Su hijo se estaba muriendo, pero ella eligió hacer ésto, mientras su esposo le dijo que hubiera deseado “nunca haberla conocido”
Fue una decisión agonizante, pero lo hizo por el bien de toda la familia
Fernanda Gonzalez Casafús
Cuando escucho historias como éstas se me vienen a la cabeza miles de preguntas. Pero nunca van a superar la cantidad de interrogantes que tenía Sarah, cuando a su hijo de 10 años le diagnosticaron un severo tumor cerebral. La fortaleza de la familia estaba en juego y ella y su esposo tomaron una insólita decisión.
De acuerdo a Mail Online, Sarah y Ben tenían una bella familia en North Dows, Inglaterra. Sus 4 hijos varones eran el centro de su vida y todo lo que hacían era por y para ellos. La casa de los Pullen era siempre un jolgorio, y no era para menos, pues cuatro varoncitos habían nacido en el término de 5 años. Sarah había renunciado a su carrera de bancaria en Londres para criar a sus hijos y se sentían bendecida por la posibilidad que le daba la vida de disfrutarlos a pleno.
De mayor a menor, Oscar, Rufus, Silas e Iñigo eran cuatro hermanos quienes contaban con todo el amor de sus padres, y aunque Sarah siempre había esperado tener una niña, estaba encantada con el cariño que le dispensaban sus hijos y con la hermosa familia que había formado junto a Ben. Pero nunca imaginó el gran golpe que de un día a otro tendría que soportar.
Un dolor como síntoma
Un día Silas le dijo a su madre que no se sentía bien. Fue algo tempestivo, cuando un domingo de agosto del año 2012, el niño que en ese entonces tenía 10 años le dijo a s u madre que tenía un fuerte dolor de cabeza. El dolor era tan intenso que el pequeño le dijo a Sarah “mamá, tenemos que ir al hospital, siento que me estoy muriendo”. Por un lado, el instinto de madre le decía a la mujer que algo andaba muy mal con su hijo, pero por el otro lado no cabía en su entendimiento cómo un niño pequeño podría sufrir algo grave.
Como sólo era un dolor de cabeza, Sarah cometió el error de darle un analgésico y esperar a que pasara. El dolor pasó rápidamente y Silas volvió a jugar. A simple vista, parecía que estaba recuperado y que sólo había sido un dolor de cabeza.
Pero llegando la hora de la cena, Sarah le preguntó a Silas qué quería de cenar. El pequeño no pudo contestar porque estaba haciendo un gran esfuerzo para que las palabras salieran de su boca, sin éxito. Entonces, fueron urgente al hospital. Esta vez, el instinto de Sarah fue muy fuerte y le decía lo peor.
Un diagnóstico desalentador
Cuando llegaron al hospital, el ritmo cardíaco del pequeño era muy bajo. Entonces, los médicos decidieron hacerle un escáner cerebral y el mismo arrojó un aterrador resultado: había un tumor del tamaño de una pelota de tenis en el cerebro de Silas, que estaba invadiendo toda la zona muy rápidamente. Y lo que escuchó Sarah fue más brutal aún: su hijo moriría en poco tiempo, aunque se le practique cualquier tratamiento.
Un deseo visceral
Ante semejante diagnóstico, los pensamientos de una madre van por caminos intrincados que ni la razón puede entender. Sarah pensó que hubiera sido mejor que su hijo hubiese muerto en un accidente automovilístico; y es que, como madre, no soportaba la idea de ver sufrir a su hijo.
Por su parte, su esposo Ben le dijo a Sarah que “deseaba no haberla conocido”. “Por supuesto que dolía, pero no lo decía en serio y lo entendía totalmente. La idea de perder a Silas fue tan terrible para él como lo fue para mí. Era la única forma en que podía expresarlo. Si nunca nos hubiéramos conocido, nunca habríamos tenido hijos juntos, entonces no habría tenido que ver morir a uno de ellos”, explica Sarah a Mail Online.
No había chance de recuperación
Silas fue operado de emergencia en un hospital de Londres. Y fue allí que descubrieron que el tumor que le estaba afectado a su cerebro era un glioblastoma multiforme de alto grado, un tumor canceroso de crecimiento rápido que se infiltra en el tejido cerebral sano.
Destrozada y sin poder entenderlo, Sarah no reaccionaba ante la idea de que su hijo moriría. “No tenía idea de que aún había cáncer que no se podía tratar”. No tenía idea de que el cáncer cerebral mata a más niños que la meningitis.No podía aceptar que no había cura para Silas, aunque desde el principio nos dijeron que moriría”
Mientras tanto, los cirujanos habían logrado quitar casi el 70 por ciento del tumor y pudo volver a casa. El niño utilizaba un sombrero para tapar su cicatriz y sus padres se concentraron en darle calidad de tiempo y mucho amor.
Él no sabía que iba a morir
Desde ese momento, Sarah y Ben estuvieron de acuerdo en que no le dirían ni a Silas ni a sus tres hermanos que él moriría pronto. En vez de ocupar el tiempo y los días en dar explicaciones dolorosas, optaron por aprovechar al máximo el tiempo en familia, reír y brindarle los mejores días de su vida.
No iban a mentirle si Silas preguntaba, pero mientras tanto decidieron no decirle de frente que tenía pocos meses de vida, y mantuvieron el secreto entre sus familiares y amigos más íntimos. Pasaban las semanas y el niño estaba bajo tratamiento, el cual intentaba frenar o retrasar el avance del tumor. Sin embargo, el mismo continuaba creciendo.
El momento se acercaba
A medida que el tumor avanzaba, el comportamiento de Silas iba en deterioro. Entonces, Sarah y Ben decidieron contarle la verdad a sus otros tres hijos, quienes no dudaron ni un instante en dispensarle todo el amor y cuidados necesarios para con su hermano, al tiempo en que apoyaban a sus padres.
Unos días antes de morir, Silas tuvo una conversación con su madre y le dijo “de verdad, realmente te amo, mamá” En enero de 2014 Silas partió para siempre, rodeado del más exquisito amor y buenos sentimientos hasta su última gota de aire.
“Un chico poderoso”
En sus días de agonía sentimental, Sarah comenzó a escribir un libro donde volcaba todos sus sentimientos. Era su forma de canalizar las emociones que oprimían su pecho, pues no quería que sus hijos vieran su dolor. Entonces, cuando su esposo vio sus notas, le dijo que tenía que hacer algo con ese material.
Así fue como nació el libro “Un chico poderoso” basado en la historia de su hijo y en la lucha de toda una familia. Es un libro sobre el amor y la pérdida, el cual propone reflexionar acerca de la fuerza que nos mueve a los seres humanos cuando la vida de un ser querido está en juego.
Con la recaudación de todos los libros vendidos, la madre de Silah ha hecho una gran contribución a la organización The Brain Tumor Charity, la cual se encarga de realizar investigaciones acerca del tumor cerebral. Con su libro, Sarah espera generar conciencia y que otras personas encuentren consuelo mientras atraviesan este mismo camino lleno de dolor e incertidumbre.