Lucha contra esos diálogos internos que te hostigan
¿No inundan tu mente y tu corazón un maratón de comentarios que te recuerdan cosas, te hostigan y hasta te ridiculizan? La infancia, y la adolescencia son los espacios favoritos de las heridas más profundas.
Marta Martínez Aguirre
Son las 7 am, el agua está hirviendo, la tizana de menta está lista. Cinco minutos después, cuatro tostadas saltan airosas de la tostadora. Sin saber su destino, la mermelada casera de duraznos cumple su cometido y estoy segura que la jornada será brillante.
¿Por qué comiste cuatro tostadas en vez de dos?, ¿por qué no saliste antes?, ¡vas a perder el autobús!…
Una marea incesante de conversaciones internas se agolpa en mi mente. No creas que necesito ajustar la medicación o tomar una nueva. Es que tengo la manía de conversar a solas conmigo todo el tiempo desde que me levanto hasta la noche.
¿Acaso no lo haces? ¿No inundan tu mente y tu corazón un maratón de comentarios que te recuerdan cosas, te hostigan y hasta te ridiculizan? Creo que todos en alguna forma, somos socios vitalicios del club de la “tendencia a autoagredirse”.
Cómo nos cuesta responder a las frases bonitas que vienen de otros que no son nuestros familiares o amigos:
—Me encanta la foto de tu perfil, luces fantástica (recibes 157 “me gusta” de tus contactos)
—Agradezco los comentarios, pero creo que es por el efecto de la luz
¿Sabes? Creo que hay que erradicar ese concepto falso de humildad que no nos permite aceptar elogios por miedo a volvernos orgullosos o que se despierte nuestra vena narcisista. De modo que crecemos con un patrón firmemente arraigado en nuestra psiquis de rechazo a todo lo gentil y amable con respecto a nuestra persona, a tal punto que ni siquiera somos capaces de darnos cuenta de ello.
Rastreando el origen
Nunca fui buena para los deportes, de modo que la hora de gimnasia en el liceo era mi peor hora. Cuando mis compañeros de clase debían elegir compañeros de equipo yo era la última elección. El único año que fui completamente feliz, fue cuando me fracturé un brazo y me exoneraron de la materia. Era como si una voz interna me dijera “eres brillante para las matemáticas y el resto de las disciplinas, pero en esto no tienes vida”. La infancia, y la adolescencia son los espacios favoritos de las heridas más profundas. Quizás tú también has pasado tus días esquivando las balas de los comentarios sarcásticos o las risitas en los pasillos.
Estaciónate a un lado de la ruta
Cuando los comentarios negativos hacia ti misma te invaden, detén el vehículo de las heridas y realiza preguntas a esa voz interior, ¿puedo cambiar algo?, si puedes cambiar algo, hazlo, si no súbete al auto de la afirmación y sigue camino. Si la voz me dice “esa blusa te queda espantosa”, me miro en el espejo y busco un collar o algo que me ayude a lucir mejor, pero si realmente me queda bien, me termino de arreglar y salgo a lucirla tan radiante como nunca.
Sé grosera, interrumpe la conversación
No dejes que esa conversación se vuelva una tesis en tu contra. Corta el monólogo interior destructivo y realiza una pregunta diferente o saca a colación otro tema. Al hacer esto habrás roto la cadena negativa. “Podrías haber dado mejor la clase” puede ser interrumpido con “¿te conté que los alumnos más inquietos estaban atentos?”.
Agenda los coloquios negativos
Programa una hora al día en que te sientas libre de negatividad. Cuando venga una crítica o idea negativa, dite a ti misma: “Lo lamento, no hay tiempo para esto ahora. Vas a tener que esperar hasta las nueve de la noche, o cuando dedique diez minutos a llenar mi cabeza de temores.” A esa hora estipulada, anota los pensamientos negativos y trabaja en ellos. “hablaste de más” puede ser motivo para aprender a escuchar.
Cuando alguien en tu mente abre la heladera y saca el antídoto contra la ponzoña de la aprobación, úsala, no la desperdicias. Es hora de seguir estos consejos y ponerle punto final a la negatividad. Aceptar que las personas nos afirmen como personas, y autoafirmarnos es parte del amor a nosotras mismas. Por favor empieza hoy mismo.