¡Tengo miedo de parir!
Ya pasaron los reglamentarios nueve meses, y aunque parece que el resultado obvio de un embarazo es que nazca el bebé, ahora comienza la crisis para mí.
Marilú Ochoa Méndez
No es mi primer bebé, es el quinto. Estoy en la semana 40, ¡muerta de miedo! No es nueva para mí la experiencia del parto. Gracias a Dios, he vivido ya cuatro de ellos y todos muy buenos, con mínimas complicaciones y pronto he podido abrazar a mis hijos. ¿Por qué hoy me siento así? Puede ser por las mágicas hormonas del cuerpo femenino, el estrés que he acumulado durante este embarazo, temor a los cambios que vienen. También puede deberse a que me pregunto qué haré con cinco pequeñitos, cómo voy a organizarme para cumplir con mis tareas de mamá y la administración de mi hogar.
Además, ¡es tan bonito el cuerpo femenino, con sus redondeces cuando aún el bebé está dentro! La panza firme, la ropa tiene una caída hermosa y todas las personas parecen ver con ternura a la mamá embarazada. En cambio, cuando nace el bebé comienzan las desveladas en serio, la panza ya no está firme, la mujer se encuentra cansada, demandada y agotada, aunque siempre feliz por el regalo de la vida. ¿Por eso tendré miedo al parto?
El embarazo es como un cuento de hadas
Pienso que los cuentos de hadas que a muchas mujeres tanto nos gustan, pueden convertirse en tentaciones. El sueño rosa de volvernos una protagonista de ellos, puede distraernos de la vida. El embarazo es, en cierto modo, también un hermoso cuento. La mamá se va preparando, con el crecimiento paulatino del vientre y los cambios corporales para el final feliz, que parece ser el nacimiento del bebé. Y todos vivirán felices para siempre. Sin embargo, detenernos en el momento del embarazo es una tentación entendible. A nadie le gusta saber que llegará el momento del dolor y que habrá que aguantarlo para ver nacer a nuestro bebé.
¿Es malo huir del dolor?
Cada día de nuestra vida trae incluido cierto dolor: el cansancio de los pies cuando lavamos todos los trastes sucios pendientes, el dolor de espalda luego de cargar al pequeñito por mucho tiempo, la incomodidad de una corrección al hijo en un momento de crisis para él. Y cada día lidiamos con estas experiencias complicadas y retadoras, que traen consigo sin sabores e incomodidad.
Si al levantarnos nos dijeran: “El día de hoy se programa en la agenda dolor de pies, de espalda y un calambre en la madrugada”, estaríamos agobiadas esperando la llegada de estos momentos y tal vez los sentiríamos con más fuerza. Pienso que un problema del parto es enfocarnos únicamente en las contracciones o los momentos de dolor. El dolor puede hacernos olvidar el enorme regalo que significa que nuestro cuerpo, con su magia interna, vaya abriéndole paso a una nueva vida. Una vida que, además, es fruto del amor y que será una mezcla de nuestro rostro y el de nuestra pareja, un nuevo ser que nos amará toda la vida.
¿Es malo huir del dolor? ¡No! Es natural. Es importante considerar que el dolor es diferente al sufrimiento. Dolor es el precio del cambio: es la crisálida que dejamos sobre la rama cuando abrimos nuestras alas de mariposa. Para crecer, el dolor es inevitable. El sufrimiento, en cambio, es el continuo impacto de afecciones que –sin otorgarles sentido- solamente cansan, entristecen, lastiman. No podemos evitar el dolor del parto, pero sí el sufrimiento emocional que lacera y llena de angustia. Pero, ¿cómo hacerlo?
Cambiar la perspectiva del miedo
Tengo miedo al parto, es cierto, y un primer paso para superarlo es reconocer que está ahí, como algo que el cuento de hadas del embarazo no dice: habrá dolor. Sin embargo, decido que estoy dispuesta a dejar romperse mi capullo. Decido que el dolor no traerá sufrimiento al alma, sino crecimiento y belleza. El embarazo hace de nosotras personas distintas, nuevas, acaso más completas. La única manera de seguir ese camino de crecimiento es enfrentar la realidad del parto, y avanzar a la siguiente etapa.
Si tú también estás en este proceso, y tienes miedo al parto, ¡anímate! Tu familia, como la mía, vivirá una nueva forma de relacionarse, de acomodar las necesidades y anhelos para atender al recién llegado bebé, que seguramente completará aún más la vida de todos. Esto incluye dolor, es cierto, como todo aquello que en la vida vale la pena. Sin embargo, ¡vamos adelante! La vida es para vivirla: si te mantienes recostada y aguardando, la vida emocionante y que vibra dejará su huella en todos, menos en ti.