Para ti, que te sientes culpable de no ser la mamá perfecta

Ser padre o madre hoy, equivale convivir con un fuerte sentimiento de culpabilidad, con el miedo a veces paralizante de no estar haciendo lo correcto con nuestros hijos.

Pilar Ochoa Mendez

¿Cambia tu vida al ser madre? Desde luego que sí. Desde los primeros momentos después de la concepción, el cuerpo de la mujer inicia un proceso de adaptación que le permitirá gestar y cuidar a ese nuevo ser humano, lo cual genera un cambio tanto en su cuerpo, como en su mente. Cambia también su guardarropa, sus hábitos para ejercitarse, socializar, incluso el tipo de medicinas que puede tomar si llega a enfermar. Cambian sus prioridades y comienza el acecho de un molesto y persistente nuevo sentimiento: la culpa.

El poder tener en mis brazos a mi hija recién nacida, me permitió maravillarme como nunca, agradecer el ser mujer. Acunarle, cantarle y ver su cara pequeñita, fue un momento que siempre recordaré pues, aunque breve, es muy poderoso. Y breve, pues de inmediato comienzan las preocupaciones: ¿come bien? ¿Duerme lo suficiente? ¡Caramba! cuando hace pipí o popó, ¿lo hace “bien”?

El exceso de información no nos ayuda a tomar decisiones

Por supuesto que me preparé. Además de las decenas de folletos que las marcas de productos para bebé me enviaron, comencé a seguir blogs sobre maternidad, grupos de Facebook y mis conversaciones con familia y amigos giraban cada vez más acerca de un nuevo y atemorizante tópico: hacer lo correcto.

Que si le das pecho a tu bebé, o bien, si tomó fórmula. Si le vacunas o te arriesgas; si le das leche de vaca tradicional, leche orgánica o sofisticadas lechadas vegetales. Si trabajas y descuidas a tus hijos, si no trabajas y descuidas tus sueños; si lo regañas, si te aguantas el berrinche con expresión de mártir. Cada bendita decisión en este camino de ser madre llegaba aderezada con una punzada de culpa. Y es que existen cientos de blogs que garantizan que si les dejo llorar se traumarán, pero si no los dejo llorar, no tendrán límites. Existe demasiada información, demasiadas voces diciéndonos, exigiéndonos llenar un rol preconcebido de la buena madre.

El miedo a equivocarnos nos roba certezas

La cuestión es que los cientos de expertos en crianza no se ponen de acuerdo sobre qué caramba significa ser “una buena mamá”. Por eso, tantas mujeres vivimos con un miedo que se cuela por el rabillo del ojo, con la angustia de estarnos equivocando. Ese miedo que se suma a nuestras inseguridades, cambios físicos, sociales, familiares, ese miedo que si le dejamos, puede paralizarnos.

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La culpabilidad de no ser una mamá perfecta

Sí, me he sentido culpable, mucho, muchas veces. Y trato de recordarme que muy probablemente mis hijos necesitarán terapia, ¿quién no? Los papás nos equivocamos, es hora de admitirlo. Hace casi diez años escuché de una amiga uno de los mejores consejos que he recibido: nunca jamás intentes ser la “buena esposa”, la “buena madre” porque, ¿serás buena según quién? ¿Según cuál de los diversos roles preconcebidos? Trata de ser, dijo mi amiga, la mejor mujer, esposa, mamá, amiga que tú, y solo tú, puedas llegar a ser.

¿Ser mamá perfecta, o ser mamá feliz?

Me declaro culpable de no haber terminado aún de lavar los trastes, de que los juguetes de mi niña siguen desperdigados por la sala. Soy culpable de haber pasado todo el día en pantuflas, con el pelo recogido en un chongo muy poco estético. Soy culpable mirar el celular con mayor frecuencia de lo que debiera, de desesperarme si mi hija insiste en comerse el azúcar a cucharadas. De otras tantas acciones y omisiones que no terminaría de enlistar.

Pero hoy jugué con ella. Fui su caballito, logré hacerlo sin pisar ningún juguete. Cenó verduras y solo se bajó de la cama tres veces antes de finalmente dormirse. Nos volvimos súper héroes, nos acostamos juntas y además de agotada, me siento feliz.

Antes quería ser una mujer modelo, una mamá modelo. Ahora espero nunca serlo, al menos no a propósito. Quiero ser mamá de mis niños, quiero escuchar más a mi corazón, a mi sentido común, menos a los informados y bien intencionados consejos del mundo. Quiero reconocer cada vez más ese odioso sentimiento de no ser lo suficientemente buena porque, para mis hijos, solo existe una madre, y es perfecta. Aunque esa madre sea yo.

A emprender pues, batalla campal contra la culpabilidad: fuera de aquí “la madre perfecta”, bienvenida la madre feliz.

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Pilar Ochoa Mendez

Pilar es pedagoga, está convencida de que su forma de cambiar al mundo es a través de la familia y la educación. Le encanta leer, mirar televisión y una buena discusión, incluso cuando no gana.