Cambia la envidia por admiración
La envidia puede paralizarte y estropear tu progreso. La admiración, en cambio, puede llevarte a lugares insospechados del éxito.
Rafael Vázquez
Lo vi varias veces en la escuela, desde la secundaria: los chicos se agolpan afuera del salón de Química esperando a que el profesor pegue en la ventana las notas finales. Las manos sudan, los dientes rechinan. La tensión está al máximo y el aire podría cortarse con un rebanador de pasteles. Al fin, desde dentro el profesor se acerca a la ventana y coloca con cinta adhesiva la lista de notas finales. Como es normal en Química, las notas son en general un desastre: la mayoría apenas acreditó con lo mínimo necesario y unos cuantos tendrán que tomar exámenes especiales, o recursar. De pronto, alguna voz chillante, indignada, rompe con el gris murmullo de la resignación:
—¿Quién sacó la nota máxima?
Como apremiados por un instinto, todos se vuelven a juntar en torno a la lista. Y ahí está la respuesta, y los comentarios no se hacen esperar:
—¿Luisa obtuvo la nota más alta?
—¿Cómo pudo ésa sacar 100? ¿Qué trampa hizo?
—Nadie más alcanzó siquiera el 80, de seguro hay gato encerrado.
—Por supuesto que hay gato encerrado, ¿no vieron cómo el día del examen final Luisa traía un nuevo corte de cabello?
—Sí, y usó demasiado perfume…
—¿Y ustedes creen que haya sido casualidad que al asignar las bancas, ella quedara más cerca del profesor?
—Además, el asistente del profesor siempre la mira con ojos de amor…
¿Te resulta familiar? Lo más desafortunado puede no ser que estas situaciones se vean con frecuencia, sino qué papel has desempeñado en cada una de ellas. ¿Te ha tocado estar en el lugar de alguno de los que están hablando? ¿Te ha tocado estar en el lugar de Luisa?
Hace poco te escribí sobre cómo el Dr. Solomon Asch descubrió a mediados del siglo XX los mecanismos del conformismo. Y uno de esos mecanismos, de hecho, el mecanismo fundamental que sostiene y mantiene el terrible aparato del conformismo y el miedo al éxito, es la envidia.
“No soporto verlo”
En latín, la palabra ‘invidia’ al principio se refería a aquellas cosas que eran tan duras y tan desagradables que se prefería apartar la vista, para no verlas. Bien pronto la palabra llegó a significar aquellos sentimientos negativos que experimentamos cuando vemos a alguien poseer o vivir cosas que nosotros queremos y no tenemos. Hoy, la Real Academia Española define la envidia como “deseo de algo que no se posee”, lo que produce “tristeza o desdicha al observar el bien ajeno”.
Cuando descubrimos que alguien tiene algo que nosotros anhelamos, surge la envidia si no hemos aprendido a lidiar con la sorpresa de haber descubierto eso. La envidia es una emoción que resalta aquello de lo que carecemos, por lo cual comenzamos a pensar persistentemente en ese tema. A medida que pensamos más en lo que no tenemos y otra persona sí, los pensamientos se vuelven más profundos, lo cual nos puede llevar a una convicción de que somos inferiores al otro.
Al sentirnos inferiores, comenzamos a sentirnos amenazados por los demás, que son superiores en nuestra percepción. Ante esa amenaza, nuestra reacción es un comportamiento hostil persistente. Una conducta hostil muy recurrente es criticar y emitir juicios irresponsables sobre las personas que tienen lo que nosotros no. Por ejemplo, cuando los compañeros de Luisa comenzaron a elucubrar sobre las trampas que hizo para sacar la nota más alta, en lugar de concederle el crédito de un esfuerzo constante y de un talento para la Química.
La envidia nos arrebata la capacidad de alegrarnos por los demás. Los triunfos, logros y metas alcanzadas de otros nos hieren, porque realzan continuamente aquello que nosotros no hemos alcanzado. Y entre más nos concentramos en sentirnos inferiores, defendernos de los demás y enjuiciar a otras personas, desperdiciamos valiosas fuerzas, horas y recursos que bien podríamos emplear en nuestros propios logros, metas, proyectos, en nuestra propia realización.
La admiración: el feliz remedio
¿Cómo neutralizar el efecto nocivo de que otros obtengan lo que nosotros no? Puede ser algo difícil, pero es relativamente sencillo: cambia la envidia por admiración. Si nos damos cuenta de dones, posesiones y talentos de los cuales carecemos, la envidia nos destruirá, pero la admiración nos dará lo necesario para construirnos a nosotros mismos. Y como resultado, nuestras relaciones personales serán más edificantes y felices.
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