Soy una madre que se queda en casa, y mi trabajo vale oro
Juguetes desparramados, pila de platos por lavar. A veces nuestro trabajo es invisible, pero es de suma importancia para la sociedad.
Fernanda Gonzalez Casafús
Las madres que no trabajamos fuera de casa, somos muchas veces invisibles para la sociedad. Y aunque somos la base de la familia y el sustento emocional del hogar, parecería ser que el éxito en una mujer pasa por otro lado.
Es injusto que no siempre se reconozca nuestra labor como madres, amas de casa, cocineras, enfermeras, chofer, maestras y todo eso que somos las mamás a tiempo completo. Pero muchas veces, nuestro cansancio no es tenido en cuenta. “¡Cómo me gustaría estar en casa todo el día como tú”, solemos escuchar. Y no imaginan lo que ese “quedarse en casa” significa”.
Elegí quedarme en casa y ser mamá a tiempo completo, porque así se fueron dando las cosas, y así lo acordamos con mi esposo. ¿Qué sucede con la sociedad que no siempre valora nuestro tiempo y dedicación?
Me he topado con personas que me han explicado la lista de trabajos y obligaciones que tienen, diciéndome que yo no comprendía su cansancio, pues yo “estaba en casa”. Sin embargo, como amo mi trabajo, así como la posibilidad que me dio la vida de estar con mis hijos 24 horas, a veces esas sentencias no las tomo en cuenta.
El derecho de las madres
Sales de casa a las 8, vuelves a las 5 de la tarde. Comprendo lo ajetreado que puede ser tu día y cuánto extrañas a tus pequeños. Sí, se siente duro no verlos todo el día. Pero estás haciendo lo mejor por ellos. Estoy segura de eso.
Yo también a veces siento que voy a enloquecer, cuando tengo que hacer malabares para poder escribir tres líneas sin interrupciones. Y luego, dejar todo por la mitad para limpiar la alfombra donde derramaron la leche, o ir a ver qué sucede porque ese silencio es aterrador.
Todas tenemos derecho a quejarnos de lo cansada que estamos, del trabajo que hemos tenido hoy y de cómo necesitamos la cama de forma urgente. Se supone que el hecho de quedarme en casa con los niños es fácil, pero si eres madre a tiempo completo, sabrás cuánto empeño hay que poner para la organización de un hogar.
Soy feliz, aunque a veces necesito desahogarme
Así como aquellas mujeres y hombres que salen a trabajar y vuelven agotados, se les reconoce el cansancio, yo también quiero gritar, llorar o desfallecer en el sillón. A veces se siente frustrante, pues nuestra labor silenciosa no se valora como quisiéramos.
Si hoy me preguntaran si quisiera salir a trabajar fuera de casa, seguiría diciendo que no. Pues a pesar del agobio mental y físico que supone estar 24 horas al pendiente de dos niños, debo reconocer que estos años han sido los mejores de mi vida, y ningún trabajo fuera de casa va a darme esta satisfacción.
Por ello, cuando llega mi esposo y le digo que hoy he tenido un mal día, sólo al ver mi cara, sabe a qué atenerse. Y como él comprende mi necesidad de desahogarme, me alienta a hablar (¡al fin hablo con un adulto!), y enseguida se ocupa de los niños para que yo vaya a darme una ducha reparadora.
La importancia de hacer lo que sentimos
Por milenios, el hombre era el proveedor y la mujer era la que asumía el rol de jefa dentro del hogar. Mi abuela siempre me contaba que ella después de casada nunca trabajó, pero yo veía cómo ella era quien organizaba la casa a la perfección. Mi abuelo traía el dinero, y ella sabía perfectamente cómo hacerlo rendir.
En la sociedad actual este modelo no funciona en su totalidad. Cada vez más mujeres se sienten empoderadas al salir de sus casas y trabajar a la par del hombre. Sin embargo, hay algo con lo que seguiremos luchando a través de los siglos, y es la culpa.
Si nos quedamos en casa, nos da culpa no culminar nuestras carreras y ser mujeres emprendedoras y exitosas. Si salimos a trabajar, nos da culpa dejar a nuestros niños que sean criados por la abuela o una niñera. La clave está en hacer lo que sentimos en el corazón.
Cerrar los ojos y escucharnos a nosotras mismas
Estudié Periodismo, redacción digital, hice radio, prensa escrita, y produje mi propio programa de televisión. Viví tres años en el extranjero, y mi futuro era prometedor. Pero decidí cumplir el sueño más grande que tenía en mi vida, que era ser mamá.
Y aunque podría haber seguido con todo aquello, quise poner todo mi cuerpo en la maternidad. Me brindé por completo, y dejé la culpa de lado por un momento. Ahora, que mis hijos son más grandes, vuelvo a retomar mi vida profesional de a poco, con la convicción de que tomé la mejor decisión.
La influencia de las madres
Se ha venido hablando mucho en los últimos años acerca de cómo influye en un hijo que su madre trabaje fuera de casa, o que se quede en el hogar. Es cierto que no hay nada más lindo que estar en casa con mamá, pero hay estudios que las madres que trabajan fuera del hogar, tienen una influencia muy positiva en la vida de sus hijos.
Al contrario de muchos que piensan que salir a trabajar perjudica a los hijos, esta investigación pone de manifiesto que las mujeres que crecieron con madres que trabajaban, son más propensas a tener carreras exitosas, que aquellas con madres que se quedan en casa. Y además tienden a tener mejores trabajos y mejores salarios.
Ver a su madre ser una empresaria exitosa o ser independiente hará que su hijo tenga ese gran ejemplo a seguir. Así que, cualquiera fuera el caso, tanto trabajes fuera de casa, como en casa, puedes sentirte tranquila, que estarás haciendo lo que tú crees mejor para tu hijo.
Evitemos las comparaciones
Ninguna mamá es más o menos que otra por quedarse o por salir a trabajar. Todas tenemos derecho a quejarnos, a lamentarnos por nuestro jefe o a protestar por el desorden de juguetes en el piso.
Así seas una madre que se queda en casa, o una que trabaja fuera, eres la mejor madre para tu hijo. Todas tenemos el mismo objetivo: que nuestros hijos crezcan sanos y felices. Por lo tanto, si eres de las que salen a trabajar pues la economía familiar así lo requiere, o porque estás sola y tus hijos no tienen a nadie más que tú, enhorabuena. Estás haciendo el mayor esfuerzo por ver felices a tus hijos. Y eso es sumamente valioso.
Las mujeres somos poderosas, estemos en la posición que estemos. Y tenemos una gran misión en la vida que es criar a nuestros hijos para que sean adultos respetuosos y responsables.
No nos comparemos. Apoyémonos entre nosotras. Halaguemos el trabajo de nuestras compañeras, hagamos tribu, seamos felices y no nos dejemos llevar por lo que dicen los demás. Después de todo, nuestro trabajo como formadoras de la base de esta sociedad, vale oro.