Los animales son más humanos que las personas

Está de moda defender a los animales, y eso es bueno. También parece estar de moda defender más a los animales que a las personas, ¿Los animales son más humanos que las personas?

Pilar Ochoa Mendez

Hace tiempo fui a una reunión de amigas. Allí conocí a la amiga de una de mis amigas. Cuando la escuche hablar, mi primera impresión fue admirar su pasión por defender a los “pequeños amigos peludos”, como ella llamaba a las mascotas, imagino que aunque fueran tortugas, pájaros o peces. Yo me considero amante y defensora de los animales, pero esa mañana uno de sus comentarios me dejo fría: “Por supuesto que me importan más los animales que la gente, y eso enseño a mis hijos”.

Los animales son más humanos que las personas

Varias de mis amigas asintieron, alguna incluso soltó un: “Es que los animales son más humanos que las personas”. En ese momento, a falta de algo mejor que decir, opté por quedarme callada. Con todo, esas palabras siguen dando vueltas en mi cabeza.

Anticipo que no pretendo juzgarle. Todas queremos educar a nuestros hijos para ser hombres y mujeres de bien, formarlos en el respeto y el amor a todas las creaturas pero, ¿más importantes los animales que las personas?

Es cierto, muchas veces nos duele ver el maltrato que muchos animalitos sufren en demasiados lugares. Son cosas que me enojan y me llevan a actuar en su defensa. Yo, por ejemplo, hablo con mis hijos para explicarles a su tierna edad que toda vida es sagrada, que su deber es cuidar la naturaleza pero jamás, jamás, pondré la vida de cualquier animal, sobre el valor de la vida de una persona. Ni siquiera si es el cachorro más adorable, contra el más vil asesino.

Las mascotas son parte de la familia

No sé cuántas personas haya que piensen como la amiga de mi amiga. Yo reconozco que los animales son preciosos. Pueden ser leales, tiernos, pueden ser la mejor compañía para quien se siente solo, incluso y con mucha frecuencia, salvan vidas. Pero finalmente son animales. Si el perro sacude su cola y ladra al verte, es porque tu presencia le indica bienestar y seguridad, no porque haya razonado acerca del tiempo que tardaste en el tráfico antes de llegar a casa. Los animales experimentan sensaciones como frío, calor, dolor; pero ni siquiera las especies más evolucionadas y “cercanas al hombre”, son capaces del raciocinio: no son seres libres sino plenamente instintivos; no aprecian una noche estrellada, la belleza de un Van Gogh, y jamás se reirán de un chiste.

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A diferencia del hombre, un león ataca porque así está programado por su instinto; jamás un león atacará a otro para grabarlo y subirlo a YouTube. Jamás, un león sacrificara su vida por la libertad de un cordero. El tener una mascota trae muchísimos beneficios para el desarrollo emocional de los niños, e incluso podemos considerarlos parte de nuestra familia, pero a diferencia de otros integrantes de la familia, no pueden quedarse a cargo de un enfermo, aconsejarnos para tomar una decisión complicada, ni ayudarnos en un problema económico, ¿no crees?

Al volvernos padres, los seres humanos nos re-conectamos con un instinto animal, de protección a la especie. Descubres una fuerza que no sabías tener, para defender a tus hijos. Y esa fuerza, a poco no, les defiende no solo de las amenazas físicas, sino del dolor emocional, del abuso, buscando para ellos la más plena realización. Pero, a diferencia de cualquier animal, nosotros podemos amar. Podemos conocer, elegir, y amar. Eso nos confiere una dignidad superior a cualquier otro organismo animado e inanimado.

La responsabilidad con nuestros cachorros

Recientemente vi un poster en internet con un mensaje a la vez tierno y brutalmente cierto, un pequeño panda con un letrero: “salven a los bebes humanos”. Tanta pasión por salvar a los perritos, delfines, leopardos, tendría que traducirse por una enorme pasión por cada niño y cada niña que en nuestro mundo, hoy, sufre los abusos más terribles; por cada mujer embarazada, sola y asustada; por cada jefe de familia que por más que lucha no ha logrado conseguir el pan para sus hijos.

Un ser humano puede ser monstruoso, inhumano, despiadado. Puede, en muchos sentidos, descender en bestialidad por debajo de cualquier bestia. Pero eso no hace superiores a los animales: lo que hace es darnos esa responsabilidad que nos da el cartel, de cuidar con amor y educar con valores a los bebés humanos, para que se eleven a la altura de esos grandes hombres que han cambiado la historia.

Pienso en la amiga de mi amiga, y tomo la decisión de poner más empeño en educar a mis hijos en el respeto y el amor por la naturaleza, especialmente por su miembro más importante: cada ser humano. Y tú, amiga lectora, ¿qué piensas?

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Pilar Ochoa Mendez

Pilar es pedagoga, está convencida de que su forma de cambiar al mundo es a través de la familia y la educación. Le encanta leer, mirar televisión y una buena discusión, incluso cuando no gana.