No juzgues a quien perdona una infidelidad
"Aquel de ustedes que esté sin pecado, que arroje la primera piedra", Juan 8:7.
Yordy Giraldo
Descubrir una infidelidad y sentir que se nos viene el mundo encima, es la misma cosa. Un cúmulo de sentimientos encontrados nos llega de pronto, y pasamos del deseo de terminar con todo, aunque ello implique vivir el resto de nuestra vida sin la persona que amamos: la disolución de nuestro hogar, la reacción de nuestros hijos, el orgullo herido por sentir que no fuimos suficiente.
El amor se envenena y nos envenena, y quisiéramos no amar para poder desprendernos de esa persona como quien se quita una piedra del zapato. Sin embargo, lo que en realidad sentimos es como si estuviéramos desechando nuestro propio corazón, por eso no siempre es tan fácil renunciar a todo sin dar una última batalla.
Como si esto no fuera suficiente, debemos sumar al dolor el juicio social, la crítica, el señalamiento, pues no falta quien nos hace responsables del engaño, u otros tantos que ven en nuestra persona el ejemplo de alguien que no se respeta y que carece de un ápice de amor propio por el solo hecho de decidir apostar por una nueva oportunidad en la relación.
“El que de entre vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”, está escrito en San Juan 8:7. Sin embargo, todos nos constituimos en jueces cuando se trata de opinar sobre aquello que no nos compete, pero sobre todo de lo que no nos duele, ni nos afecta directamente.
En ocasiones el perdón viene del amor, del interés, de la familia, de los principios, del miedo, de la culpa… Puede ser todo junto o separado, pero llegar a éste implica poner en una balanza lo que tenemos y a lo que vamos a renunciar, y aquello que decidamos hacer con nuestra vida es un derecho del que solo puede disponer cada quien.
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Por qué no juzgar a quien perdona una infidelidad
1. Las familias lo merecen
Quizá pienses que el orgullo vale más, pero si una madre opina que la estabilidad emocional de sus hijos es más importante, ¿de verdad tienes derecho a criticarla?
2. No está lista
No siempre se trata de que nos guste la mala vida, pero hacer cosas cuando no estamos preparados a renunciar a ellas, es igual de malo que quedarnos cuando no queremos. El “hubiera”, aunque no existe, atormenta, así que dejemos que sea la persona afectada quien decida qué hará con su vida.
3. Existe amor
¿Alguna vez has estado enamorada? ¿Recuerdas lo que es imaginarte siquiera la vida sin tu amor? ¿Revisar mil veces el teléfono, el correo electrónico, preguntar a todos por esa persona, y llamarle todo el tiempo aun a riesgo de parecer acosadora?
4. Fe o principios
Ambos términos hablan de la forma de pensar y de afrontar la vida de cada persona, e inmiscuirnos en eso es atentar contra el derecho que cada quien tiene de decidir sobre su vida. ¿Te gustaría que alguien te dijera lo que tienes que hacer?
Aprender a ponernos en el lugar de los demás es requisito vital cuando queramos enjuiciar a alguien por sus decisiones. La vida no está hecha de absolutos, y culpable e inocente son términos muy amplios cuando se trata del comportamiento humano.
El derecho de toda persona a decidir sobre su vida es irrenunciable, o debería. Al dolor del engaño no sumes la tristeza de saber que se está solo y condenado, mejor quédate cerca, ofrece tu hombro y respeta los sentimientos de quien sufre.
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