Esta Navidad es tu oportunidad para ser completamente feliz
Perder al ser amado, carecer de familia, haber sufrido privaciones o haber sido víctima de maltrato y abuso pueden ser razones para que cualquiera endurezca su corazón. Pero esta Navidad es tu oportunidad para ser completamente feliz.
Emma E. Sánchez
Charles Dickens existió y escribió durante la era victoriana, y tuvo acceso a la educación hasta después de cumplir los ocho años. Vivió en uno de los barrios más pobres de su tiempo, y trabajó durante toda su infancia durante largas jornadas mientras su padre estaba preso por deudas. Pero experimentó también la vida en la cárcel, pues por el tipo de delito que había cometido su padre su familia podía estar con él en prisión. Todas estas experiencias le dieron a este hombre una visión del sufrimiento de quienes lo rodeaban: personalmente vivió y padeció la pobreza, el rechazo, la marginación y la necesidad.
Cuando Dickens creó al personaje de Scrooge (Un cuento de Navidad, 1843), solo estaba describiendo a muchos hombres y mujeres que son duros, egoístas, enojones o avaros; a muchos que son así porque un día, por algún motivo, endurecieron y cerraron su corazón. ¿Conoces a alguien así? O tú mismo ¿has cerrado tu corazón?
Tal vez tu tristeza (o la de tu familiar o amiga) proviene del pasado, de malas experiencias, de algún suceso traumático o de vivir constantemente la carencia y la necesidad. Al hurgar en eso, con frecuencia se da uno cuenta que son los padres quienes causaron un gran dolor en nuestras vidas. ¡Hay tantas razones y motivos para ello! Pero, ¿sabes?, ninguna de ellas vale la pena: si el pasado fue malo, no permitas que arruine tu presente. Cuando éramos jóvenes o niños no teníamos el control ni el dominio de nuestras emociones, tampoco de los hechos que sucedían a nuestro alrededor; ahora que somos adultos tenemos el poder y el dominio sobre nosotros mismos. El pasado, tu pasado y los que en él te hirieron o lastimaron necesitan ser perdonados; y no porque ellos como tal “lo necesiten”, sino porque el perdón es lo que a ti te ayudará a sanar. Y de eso, precisamente de eso se trata la Navidad.
El fantasma del presente
¿Te sucede que, aunque quieras, no puedes manifestar afecto, decir cosas amables o ser más generoso? ¿Has llegado a ese momento en el que todos te identifican como demasiado gruñón o egoísta? ¿Te invitan a salir pero al final te quedas solo en casa, cuando en el fondo te hubiera gustado ir? ¿Te sientes incómodo cuando alguien te abraza o te demuestra afecto? O simplemente, ¿no te gusta la vida que tienes en este momento? El pasado nos alcanza y afecta el presente, de eso no hay ninguna duda. El presente es el regalo de la vida que te permite entender el pasado, perdonarlo y aceptar el hoy para transformarlo. Comienza a aceptar la vida que tienes, a no pelear con lo que posees o con lo que eres, acéptalo simplemente. Sin trabas acepta el regalo de la Navidad.
Ebenezer Scrooge, en Un cuento de Navidad, tiene la oportunidad de ver su futuro y lo que aprecia es simplemente terrorífico: se encuentra totalmente solo y no existe una sola persona que sienta afecto por él. En medio de su sueño, Scrooge comprende que la felicidad en la vida consiste básicamente en tres cosas: en formar y amar a la familia, en servir y ser generosos con quienes nos rodean y en vivir los principios que enseñó Jesucristo, quien por cierto, aunque a menudo lo olvidemos, es la gran razón de la Navidad.
Perdonar el pasado, a quienes en él te lastimaron y los errores que cometiste; aceptar el presente y la dádiva que ofrece para transformar lo que hoy se tiene son dos de los grandes regalos que el nacimiento de Cristo trae a nuestras vidas y que, al igual que en el viejo cuento, pueden transformar nuestra existencia.
La Navidad es el pretexto perfecto para cambiar: comienza abrazando a los que están cerca de ti, escribe notas de afecto y sin razón alguna haz un regalo especial a alguien; invita a un amigo y acepta la invitación que te han hecho, rompe tu rutina, diviértete y verás que, poco a poco, un sentimiento especial y cálido se irá anidando en tu corazón y será tal que querrás que dure por siempre y tal vez, solo tal vez, tú también salgas gritando a la calle: “¡Feliz Navidad y que Dios nos bendiga a todos!”.