Si a veces convivir con tus hijos se asemeja a abrazar un cactus, lee esto

Decide hacer un cambio ahora mismo, antes de que tus hijos, guarden en sus recuerdos la palabra “desesperante” para referirse a los años a tu lado. La vida hogareña para tus hijos puede semejarse a abrazar un cactus cada dí

Marta Martínez Aguirre

Trabajas muchas horas, llegas a casa y quieres tener un poco de paz, pero encuentras una canilla (llave del agua) averiada, los juguetes desparramados por el piso, entre otros desórdenes: pero radica en el modo en que reaccionas lo que hace que tus hijos elijan estar en casa cuando llegas o estar fuera de ella. La vida hogareña para tus hijos puede ser similar a abrazar un cactus cada día.

La responsabilidad de velar por tus hijos incluye algo más que tener ropa limpia, caprichos satisfechos, la heladera (el refrigerador) llena y un montón de tecnología acumulada sobre la cama.

Ganarte el corazón de tus hijos es el mayor logro que puedes alcanzar en esta vida

Pero veo que insistes con tus actitudes, en echarlo todo a perder. El apóstol Pablo sabía muy bien de qué hablaba cuando dijo: “Y vosotros, padres, no provoquéis la ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efe 6:4).

Provocas la ira de tus hijos

cuando apenas entras en la casa y te dedicas a remarcar otra vez las cosas negativas que han hecho durante la jornada y olvidas elogiar las positivas. Una nota baja en sus calificaciones convierte en nada un gesto amable con la viuda de la otra cuadra. Un útil escolar perdido parece tener más peso que sus palabras de aliento para una compañera que acaba de perder a su madre. Tus hijos están a punto de estallar de rabia, pero tú sigues sin darte cuenta, te aprisionas en la cárcel del deber y olvidas que a veces la vida es algo más que no dejar migas en el mantel. Sin embargo, tomas una porción de cactus generosa y dices con la boca llena: “Nadie me respeta en casa”.

Tus hijos quieren irse lejos, cada día apresuran en sus mentes las hojas del almanaque y sueñan con tener la mayoría de edad para no verte más, ni el pelo siquiera. Las normas, los límites, las responsabilidades son necesarias pero se convierten en explosivos cuando nada de lo que dices tiene un toque de amor. Tu hijo mayor ni siquiera te tiene al tanto de su vida, el del medio selecciona muy bien lo que va a decirte y la menor que tanto buscaste, ya está pensando en el novio que la sacará de ese infierno. Con tus palabras lanzas bombas de napalm en su memoria, la falta de ternura está vaciando sus corazones de ti.

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¿Qué te parece si te haces a un lado? Sé que suena duro, pero debes hacer que se marche lejos esa parte de ti que los aleja. Por favor, decide hacer un cambio ahora mismo, antes de que guarden en su memoria la palabra “desesperante” para referirse a la vivencia de los años a tu lado. El apóstol Pablo te trae una solución eternamente vigente: “Vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” (Col 3:14). Para ello, deja de recurrir al lenguaje derrotista tan habitual en ti para marcar sus equivocaciones o fracasos. Cualquier error que hayan cometido puede ser una escuela de aprendizaje si los alientas a seguir adelante. Señala aquello que no te agrada sin etiquetarlos, no es lo mismo que recuerden tu voz diciendo “Eres un desastre” a “Veo que tienes dificultad con algunas materias”.

Escucha activamente

Míralos a los ojos; toma sus manos como cuando eran niños, todavía anhelan tus abrazos.

No emitas juicios, y deja que pongan nombre a sus emociones y las expresen sin avergonzarse, muéstrales que eres real: “Sé lo que sientes, yo también suelo tener ganas de llorar cuando algo me frustra”.

No exijas, más bien pide que colaboren y delega responsabilidades

Por ejemplo, en vez de gritar o regañar, solo diles: “Chiquilines, la merienda está lista, los espero para poner la mesa entre todos”.

A tus hijos no les agrada para nada tener en casa un gran cactus, de modo que ponte la meta de erradicar las espinas. El amor, sin lugar a dudas, va a cambiar tu actitud y tu semblante, pero sobre todo va a hacer que tus hijos te amen y anhelen estar a tu lado.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: