4 cosas que aprendí de mis abuelos

Memorias de dos pilares en mi familia que ahora están disfrutando en la otra vida.

Arturo Leonardo

Años gloriosos aquellos en los que llegabas a esa casa que siempre olía de la misma forma, en la que la experiencia y el amor te saludaban inmediatamente. Visitar a mis abuelos era todo un evento: por los primos y los tíos, pero más aún por saber que había unos ojos diferentes, que no dejaban de observarme. Era la mirada del destino, del origen de la vida. En todas y cada una de aquellas vistas, aprendí cosas maravillosas, de las que ahora te comparto solo algunas:

1. Hay que hacer las cosas bien, o no las hagas

Recuerdo con gratitud aquella experiencia cuando apoyé a mi abuelo Jesús en la construcción de un barandal. Teóricamente, él estaba ahí solamente para instruirme, pero al no hacer las cosas como él consideraba correcto y ver que no sabía lo que hacía, sus 70 años importaron un pepino y me hizo a un lado. Tuvo razón, pues me dio una gran lección a mis entonces veintitantos años y entendí que hay que saber lo que uno hace, para hacerlo bien.

2. Improvisa, pero con seguridad

Tal vez alguno de los lectores recordará aquel tan mencionado eclipse a inicios de los años noventa. En aquel entonces, yo iba regresando de la escuela primaria y mis ganas de aventura me hicieron voltear de inmediato al cielo. La acción fue detenida de inmediato por una palmada en la cabeza por parte de mi abuelo Jesús, quien me indicó que no fuera tonto, ya que al hacer eso lastimaría mis ojos. Como él era herrero, me puso su casco para soldar en las manos, dirigió el espejo al eclipse e hizo que se reflejara ahí. Así pude ver aquel maravilloso evento astronómico y, hasta la fecha, no me he quedado ciego.

3. Hay que ser duros, pero se vale llorar

Don Justo fue un hombre de aquella raza brava de camineros, Ingeniero Civil que diseñó y comandó equipos para construir el 80 por ciento de las carreteras en México. Las historias de mi madre acerca de su juventud, cuentan que Don Justo fue muy rígido en muchos aspectos, sin embargo, yo lo recuerdo como un hombre que abrazaba a todos sus nietos y lloraba cuando veía a su familia reunida.

4. Hay que ser obstinados

Aquellos dos entrañables personajes pasaron a otra vida después de titánicas batallas. Jesús ante el cáncer y Justo por un evento cerebro vascular que lo fue consumiendo. Sin embargo, ninguno de los dos se entregó a la primera de cambio, ya que lucharon por estar con su familia y por irse cuando ellos lo decidieran. Yo creo que se fueron a otra tienda en la historia de la vida, porque aquí no había pantalones de su talla.

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Nuestros abuelitos son para siempre y es deber de los que nos quedamos el viajar con sus historias y enseñanzas. Estoy convencido de que ellos no se van, sino que son tan valientes que deciden ser los primeros en cruzar la puerta a la que muchos temen. Sirvan estas líneas para rendir un homenaje a todos los abuelos del mundo, muy en especial a los hombres que me enseñaron desde calentar una tortilla en la estufa, hasta bailar cha cha chá.

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Arturo Leonardo

Comunicador fanático de sus hijos a quienes les relata día a día sus aventuras de música y deportes, gusta de leer lo que se cruce en su camino, piensa que el acto más revolucionario que puede existir es el de reír.