Cómo evitar el miedo a ser madre en estos tiempos complicados
Enciendes el televisor y las noticias corren un manto pesado y oscuro, donde alguien ha bordado la palabra miedo, entonces temes ser madre.
Marta Martínez Aguirre
Tal como dice Daniel Viglietti en alguna canción, se precisan niños para amanecer un nuevo mundo, donde el amor sea el principal verbo a conjugar. Te comparto algunos versos de esa bella canción:
vendrás en primavera,
te traeré.
Gurisito mío,
lugar de madreselvas
te daré.
Y aunque nazcas pobre,
te traigo también:
se precisan niños
para amanecer”
Sin embargo, cuando enciendes el televisor y las noticias corren un manto pesado y oscuro, en el que alguien ha bordado la palabra miedo, entonces temes ser madre.
Muchas mujeres tienen miedo de quedar embarazadas. Hay momentos en los que mi consultorio se llena de rostros atemorizados, de voces que se quiebran ante la idea de que las olas de este mundo turbulento, arrastre hacia la profundidad a sus hijos y perezcan ante las corrientes que se alzan, donde la maldad y la inmoralidad parecen contaminarlo todo.
Generalmente utilizo esta canción para darles ánimo a esas madres y recordarles que nada de eso puede suceder si ellos mismos se sostienen como bandera en sus valores y tradiciones familiares.
No temas ser madre
Sin importar si tus hijos salieron de tu vientre o anidan en tu corazón, anímate a ser madre. No te preocupes por los inviernos que puedan venir, como dice Viglietti en su canción, dales un lugar de madreselvas en tu vida. ¿Cómo? Haz que tus brazos sean su cuna, aliméntalo con tu sonrisa cotidiana, cuéntale de ti, transmite tus valores, narra tus derrumbes pero contágialo de tus victorias. Aplaude y celebra cada cosa nueva que hagan, grita con pasión sus goles y no dejes de besarlo.
Ten paciencia
Si ya eres madre, ten paciencia. Las buenas obras llevan meses, incluso años, antes de ser terminadas. El puente de Brooklyn fue construido entre 1870 y 1883, no obstante sigue de pie. Dios todavía está puliendo su espíritu, les está dando los toques finales de su fe. Quizás está trabajando con sus angustias e inseguridades y también no deja de tener presente sus momentos de duda. Hasta que Dios no dé por acabada su obra en ellos, permanece aferrada a la esperanza, aunque este sea otro domingo que se nieguen a asistir a la iglesia. Si Dios no ha dejado de creer en ellos, no lo hagas tú.
Ora en vez de sofocarlos
Una madre que no ora por sus hijos, anula y sofoca la vida de ellos, ya que la oración sigue siendo el mejor medio para obtener orientación y consuelo. La soledad de tu dormitorio no ha dejado de ser el lugar ideal para que tus rodillas se doblen y alces tus peticiones al Altísimo. Abre tu corazón, dile cuáles son tus temores, cuéntale las metas y sueños de tus hijos, aquieta tu alma para escuchar su orientación y adquirir conocimiento. Cuando lleves a tu hijo a la escuela, despídelo con una oración y cuando los acuestes por las noches, cúbrelos con un manto de oración. Está en ti permitir que el temor te convierta en carcelera y de ese modo volverte casi paranoica, vigilando cada segundo de su vida, controlando sus amistades y revisando sus celulares; o bien, puedes descansar en la oración y sentirte tranquila.
Vacúnalos
Frente a un mundo con valores inmorales que parecen contagiarse por doquier, vacúnalos con los principios de rectitud y esperanza. Hoy en día puedes vacunar a tus hijos contra la hepatitis, el sarampión y otras tantas enfermedades, pero el flagelo de la perversión parece cada vez más contagioso, así como el alcoholismo, las drogas, el sexo fuera del matrimonio, la distorsión de la familia. Frente a estos riesgos, se necesitan dosis altas de valores familiares: asistir a la iglesia, leer la palabra de Dios, compartir tiempo con la familia y tener confianza en la existencia real de Cristo.
Construye momentos felices
No creas que la felicidad viene en cajas con moños rojos y verdes, la felicidad se construye con las cosas más sencillas y habituales de esta vida. Como un sándwich de jamón y queso luego de salir a caminar juntos, un helado en las tardes de verano, una noche de luna llena leyendo libros en familia, una salida de domingo para ayudar a una vecina enferma. El recuerdo de tus manos en una rodilla lastimada, se preserva más en el alma que el último modelo de un celular.
Aún en medio de tanta locura y maldad, si miras por la ventana abierta de la fe, todavía llega la primavera trayendo brotes nuevos y Dios no ha dejado de pintar el amanecer.
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