Consejos a una joven madre viuda
Si tú acabas de perder a tu compañero, o si conoces a alguien en esa circunstancia, este mensaje es para ti.
Oscar Pech
Déjame te cuento mi historia. Yo tenía once años de edad cuando mi padre murió de cáncer. Somos cuatro hermanos, yo era el mayor, y mi hermano menor tenía solo año y medio de vida. Desde el momento en que le diagnosticaron la enfermedad hasta que murió, no pasaron dos meses: fue un cáncer fulminante. Y en esos dos meses muchas veces vi a mi hermano, bebé, acostado al lado de mi padre, moribundo. Muchas, muchas veces me arrodillé entre ambos y en silencio oraba: “Padre, no puedes llevártelo. No puedes dejar huérfano a un niño tan pequeño”. Pero nada: murió mi padre y a consecuencia de ello vinieron años de veras muy complicados. Fue como cruzar a nado un río cenagoso, lleno de rápidos. No solo complicados con pobreza extrema, sino complicados por la ausencia de una imagen paterna, tan necesaria en el desarrollo de un adolescente. Tuve, de alguna manera, que ser el padre de mis hermanos menores y juntos mi madre y yo logramos que ellos llegaran ser personas de bien. Y aquí estoy: como tantos otros, sobreviví esos años y ahora, desde el otro lado de ese río peligroso, me atrevo a dar algunos consejos si es que tú has perdido a su esposo, y ahora tú y tus niños tienen que cruzar por esas difíciles aguas. Mis palabras a ti serían las siguientes:
1. Por encima de todo, conserva la fe
Ojalá que mis palabras tuvieran la fuerza con que las siento en mi interior: yo sé que Dios vive, y que es un padre amoroso. Él te conoce. Sé, desde lo más profundo de mi corazón, que Él sabe quién eres y cuáles son tus necesidades, tus límites, tus circunstancias y tus más justos anhelos. No estás sola. Si tú te acercas a Él, Él se acercará ti. Si acercas a tus hijos a Él, será más fácil que tus hijos no se pierdan en la adolescencia.
2. Ten confianza en el futuro
Muchas veces uno simplemente no ve ninguna posibilidad, ninguna puerta abierta y todo, todo, absolutamente todo el futuro parece negro. No te preocupes: créeme por favor cuando te digo que las cosas malas son temporales. Nada malo llega para quedarse para siempre; tu futuro siempre será tan brillante como tu fe.
3. Busca una imagen paterna para tus hijos
Puede ser un abuelo, un tío, incluso tu líder eclesiástico. Siempre hay alguien que puede servir de modelo y, créemelo, tus hijos están hambrientos de tenerlo.
4. Busca dedicar un poco de tiempo para ti
Siendo que ahora tú debes mantener a tus pequeños, tendrás mucho menos tiempo para ti: ser padre y madre es un trabajo agotador, pero también es cierto que la vida compensa. Siempre que la vida nos quita algo, nos da otra cosa a cambio. Lo puedes ver en quienes padecen alguna discapacidad. La vida siempre compensa. Vas a tener menos tiempo y acaso menos recursos, pero busca darte tiempo para ti y, sobre todo, busca la felicidad en los pequeños detalles: esos en los que la vida suele ser muy generosa.
5. Aprende a administrar tu tiempo
Mi madre se levantaba a las cuatro de la madrugada a lavar la ropa, y a veces, a las once de la noche, estaba haciendo la comida para el siguiente día. Claro, cada caso es diferente, pero una cosa es cierta: si haces una lista de tus tareas, estableces prioridades, fijas metas a largo, mediano y corto plazo, y eres firme en tus determinaciones, poco a poco alcanzarás estabilidad económica para ti y tus hijos.
6. Procura que tu familia permanezca unida
Esto es tan fácil como una suma de vectores: si todos en la familia están luchando por una misma meta, es claro que alcanzarán el objetivo. La familia que ora unida, se mantiene unida, porque todos están orando unos por otros, buscando apoyarse unos a otros.
7. Evita los atajos
No hay vías cortas ni rápidas. Si dejas de lado la honradez, el trabajo arduo, la constancia, la responsabilidad, a la larga la vida te va a pasar la factura… y con intereses.
Uno podría decir que toda madre que saca adelante, sola, a sus hijos merece un monumento en la avenida principal de su ciudad, salvo que decir eso muy bien puede sonar a meras palabras huecas, anodinas. Pero es cierto y se cumple: la experiencia me ha enseñado que la familia es el centro de la vida, la clave de la felicidad eterna. Los hijos siempre serán la fuente de felicidad más grande en esta vida, o la causa de las lágrimas más amargas. La vida de cada uno tus hijos, cuando crezcan, será el monumento viviente a tus sacrificios y a tu ejemplo de rectitud. Por ello, nuevamente, por encima de todo, conserva siempre la fe.
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