Consejos esenciales para hacer de tu hijo, un adulto irresponsable
Encuentra acá la formula perfecta para hacer de tu hijo un adulto irresponsable.
Erika Otero Romero
¿Qué sentirías si un día, tras negarle un capricho costoso a tu hijo porque sabes que no lo merece debido a su mal comportamiento, tu cónyuge se lo concede? ¿Qué sientes cuando ves a una chica que, año tras año, va perdiendo áreas de estudio en la escuela, pasa de año de forma mediocre y aun así sus padres acceden a cada una de sus peticiones, a cada cual más caprichosas? ¿Cómo te sientes cuando ves a adolescentes responder mal a sus padres en plena calle y ellos, antes que enojarse, se ríen como si hubieran escuchado la frase más divertida?
Muchos, día tras día, nos vemos sorprendidos por la actitud de algunos padres de familia ante sus hijos, y esto no tiene que ver con la edad de ninguno de los vástagos, sino con la clase de educación laxa y falta de reglas y valores que privilegian los padres.
Pero, ojo, no estoy diciendo que para criar hijos de bien es recomendable o adecuado pegarles con el cinto cada vez que hacen algo incorrecto, para nada. Lo que planteo, por el contrario, es que hoy, y quizá más que nunca, es necesario que los padres sepan tener el control de sus hijos, que no accedan a cuanto deseo y capricho, e incluso chantaje emocional, se les ocurra. No es un mal para un hijo negarle algo por lo que no ha hecho méritos, así que no hay motivo por el cual un padre o una madre deba sentirse culpable porque no accedió a lo que el niño pedía.
La permisividad hace infelices a tus hijos
Conocí hace algunos años a una madre que por cierto capítulo infortunado en la vida de su primogénito –en el que ella no había sabido cómo afrontarlo, por lo que había reaccionado de una manera inadecuada– él la culpaba; eso sucedió siendo él un niño de 7, o quizá 8 años. Tiempo después, cuando su hijo ya era un joven, hizo de su vida un desastre y luego demostró que, como esposo y padre, dejaba mucho que desear: cada que cometía un error le caía en recriminaciones a la madre, culpándola una y otra vez por aquello que tuvo lugar en su niñez.
La reacción de la mujer era callar y bajar la cabeza mientras él gritaba con furia cualquier cantidad de improperios, o bien optaba por apoyarlo incluso en las ocurrencias más absurdas como cubrir sus faltas, todo debido al gran sentimiento de culpa que ella albergaba y que no había sabido resolver. Debo decir que la vida de esta mujer era amarga por la clase de vida que su hijo llevaba, y ahora siendo todo un hombre era el espejo de la irresponsabilidad y el descaro sin medida. Si encarnas un caso similar, aun estás a tiempo de hacer de tu hijo una persona correcta y feliz
Lo primero que debes entender es que TÚ ERES EL PADRE O LA MADRE, no una suerte de amigo o cómplice de sus travesuras y hacedor de sus deseos. Está bien que quieras ganarte la confianza de tu hijo, pero antes que nada debes ganar SU RESPETO, y partiendo de ese parámetro hacer que te vea como una persona que puede –y debe– guiarlo y en la que puede confiar, pero también a la que debe obedecer.
No dudes jamás en el hecho real de que si accedes SIEMPRE a los deseos de tu hijo, sea que lo merezca o no –todo debe tener un límite, límite que debes establecer tú–, lo único que estarás haciendo será decirle –de manera tácita– que tiene derecho a todo y que no importan los medios, debe y tiene el derecho de conseguirlo, incluso si se trata de delinquir para lograrlo.
Como padre y madre se te ha delegado una tarea maravillosa y milagrosa, que es la de criar hijos que serán el espejo de quien eres; por ello es tu responsabilidad y deber enseñar los valores necesarios para que tu hijo sea un adulto de bien y, sobre todas las cosas, feliz.