3 nuevos errores de las madres modernas

Ser mamá nunca ha sido fácil y en estos días criar hijos es un reto aún mayor.

Emma E. Sánchez

Mi hija menor ya es mayor de edad y se encuentra decidiendo su futuro profesional; cada vez su independencia se vuelve mayor y nos necesita menos a su padre y a mí. Esto, por cierto, nos complace mucho, pues comenzamos a descansar de tener adolescentes en casa y podemos tener más tiempo para nuestros proyectos personales y de pareja.

En este punto de calma puedo decir que me siento feliz porque el tiempo de lidiar con la educación y crianza de pequeños para mí ya terminó. Pero luego, cuando miro alrededor o regreso a mi trabajo como pedagoga, me encuentro con las madres jóvenes haciendo esfuerzos colosales para formar a sus pequeñitos.

Me sucede algunas veces que, cuando veo que una mamá está haciendo algo incorrecto, me acerco y le ofrezco ayuda con el temor de ser rechazada o hasta agredida por mi intromisión en su trabajo. Otras veces, solo me quedo callada observando y deseando esa madre pueda pronto encontrar ayuda para evitar un mayor daño a los menores.

Si estás leyendo este artículo, permíteme decirte que mi único interés es colaborar en la importante tarea que tienes en tus manos con tus hijos; no es mi interés criticarte. Habiendo sido madre de tres niñas y docente por muchos, muchos años, puede haber algo en mi experiencia que te sirva; si es así, te lo ofrezco con mucho cariño. Pues bien, hay tres errores graves que las nuevas madres están cometiendo y no lo saben. Aquí te los cuento:

1. La carencia de límites

Le decía a una mamá agotada por la mala conducta de su pequeño, que lo que su hijo necesitaba eran límites y estructura. Ella parecía no entender mis palabras, hasta que me dijo: “Todos me dicen lo mismo, ¡pero no sé a qué se refieren con eso! ¡No sé qué son límites para un niño!”. Y es cierto: hablamos mucho de límites pero poco los aterrizamos en acciones concretas.

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Cuando decimos límites, es justamente eso: tu pequeño debe saber con claridad las cosas que le son permitidas y lo que se espera de él. Por ejemplo: no porque esté aprendiendo a caminar, le vas a permitir hacerlo en lugares donde corra peligro, permitirle dejar sus juguetes tirados o golpear a otros niños.

No solo me entristece ver que las madres no ponerle límites a sus hijos, me preocupa porque al no hacerlo, solo están sembrando muchos y grandes problemas para la adolescencia.

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2. La crianza de hijos débiles

Un día me tocó ver una escena muy singular: un chiquito corría alrededor de la mesa, la madre nunca le dijo nada y mucho menos lo detuvo porque ella estaba platicando con otras personas. El niño tropezó con la pata de la mesa, se cayó y su cabeza golpeó contra una silla; no fue un golpe muy fuerte, afortunadamente. La madre corrió (ahora sí) a ver al niño, lo revisó, vio que estaba bien y sorprendentemente comenzó a regañar ¡a la mesa! Le dijo algo así como: “Mesa tonta, ¿por qué le pegaste a mi niño?” y luego le dio dos palmadas; entonces, el niño dejó de llorar, volvió a correr sin freno por el lugar y en una pasada, le pegó a la mesa.

Esta escena se repitió y se repitió, hasta que el niño se convenció que todos son culpables y responsables de lo que a él le sucede, menos él, obviamente. Cuando un joven que fue criado de esta manera sale al mundo, sufre, pues no es capaz de manejar el rechazo, la frustración y alguien más siempre tiene que hacerlo porque él es incapaz.

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3. Tecnología al alcance de los pequeños demasiado pronto

Niños en andadera (que ya en sí no es del todo favorable a la psicomotricidad) frene a enormes televisiones o con celulares y tabletas “jugando”. Muchas madres justifican estos actos diciendo que los niños “ven programas educativos” o que “practican juegos interactivos”. La verdad es que un pequeño hasta los 4 o 5 años no debería estar expuesto a estos aparatos y sí a la música, las texturas, el gateo y la manipulación de objetos para descubrir y comprender su entorno.

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Cada cosa tiene su tiempo y su lugar; dedica tiempo a tus hijos, al juego, al contacto físico y disfruta ser madre de niños. Créeme, el tiempo pasa muy rápido y nuestra oportunidad de sembrar en campo fértil es breve. Los hijos crecen, se van y es un gozo inexplicable verlos volar fuertes, libres y felices.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.