deja crecer no tiene nada que ver con el amor propio y la autoestima. Y mucho menos nos viene a solucionar los problemas. Solo nos esconde bajo tierra, para culpar a los demás y no dejarnos responsabilizarnos por nuestros actos.
Si justificas a menudo tus actitudes, si siempre el eje de tus problemas o errores está en los demás o tu entorno, o si no aceptas tus fallas, entonces puede que estés sintiendo ese tipo de autocompasión que no te deja progresar ni construirte de forma positiva.
Permite que las heridas cicatricen, y avanza
Deja ya de lamerte las heridas, y estas cicatrizarán. La victimización te lleva a la destrucción, pues solo hace que te escondas una y otra vez. Y si hay alguien que puede hacer algo por ti mismo, ese eres tú.
Permítete las emociones negativas, sí. Pero dales el tiempo que se merecen, y no más que ello. Ahora, luego de llorar, gritar y culpar al mundo, toma las riendas de tu vida y siéntete el único responsable.
Es bueno ser exigente con uno mismo. Pero no al punto de abrumarse por los errores y culparse tanto que el enojo haga mella en el camino a seguir. Abraza tus imperfecciones, aprende de tus errores y sal nuevamente a brillar al mundo.
A veces, alguien a quien aprecio mucho, me dice por qué yo siempre sonrío cuando el mundo se está viniendo abajo. Y mi respuesta es siempre la misma : “¿Acaso el sol no sale todos los días?”
Ten compasión de ti mismo, es bueno para la salud, dicen los expertos. Pero no te detengas en ello, y avanza hacia tu propósito. Con la frente en alto, y una sonrisa ¡siempre!