Los milagros ocurren: Cómo tener un padre, el día del padre
Si no tuviste un modelo que te haya enseñado a ser un buen padre, siempre es posible aprender de otra manera a ser un buen padre. Aquí te digo cómo.
Oscar Pech
Deja te cuento una historia. Hace muchos, muchos años, en una clase de religión, el maestro dijo a los alumnos que deberíamos aplicar las Escrituras a nosotros mismos. Entonces, en una parte de las Escrituras donde se lee: “Yo, [aquí el nombre del profeta], nací de buenos padres”, él pidió que los alumnos tacharan el nombre del profeta, y escribieran su propio nombre para que dijera, por ejemplo: “Yo, Óscar, nací de buenos padres”.
La idea, por supuesto, era que los jóvenes sintieran agradecimiento por los padres que tenían, por muy imperfectos que fueran. Entonces un compañero de la clase, uno de cabello largo, desaliñado, sucio, indolente, rebelde (vaya, uno que hoy día sería invisible entre los jóvenes, pero que en la década de los setenta era muy mal visto por todos), dijo:
—Oiga maestro, ¿y si yo no nací de buenos padres?
Su pregunta fue espontánea por completo: salió de lo más hondo de su corazón, de esa parte que todos cuidamos de mantenerla intocada por el mal, el recelo, o la envidia. Más de un alumno se ruborizó, y luego se solidarizó con él y miró con resentimiento al maestro, que había puesto a ese muchacho en una posición de veras vulnerable. Todos sabíamos que él era como era no por elección propia, sino porque venía de una familia muy disfuncional y que ese compañero simplemente le había tocado heredar muchos problemas, limitaciones y malos hábitos, acumulados por varias generaciones.
En un rapto de inspiración, sin dudarlo un segundo, el maestro respondió:
—Entonces tú escribe: “Yo”, pones tu nombre, y agregas: “seré un buen padre.”
La necesidad de la figura paterna
Todos necesitamos tener una imagen paterna. Es muy difícil crecer por sí mismo sin un apoyo. Cuando era un adolescente, de repente me di cuenta que casi todos mis amigos y yo éramos huérfanos o hijos de madres abandonadas. Y me di cuenta de que, sin ponernos de acuerdo, todos “adoptamos” a una familia del vecindario donde sí había un papá: todos buscamos alguien que pudiera servirnos de padre, o de padrino, o de imagen paterna.
A veces yo veía que mis compañeros le contestaban mal, ignoraban o incluso ridiculizaban a su papá, y yo me decía: “¿Cómo pueden hacer eso? Si yo tuviera un padre, ¡cómo me gustaría poder ir y abrazarlo, y decirle cuánto le amo! ¡Decirle cuánto le necesito! ¿Cómo pueden no apreciar a sus padres?” Y el día del padre era una fecha dolorosa: era recordar que en mi vida había una ausencia enorme.
Pero bueno, me imagino que era solo eso: que nadie sabe de verdad todo lo que tiene, hasta que lo pierde. Y ahora que empiezo a ser un hombre viejo, cuando veo a los jóvenes que se vuelven jueces de sus papás, sé que todo joven necesita pasar por esa etapa de crítica y distanciamiento de su padre, y que los adolescentes no tienen la obligación de ser porristas de sus padres.
Pero bueno: con el tiempo, todos nosotros nos casamos, tuvimos hijos, el Padre Eterno nos dio la oportunidad de ser padres y cada uno de nosotros lo fue a su manera, con sus respectivos errores y aciertos. Si tú eres padre, sabes bien que en más de una ocasión has cometido un error y, cuando tu esposa te pregunta que cómo pudiste hacer algo tan ruin, o impropio, o torpe, la simple y más honesta respuesta es: “Es que así me educaron”, sin ver que muchas veces fuimos educados de tal manera que esa crianza dañaba nuestra autoestima.
Cómo ser un padre ejemplar, cuando no hay ejemplos
Por otra parte, déjame te cuento del mejor padre que he conocido. Él era un hombre al que lo abandonaron sus padres y lo crio su abuela, siempre haciéndole sentir que era “un arrimado”, que no tenía derecho a nada en esa casa. Él vivió siempre menos como un familiar, que como sirviente. Tenía más de treinta años cuando aprendió a leer y escribir y cuando le pregunté que cómo había hecho para ser un padre tan extraordinario, él dijo, con éstas u otras palabras: “Es que no hubo manera de heredar malas costumbres o ejemplos errados: me guie por los preceptos de las Escrituras, y esa fue mi escuela”.
Yo creo que existimos millones de personas que no tuvimos un padre, que nos duele cuando se acerca el día del padre y que, sin embargo, logramos ser buenos padres. Si no has sido un buen padre, o si te hace falta esa imagen paterna, acaso lo mejor que puedes hacer, es lo que dijo hace muchos, muchos años ese maestro de Chihuahua: poner por escrito esa determinación de ser un buen padre, y entonces aferrarte a las Escrituras. En mi caso, me dio ese milagro: de hacerme saber y sentir muy hondo en mi corazón que hay un Dios, que Él es nuestro Padre, que nos ama y que en las Escrituras encontramos los principios para guiar a nuestros hijos, para darles un desarrollo seguro mientras ellos transitan por este mundo tan inestable.