Los milagros suceden. La máquina que te conecta con tu niño interior
Si no sabes qué es tu niño interior y por qué tienes que contactar con él, tienes que ver este vídeo. Te va a encantar.
Oscar Pech
Déjame te cuento una anécdota muy breve. Tengo casi 52 años. Hace pocos días Alguien me regaló unos dulces de agar, que son los que me regalaba mi padre cuando yo tenía dos años. Bastó con que probara uno, para que los recuerdos empezaran a aflorar, menos en mi memoria que en mi corazón. Detalles de mi bondadoso padre que yo había olvidado por completo. En otras palabras, brotó mi niño interior. ¿Qué es tu niño interior? Es una o varias de las siguientes cosas:
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Es nuestro yo más auténtico
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Es a quien le cedemos el timón, cuando como adultos nos rendimos
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Es el vínculo que nos conecta con nuestra verdadera esencia
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Es las heridas que, por falta de amor, nunca pudieron cicatrizar
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Es esa parte de nuestra persona que se las ingenia para todavía vivir en el paraíso.
Me imagino que algún psicólogo agregaría que es esa parte nuestra que logra evadir y burlar al superyó. Y ese es el punto de este artículo: nadie puede vivir de manera natural en sociedad. Para poder vivir en sociedad uno debe callar al niño interior, y eso nos genera neurosis y obsesiones; es lo que nos hace “eficientes” porque, mientras más logres callar a tu niño interior, por lo general funcionarás mejor en tu empleo.
El éxito exterior y el éxito interior
El problema es cuando callamos tanto, o escondemos tan bien a nuestro niño interior, que lo olvidamos o lo perdemos, y entonces nos volvemos como este hombre gris del vídeo, que ni siquiera puede recordar cuándo fue la última vez que se rio de algo tonto. Lo cierto es que a veces algo en la vida nos engaña, y confundimos el éxito exterior con el éxito interior. El éxito exterior puede medirse en logros académicos, económicos, de poder. Pero el éxito interior —que no sé si lo podemos medir— tiene que ver con la paz de tu vida, la felicidad en tu familia, el deseo que tienen tus hijos de convivir contigo.
El alcanzar una vida equilibrada
Y la verdad es que el primer tipo de éxito no vale nada sin el segundo. Hay gente muy rica o poderosa que es solitaria, amargada, detestable: uno los evita siempre que puede. Como también es cierto que lo contrario: alguien que se siente muy genuino, que dedica su vida a “ser él” y a satisfacerse a él, y jamás logra conservar un empleo, vaya, que es un “Peter Pan” que nunca quiere crecer, y él tampoco es un hombre que logra mucho éxito, creo. Imagino que estarás de acuerdo conmigo en que la persona que triunfa es aquella que encuentra un equilibrio entre el éxito exterior y el interior; el que sabe cuándo abrazar y dejar aflorar a su niño interior.
Conectar con tu niño interior
Cierto, el éxito verdadero implica un equilibrio entre ambos tipos de éxito e —insisto—igualmente cierto es que la vida en general nos lleva a buscar más el éxito exterior, el ocultar a nuestro niño interior. Y por fortuna la vida te da una oportunidad enorme de abrazar a tu niño interior, de mantener feliz tu existencia, y es simplemente jugando con tus hijos o con tus nietos.
Cómo jugar con tus hijos
Una de las cosas que más me impresionaba de cuando mis hijos eran pequeñitos era cómo, cuando ellos contactaban con un niño desconocido, dialogaban, establecían las reglas del juego que inventaban sobre la marcha, y ellos mismos, así, sobre la marcha, modificaban o mantenían dichas reglas a fin de que el juego resultara más entretenido. De nuevo, para encontrar y abrazar a tu niño interior:
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No impongas jerarquías
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No des órdenes
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No te preocupes de tener un ambiente aséptico
No lo olvides: es en el juego con tus hijos donde, lo quieras o no, le compartirás tu visión de lo que es la existencia, y cómo vivirla. Es en el juego donde le puedes enseñar a manejar sus emociones. Es allí donde tú le transmites tus principios, valores y creencias morales. Pero, por encima de todo, es en el juego donde más fácilmente le harás saber a tus hijos o nietos cuánto los amas, y donde nacen esos lazos —podemos llamarlos memorias o recuerdos— que hacen que un simple dulce de agar, cuando tu nieto lo pruebe y tenga casi 52 años, vuelva a ser un niño de dos años, y tú vuelvas a ser recibido, gozoso, en su corazón.