¿Te cuesta superar los defectos de los demás?
La convivencia con otros puede generar roces, que pueden convertirse en materia profunda de desarrollo personal y humano para ti.

Marilú Ochoa Méndez
Medio en broma y medio en serio, en mi país hay un refrán que dice: “si quieres conocer a Andrés, vive con él un mes”. Esto quiere decir que no es lo mismo la convivencia ocasional, por más cercanos que estemos a las personas, que la convivencia constante, repetitiva e inevitable.
Cuando podemos compartir periodos largos de tiempo con una persona, en la vida matrimonial o familiar, en la vida laboral o escolar, por ejemplo, es cuando en verdad podemos jactarnos de conocerlos, y también de conocernos a nosotros mismos.
En estos contactos descubrimos tics, gestos, detalles en otros y en nosotros que nos obligan a trabajar la paciencia, la caridad y el perdón. Sobre eso queremos reflexionar contigo hoy.
¿Eres de las personas que se molestan por percibir en otros ruidos desagradables como el sonido al masticar, el carraspeo, la tos, sonidos guturales entre otros? ¡Sigue leyendo!
No somos “monedita de oro”
Te comparto otro refrán: “no somos monedita de oro, para caerle bien a todos”. Me parece que queda clara la referencia, pero quisiera abundar un poco. Si a veces tú, por más cualidades que tengas, o más esfuerzo que realices, no consigues la aprobación de todo el mundo, es obvio que no podemos esperar que todas las personas con que convivimos nos sean agradables.
Pero (y esta pregunta es importantísima): el hecho de que no le seamos agradables a alguien, ¿le daría derecho de tratarnos mal? ¡Claro que no!, lo mínimo esperado es que se nos tolere, y se nos brinde un trato cortés.
Esas pequeñas molestias esconden un gran tesoro
Te cuento una historia. Teresa de Lisieux, religiosa francesa del siglo XIX considerada hoy como santa por la Iglesia Católica, tenía un alma pura y amorosa. Ella entendió que Jesús le pedía amar a cada uno de sus hermanos, olvidándose de ella misma de manera casi absoluta.
En su autobiografía, escrita por orden de su confesor, relata que le costaba especial trabajo lidiar con una de sus hermanas en el convento, pero que había decidido ofrecer esto al Señor.
Cuando esta religiosa falleció, y la hermana en cuestión supo los sentimientos que despertaba en Teresa, se quedó boquiabierta. Ella se sentía partícipe de la especial devoción y atenciones de la religiosa, casi no podía creer lo que escuchaba. Teresa había logrado voltear por completo la animadversión que la compañera le provocaba, en un particular cariño y devoción.
Nos hace falta un poco de incomodidad
Estamos acostumbrados a la vida cómoda. Tomamos un auto para movernos unos cuantos metros, tenemos en nuestras manos un dispositivo capaz de entretenernos con solo un “click”, contamos con medicinas al alcance de la mano, entre millones de comodidades y privilegios.
Estas pequeñas “molestias”, pueden convertirse para ti en materia de lucha interior: un vencimiento constante de inclinaciones naturales y humanas, que te haga soportar con paciencia y cariño los roces de la convivencia.
La oportunidad de amar en lo secreto estos detalles molestos de otros, nos traerá enormes bendiciones si nos decidimos a trabajar a fondo en nosotros mismos:
Nos hará humildes
Nos ayudará reconocer que nosotros mismos podemos molestar con algún gesto o reacción a quienes conviven con nosotros, y estaremos mas pendientes de nuestro impacto, procurando ser más empáticos y comprendiendo que somos también imperfectos y defectuosos, mas siempre dignos de amor.
Nos hará menos egocéntricos
Te molesta el sonido que hace la persona de al lado al sonarse la nariz, el chasquido que hace con los dientes tu tía abuela, la manera repetitiva de tu padre al pedirte un favor. Es una invitación a trasladar tu molestia hacia el otro ¿Será muy cómodo estar todo el día sonándose la nariz?, ¿has pensado qué provocan en la persona que te irrita sus propias limitaciones?
Cuando sientas que te quita la paz alguna acción que otra persona realice, recuerda que no todo es sobre ti, y aprovecha para preocuparte genuinamente por el otro y mirarlo con amor.
Nos ayudará a trabajar la paciencia y la tolerancia
Soportar con serenidad los pequeños inconvenientes de la vida nos prepara minuto a minuto para conseguir el autodominio, cualidad básica de las personas disciplinadas. Si tienes hijos pequeños, seguramente muchos pleitos comienzan por detalles así: a uno le molesta la forma en que otro pide las cosas, por ejemplo.
Conseguir tú dominarte en estos pequeños detalles brindará un gran testimonio a tus pequeños, que pueden aprender a obviar estos pequeños roces de la convivencia si te miran hacerlo a ti.
Estos roces harán de ti un bello vitral
¿Sabes cómo se le quita el filo a los cristales con que se elaboran los vitrales? Se colocan los trozos de vidrio de distintos tonos en una bolsa de lona gruesa con arena. Se mueve la bolsa con constancia por un periodo de tiempo prolongado, de manera que cada pedazo quede sin ningún borde afilado.
Una vez que se ha logrado esto, es posible manipular los trozos y acomodar cada color para lograr una bella creación. Tú eres como un trozo de vidrio. Si te dejas limar, serás un elemento embellecedor, en vez de un elemento dañino en tu entorno.
¡Qué desafortunado es convivir con personas que en su amargura o mala actitud generan rechazo!, y ¡qué reconfortante convivir con quien te sabe apreciar, es considerado y puede valorarte!
Tú puedes ser ese elemento conciliador, que coloque luz en los lugares por donde pase. Decídete a aprovechar las pequeñas incomodidades de la convivencia para convertirlas en espacios de amabilidad y unión social.
Cada persona guarda en sí misma un tesoro de riqueza, cultivar en nosotros una actitud de apertura y amor genuino hacia los otros, será siempre enriquecedor. Animémonos a dejar de lado nuestra sensibilidad e irritabilidad traerá grandes recompensas a nuestro desarrollo personal, y sembrará consideración y cariño a nuestro alrededor.