Si sientes que no puedes con los retos cotidianos, tienes que leer esto
Si te sientes indefensa ante la adversidad, o crees que los desafíos cotidianos son demasiado difíciles de vencer, o que no puedes cambiar tu vida, entonces este artículo te ayudará.
Marta Martínez Aguirre
En un artículo anterior hablamos acerca de la indefensión aprendida. La teoría de la indefensión aprendida está vinculada con el inicio y el mantenimiento de la depresión clínica y otras enfermedades mentales, consecuencias de la percepción de incapacidad de control sobre el resultado de una situación.
Esta indefensión te sumerge en un estado de desesperanza continua, porque empiezas a convencerte de que no puedes –ni ahora ni nunca– modificar las circunstancias en las que vives y que, no importa lo que hagas, las cosas no mejorarán, se quedarán igual.
Te sientes indefensa ante la adversidad y crees que tu vida será una larga noche de invierno, y pasas de una creencia errónea a una vivencia desesperanzadora. Por ello, te comparto algunas estrategias sencillas para desaprenderla. Mi experiencia profesional me ha permitido trabajar mucho este tema tanto con niños como con los adultos:
Metas cortas y realistas
Comienza con metas que en poco tiempo puedas llevar a cabo; por ejemplo, si ya has dado muchas veces un examen, en vez de continuar diciéndote, “No voy a lograrlo”, organiza un plan de acción, consigue nuevos materiales de estudio, idea un cronograma con los temas, estudia con otra persona, concurre a clases de consulta, pregunta si tienes la oportunidad de que te muestren tu examen corregido y observa cuáles fueron tus errores.
Nada es inamovible
Trata de convencerte de que todo se puede cambiar, aún la muerte es cambiada en vida a través de la donación de órganos o la creencia en la resurrección. Sí, hay realidades duras o difíciles, pero todas son susceptibles de cambio. Un gran secreto radica en modificar tu forma de responder a ella. Elige, en primer lugar, asumir que cada día algo nuevo puede lograrse.
Sé creativa
Busca formas creativas de afrontar la situación estimada como peligro; por ejemplo, si eres maestra y no puedes con la conducta de los niños en el salón, organiza una asamblea en clase y que la clase misma proponga medidas de intervención. Delega al niño inquieto la tarea de ser tu ayudante cuando lo notes intranquilo y de ese modo estará ocupado y se sentirá útil. Ambos saldrán favorecidos.
No globalices
Toma cada situación como algo “puntual” y no como algo “global”, no generalices. Si la torta de chocolate no es tu punto fuerte no significa que seas una cocinera espantosa.
Contabiliza tus logros
Deja de llevar nota de tus fracasos, empieza, en cambio, a ver que hay cosas que puedes lograr y echa un vistazo a tus logros del pasado, no te quedes adherida a la idea de que “eres un fracaso”.
Pon un alto a tus pensamientos negativos
Cuando percibes que empiezas a pensar “No voy a poder, algo va a salirme mal”, “Me asusta intentarlo”, “No tengo salida”, “Estoy condenada”; detén estas ideas y transforma el pensamiento en pregunta, ¿No voy a poder?, ¿por qué?, ¿qué es lo peor que puede suceder?, ¿será que tengo miedo o no me tengo confianza? Entonces analiza tus respuestas y observa cómo muchas veces se trata de temores infundados.
Aprende de otros
Si tomas como modelo a otras personas que hayan logrado salir victoriosos de situaciones difíciles, puedes analizar cuáles fueron los recursos que utilizaron para salir adelante.
Crea hábitos
Los hábitos se obtienen por repetición, y son el motor de toda acción. Los hábitos te permiten obtener resistencia ante el esfuerzo y tolerancia ante la frustración. Recuerda el dicho popular, “La gota horada la roca no por su fuerza, sino por su constancia”.
La esperanza tiene el poder de ver una salida aún en las murallas más fortificadas. Desaprende esos pensamientos negativos y recita, junto a Khalil Gibrán, “En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche viene una aurora sonriente”.