Tiempo en familia: herencia perpetua
Pasar juntos en familia es la mejor herencia que le podemos brindar a los niños, ese tiempo compartido es una fuente de felicidad imperecedera que nada ni nadie puede borrar de nuestros corazones.
Marta Martínez Aguirre
Incomprensión, infidelidad, problemas de conducta en los niños, adolescentes rebeldes, violencia, desapego, adicciones, pérdida de valores, intolerancia, inmediatez, etc. son parte del escenario actual que atraviesan las familias, que atraviesa a las familias, y estalla en multicolores síntomas desfigurando o destrozando los sueños tanto de una familia unida, como de estar juntos para siempre.
La familia es la fuente inicial donde se nutre de vida a todos los integrantes y es el espacio donde se recrean los valores, las vivencias y se superan los retos y los desafíos de la vida cotidiana. Es ese primer sitio donde uno encuentra seguridad y afecto. Es ese rincón tibio y cálido (como lo fue el útero materno), que nos permite sentir que pertenecemos y somos parte de un grupo humano con sus defectos y virtudes, pero que nos cobija y sostiene. Todavía puedo recordar las mañanas de juego con mi madre, mientras ella cocinaba o realizaba las tareas del hogar, llevaba un pequeño banco que ponía a su lado y empezábamos en medio del diario trajinar del hogar un tiempo para jugar a las visitas, yo acudía cada mañana con mis osos de peluches a visitar a “doña Juana” que era el nombre que yo le asignaba en la ficción y, entre ruidos de platos y verduras y otros tantos ingredientes, yo aprendía que el amor empezaba en el tiempo que mi madre me regalaba. Hoy ha pasado el tiempo y sin embargo los valores que aprendí en esos juegos han permitido que yo sea quien soy. Allí aprendí a valorar el respeto, la sinceridad, la integridad, el amor, la importancia de estar atenta a los detalles, los pequeños gestos de gratitud, sobre el dar y el recibir, el escuchar y el animarse a decir, la importancia de la confianza y el perdón. Aprendí de la ternura acurrucada en un tiempo compartido como los mejores regalos que ningún dinero puede nunca comprar.
Vivimos en tiempos donde la moneda corriente es el consumir, donde reina el “llame ya” y la capacidad de espera va desapareciendo para encontrarnos con seres humanos cada vez más apurados, insatisfechos, inseguros, arrastrados por el rigor de lo próximo, hipnotizados por los cantos de las sirenas de los objetos, de la tecnología que dejan de ser novedosos en menos de un año, en una sociedad individualista y hedonista que rechaza el sufrimiento y voltea el rostro para no ver de frente a la frustración.
Mi profesión me permite comprender la dinámica familiar, sus cambios sociales y su evolución, y es por eso que suelo dedicarme a hacer hincapié en el hecho de que los seres humanos somos seres-en-relación y es en cada hogar donde se sientan las bases para hacer de este mundo un lugar maravilloso, un dulce refugio donde podamos vivir en plenitud.
Es precisamente ahora que debemos evitar que las familias se desmoronen, y sentarnos a reflexionar sobre la importancia de pasar el tiempo en familia y considerarlo como uno de los regalos más valiosos que nos podemos dar unos a otros. Para ello, permítanme compartir algunas ideas:
Dediquen más tiempo a jugar juntos
Por ejemplo en esa franja horaria donde todos están en casa, los juegos de mesa son ideales y permiten que tanto chicos como grandes, disfruten y se diviertan. Deje que cada semana un integrante de la familia elija un juego para jugar.
Inventen su propia tradición familiar
Puede ser hacer un álbum familiar de fotos, iniciar una colección de monedas, llevar a cabo la genealogía familiar, sentarse a relatar vivencias, cuentos y experiencias de sus antepasados, etc.
Lean un libro en familia
, y pidan que los más pequeños hagan dibujos o representen una vez a la semana su escena favorita.
Salgan de paseo al aire libre
, pasear en bicicleta, hacer caminatas, jugar en los paseos públicos, etc.
Hagan una noche de talentos,
donde todos puedan demostrar sus habilidades y capacidades según sus edades y experiencias.
Tengan un almuerzo o cena organizado por los más pequeños
, sin importar si ese día se almuerza o se cena algo tan simple como galletitas con atún y limonada: estén muy atentos al hecho de que lo que importa es la convivencia familiar.
Tengan un día para intercambiar situaciones problemáticas donde todos puedan opinar y encontrar soluciones
, por ejemplo: “¿Cómo hacemos para ahorrar dinero y comprar esto que precisamos?”, o “¿cómo ayudamos a Marcos para que pueda memorizar las tablas de multiplicar?”
Jueguen
Como mi madre lo hizo conmigo y utilicen ese espacio para pasar junto a sus hijos y compartir desde el juego vivencias y valores; explicarles cómo resolver problemas cotidianos, entablar amistad o aceptar las diferencias de opiniones, así como todo aquello que desee inculcarle a sus hijos. Dejen que su capacidad creativa fluya y disfruten de los logros.
Tengan un tiempo para orar en familia
, dejen que Dios sea el conductor y centro de sus vidas y no un simple pasajero. Las familias que oran unidas, pueden superar las adversidades juntas y nada puede desmoronarlas, pero sobretodo el hogar se llenará de su gloria.