¿Tu cónyuge y tú se han ido distanciando? Mira cómo recortar esa distancia
Mantener el compromiso matrimonial vigente es parte esencial del amor eterno. Amar al otro para toda la vida requiere actualizar el compromiso cotidianamente. Anímate a hacerlo.
Marta Martínez Aguirre
Cerró las cortinas de la ventana, apagó las luces de la sala y verificó que todos durmieran. Ya no daba más. Esa noche ella tenía que descubrir qué pasaba con Anselmo. Apenas llevaban tres años de casados y, sin embargo, ambos sabían que no iban a durar mucho tiempo unidos. Él se mostraba apagado, distante, apenas le dirigía la palabra y rehusaba pasar tiempo en casa; siempre buscaba una excusa para llegar tarde y, en lo posible, aparecer cuando ella ya estuviera dormida.
Una fuerte corazonada, sin embargo, le decía a ella que encendiera la computadora. Siempre había confiado en él, pero desde hacía varios meses tenía el insistente presentimiento de que Anselmo andaba en “algo raro”. En el historial de búsqueda no encontró nada. Estaba vacío, y eso la hizo desconfiar aún más. Entonces, a punto de apagar la computadora notó la papelera de reciclaje llena y decidió abrirla. El alma se le cayó a los pies: Anselmo estaba apostando a las carreras de caballos, frente a ella tenía una docena de tickets por fuertes sumas de dinero.
Dalia y Anselmo se casaron muy enamorados. Los deberes, las ocupaciones, los niños y la iglesia parecían llenarlo todo, menos las estrechas brechas que se iban formando en la trama del compromiso. Estar casados se limitaba a convivir juntos, a tener hijos y a hacer cosas. Una y otra vez, lo mismo, día a día.
El problema entre ellos no eran en realidad las fuertes apuestas, ese era un simple síntoma que demostraba que hacía falta algo que los hiciera sentirse de nuevo vivos. Anselmo confesó que tenía ansiedad por una vida llena de adrenalina y que su matrimonio era insípido y repetitivo; sin embargo, el juego lo llenaba de sueños, utopías y posibilidades. ¿Dalia era culpable? Para nada. Ella, a su modo, trataba de dar todo de sí y hacer de cada día un nuevo desafío. ¿Anselmo era un insatisfecho y descarado esposo? Tampoco. La responsabilidad era de ambos, pues desde hacía tiempo habían olvidado el valor del compromiso de estar juntos.
¿Sientes que tu cónyuge y tú se han ido distanciando? Si así es, ¿qué puedes hacer?
Falta de aceptación incondicional
Muchas veces aceptas a tu cónyuge, pero hay aspectos suyos que no los deseas y de un modo inconsciente lo rechazas. Recuerdo que un joven había comenzado a odiar a su esposa al punto de querer divorciarse. Todo comenzó por algo tan simple como verla limpiarse la boca con el mantel. En un inicio no le importó, pero al año de casados rechazaba todo de ella. En los matrimonios interculturales, interraciales o intersociales, esto suele suceder. Cuando te dices, “No me importa que sea diferente”, crees que se debe a que te consideras plenamente abierto al otro en su totalidad, pero los hábitos, creencias y sentimientos se arraigan fuertemente y solemos aceptar al otro pero desde nuestra mirada. Analiza si eres capaz de aceptarlo de forma incondicional, y si hay cosas que rechazas, de ser necesario, pide ayuda profesional.
Barreras
Este es, tal vez, el punto más cruel en un matrimonio: poner barreras al crecimiento personal del otro, impedir que siga creciendo a tu lado. Muchas veces las parejas limitan a su cónyuge por temor a perderlo. Pregúntate si estás poniendo barreras a su crecimiento y si es así, corre a la universidad, la academia o lo que sabes que tanto desea estudiar y dale la sorpresa de reservarle cita o traerle información. No cumplir con los pactos del noviazgo muchas veces es la piedra inicial que levanta las barreras al potencial del otro.
La sinceridad ante todo
Ello requiere que tengas mucha fe, que estés dispuesta a mostrarte vulnerable y, sobre todo, que puedas ser transparente. ¿Recuerdas que Adán y Eva recurrieron a cubrirse con hojas de higuera porque se vieron descubiertos? Pues hoy la mayoría de las parejas se comportan de la misma manera, se cubren de palabras, mentiras y engaños frente a sus cónyuges porque no soportan ser descubiertos. Comienzan con pequeñas mentiras, ocultan información, dicen verdades a medias y ejecutan todo tipo de comportamientos falaces que los envuelven en una fuerte trama de falsedades. Sin embargo, la sinceridad es la bandera que se necesita alzar para ser libres. Reúnanse una vez a la semana en un sitio tranquilo de la casa y hablen acerca de sus temores, vergüenzas y sentimientos. Las economías separadas, amistades o familiares no aceptados, suelen ser un motivo para ocultar información. Hagan planes con respecto a todo aquello que consideren que no está siendo transparente entre ustedes, y comprométanse a mejorar.
Prioridad número uno
Busca invertir todo el tiempo que sea necesario en tu matrimonio. Los niños requieren cuidados, los estudios también, el trabajo fuera o dentro de casa tu presencia, pero tu cónyuge estará feliz de saber que está en el primer lugar de la lista de tus prioridades. ¿Cuánta importancia le das a sus cosas?, ¿te detienes a escucharlo con sinceridad?, ¿sabes si él sabe y siente qué lugar ocupa en tu vida? Algo que podría ayudarles es hacer una lista basada en aquellas cosas que cada uno cree que son importantes para el otro, asignarles un lugar y luego compararlas. Tal vez sea necesario que ambos hagan ajustes.
Desidia
Esta suele ser un gran problema en los matrimonios: el abandonarse en el cuidado del cuerpo, la ropa, los detalles y, lo más peligroso, dejar de soñar y tener la mente activa. A veces puedes ser una mujer bella y atractiva aún con el paso de los años, pero ¿te has fijado en los temas de conversación?, ¿estás actualizada, lees, enriqueces tu vida con algún estudio nuevo, arte o hobby? La desidia carcome el compromiso matrimonial en el mismo instante en que dices, “Mañana”.
Amar al otro para toda la vida requiere actualizar el compromiso cotidianamente. Anímate a hacerlo.