¿Tu hijo padece de descontrol emocional? Aprende a solucionarlo
La tragedia del descontrol emocional dentro de los hogares produce importantes patologías fuera de él.
Marta Martínez Aguirre
La discusión con Felipe dejó a Katherine extenuada. Ella se había prometido no elevar la voz, pero Felipe tenía el arte de llevarla al límite de la furia. Felipe había huído asustado a refugiarse en su cuarto y ella terminó llorando en la sala. Decidió salir a caminar un rato, respirar aire fresco y regresar para preparar la cena. En tanto, Felipe yacía sobre la cama, con los ojos irritados y los puños apretados.
A pocas cuadras de la casa, un maullido agudo le hizo mirar en dirección a un árbol frondoso. Desde una de las ramas, un gato pequeño gritaba atemorizado. Se acercó decidida a bajarlo, estiró sus manos pero el gatito saltó a otra rama más alta. Entonces pensó en Felipe: él practicaba escalada y estaba acostumbrado a trepar con soltura. La puerta del dormitorio seguía cerrada, y Felipe no respondió al llamado de Katherine. Pero cuando ella abrió con suavidad la puerta y le habló del gatito, Felipe saltó de la cama, se ató los cordones y salió con prisa.
El cielo encapotado anunciaba un aguacero. En las últimas semanas las peleas eran cotidianas. Ninguno de los dos sabía cómo detener la efervescencia de las discusiones. Ahora en medio de una tormenta madre e hijo corrían tomados de la mano, con el gatito a cuestas. Luego de sacarse la ropa mojada, ambos encendieron la estufa a leña, mientras el gato curioseaba por la sala. Una atmósfera de serenidad los invitó a elegir nombres y darse cuenta que era hora de empezar a ir a terapia.
Amar es un deporte de riesgo
El crecimiento masivo de la violencia, no solo es responsabilidad de los medios masivos de comunicación, el consumismo, la globalización y los narcotraficantes. Es el resultado de hogares enfermos. En la mayoría de los hogares los padres están preocupados porque sus hijos se alimenten, estudien, hagan deportes, tengan amigos y de vez en cuando tengan momentos felices. En muy pocos hogares los padres están ocupados de que sus hijos hagan “deportes de riesgo”, es decir, aprendan a comunicarse, controlen sus emociones, aprendan valores y adquieran recursos espirituales.
A medida que la industria farmacéutica elabora toneladas de risperidona, crece el déficit de adultos incapaces de controlar su enojo frente a niños caprichosos, inquietos y desafiantes. Cuando los adultos pierden el control, siempre surge “algo en el entorno” que toma el mando y se hace cargo. Por eso crecen los males de hoy en día. La tragedia del descontrol emocional dentro de los hogares produce afuera grandes patologías.
¿Has mezclado una bebida gaseosa con una pastilla de menta, y luego tapado la botella?. El resultado es similar a un misil en tus manos, igual que frases del tipo “Si vas a seguir gritando, te cierro la boca de un moquete”. Cuando le dices a tu hijo cosas como éstas, el dióxido de carbono de sus emociones queda atrapado en su interior y más vale que tomes distancia, porque cuando estalle su enojo, te salpicará por completo.
Ayuda a tus hijos tomando el control de tus emociones
En la era de la tecnología tus hijos son fotógrafos nativos: ellos nacen con una cámara digital que registra su entorno. Fotografían todo a su alrededor, pero también registran con sus propios ojos tus emociones. No alcanza con que evites gritarle o amenazarlo con un golpe: te aseguro que tiene en su memoria afectiva el registro perfecto de tu cuerpo en actitud de enojo, tu mirada fulminante y tu rictus facial de ira.
Un niño enojado no necesita un adulto que sacuda más la botella, es decir, que eleve la voz por encima de sus gritos. La vida no tiene photoshop y hay escenas que no se pueden retocar: ni los mejores terapeutas logran hacerlo, apenas se pueden resignificar algunas cosas, con el paso del tiempo. Ya el viejo Sigmund Freud había demostrado que las emociones intensas quedan adheridas a la memoria psíquica. De modo que tu hijo acumula en su alma, con la misma intensidad, la guerra en el Líbano y tus señales de ira.
Aprende a tomar el control de tus emociones y verás cómo poco a poco tus hijos aprenderán a hacerlo también, sin que tú se los recuerdes cada día. Los niños necesitan aprender a expresar su enojo de forma correcta, no necesitan que un adulto acumule gas iracundo en su interior.