La fe siempre precede al milagro
Si dudas de la soberanía de Dios ten por segura que nada entiendes de lo que significa confianza. La vida es una incertidumbre. La fe siempre precede al milagro
Marta Martínez Aguirre
Cuando Selene lo vio en el piso, un escalofrío corrió por su espalda. Allí estaba Andrés, su niño de cinco años, tumbado boca arriba. La sala de emergencias del hospital estaba repleta. Selene se quebró en llanto cuando el médico de guardia gritó: “Urgente, a quirófano”, mientras ella miraba cómo se lo llevaban a toda prisa.
A las tres horas de haber llegado al hospital, la puerta del quirófano se abrió abruptamente. El cirujano de guardia llamó a los familiares de Andrés, pero al ver a Selene indefensa y ahogada por el llanto, se le acercó sin prisa y se sentó a su lado.
A los quince días Andrés estaba de nuevo en su casa. Selene le mostró los cambios en el baño y en el resto de las habitaciones. Al pasar por la cocina pudo recordar aquella fatídica tarde al intentar alcanzar la lata de galletas: el niño se había trepado a la mesada y había colocado una pila de libros como soporte, creyendo que por pisar con cautela iba a soportar su peso. Deslizó sus manos por la manta que cubrían sus piernas en la silla de ruedas y lleno de ternura le dijo a Selene:
–Mami, no estés triste: todavía puedo comer de tus galletas.
En el mundo infantil las crisis están vinculadas con aquellas cosas que tornan mágica la vida: un oso de peluche que se pierde en el asiento trasero del autobús, una pelota que pincha el vecino iracundo de la cuadra, un amigo que se muda a otro barrio, un cumpleaños al que no te invitan, unas galletitas desparramadas por el piso de la cocina. En el mundo adulto, por el contrario, las crisis a menudo están vinculadas a divorcios, quiebres emocionales, infidelidades descubiertas y tarjetas de crédito anuladas.
La fe siempre precede al milagro
Andrés me recuerda a Pedro. En una oportunidad Pedro y sus compañeros habían intentado pescar toda la noche, sus manos callosas habían estado recogiendo las redes vacías. Ellos sabían muy bien lo que era un día de suerte y el que era una pérdida de tiempo. Pero cuando vino Jesús y le dijo que lo intentaran de nuevo, Pedro no se puso a pensar, como lo hicieron sus vecinos, en las horas sin dormir, el frío de la noche, la humedad carcomiendo los huesos, el reuma guiñándole un ojo y su familia con el estómago pegado a la columna. No impugnó la idea de Jesús, argumentando su larga trayectoria en el mar, ni dejó que sus frustraciones cerraran su esperanza. Simplemente tiró las redes, para sacarlas repletas de pesca abundante. Jesús estaba en la playa y ese era su pasaporte al milagro. La fe precede siempre al milagro.
Andrés no pierde el tiempo dudando del poder de Dios, él está enfocado en ser feliz y gira sus ruedas hacia esa autopista. En sus oraciones le agradece a Diospor practicar en el equipo de básquetbol, ensayar una danza folklórica para el festival del colegio y jugar a “las escondidas”. Cada noche elabora una lista de las bendiciones que todavía tiene en su vida.
Si dudas de la soberanía de Dios por qué te enfocas en las ruedas o en las redes vacías, ten por segura que nada entiendes de lo que significa confianza. Nuestro Dios siempre tiene un plan, el tema es si tú te adhieres a él o sigues tu propio camino.
No pierdas el tiempo preguntándote: ¿por qué a mí?, ¿Porqué ahora? ¿Me ama Dios?
La vida es una incertidumbre, pero no significa que no obtengas respuestas, ni que debas sentirte insegura. El profeta Isaías sostiene que Dios lleva en sus brazos a sus corderos (Is 40:11). Él te cuida y entiende tu pena, no creas que no va a darte respuestas. Enfócate en seguir adelante, deja que Dios use tu dolor para fortalecerte mientras estás en camino.
El poderío de Dios cubre tus derrotas y anticipa tus caídas. No dejes que la silla te paralice, o que la red vacía te frustre. Ese divorcio no tiene por qué perturbarte, o la infidelidad robarte la dicha, porque Dios todavía está en la playa.