Tu hijo adolescente mira la adversidad lleno de miedo. Ayúdalo a que tenga una vida fascinante
Una buena vida espera a tus hijos. Para ello debes impedir que la mediocridad eche raíces en el jardín de tu casa. Tu hijo adolescente mira la adversidad lleno de miedo: ayúdalo a que tenga una vida fascinante.
Marta Martínez Aguirre
¿Cómo acabar con la mediocridad en el mundo?
Un día de abril, Antonia se inclinó sobre el cantero, quitó las hierbas y abrió, uno a uno, los sobres con semillas. Acarició los surcos con ternura. Con la mirada contempló cómo las simientes caían en la tierra hambrienta. Sus hijos y nietos estaban esperando su propio turno. Una vez que cada uno sembró algunas semillas, el hijo mayor propuso un brindis:
-Por mamá y esta tradición familiar que nos pertenece y nos reúne cada año para iniciarla todos juntos.
-Por la siembra -gritó uno de los nietos adolescentes.
Y todos gritaron unánimes:
-Por las penas que se vestirán de flores.
Antonia conoció el dolor golpeando a su puerta el día en que le dijeron que José –su marido– había muerto tras caer de un andamio. En aquellos tiempos salir a trabajar con cinco hijos era un verdadero sacrificio. Como no tenía dinero para pagar una terapia, se las ingenió para hacer el duelo trabajando en su jardín. Cada otoño, Antonia sembraba semillas y enterraba junto a ellas notas en las que escribía sus preocupaciones y tristezas. Junto a los crisantemos sepultaba: “Tengo miedo de no poder pagar el alquiler”, junto a los lirios: “Me angustia no poder comprar suficiente leña para la estufa”, y pegado a los claveles: “Me siento sin fuerzas”.
Al llegar la primavera reunía a sus hijos y les decía: “Veamos en qué se convirtieron mis penas y mis miedos”. Entonces, se sentaban juntos a mirar los canteros llenos de flores y a dialogar en familia: se daban cuenta de que el dolor se había vuelto primavera.
Aceptar el invierno
La mayoría de los adolescentes hoy no están listos para aceptar el invierno. Y la culpa es de los padres. Sería excelente que el mundo se llenara de mujeres como Antonia, quien con su ritual terapéutico preparó a sus hijos para aceptar las derrotas, el sufrimiento y las frustraciones. Les dio esperanza de que no hay que darse por vencidos. Los adolescentes cada vez más se derrumban por las pequeñas pruebas: una novia que los deja, un examen que no aprueban, la derrota en una competencia deportiva callejera… Miran la adversidad llenos de miedo. Por eso es esencial que aprendan que la semilla debe morir para nacer de otra manera, como el dolor que, con el paso del tiempo, sanará dejando sus flores.
Trabajar en la tierra
Toda tierra requiere abono, y la fe y la paciencia son el fertilizante de la vida abundante. Enciendes la televisión y una voz sensual te dice que odies la paciencia. La vida acelerada no hace otra cosa que impedir un alto en el camino, detenerse a pensar y abrazarse a la espera. Ahora todo tiene que ser “ya”, en segundos, pero ninguna publicidad habla de las malezas. Sin embargo, los malos hábitos, los vicios y los pensamientos negativos son matorrales que a menudo ahogan los sueños y las metas. Anímalos a detener un rato la velocidad en sus vidas, a que admiren un paisaje, contemplen la belleza de las cosas que los rodea, puedan divertirse con un día de pesca y no necesiten tener aparatos encendidos junto a ellos.
Regar a menudo
El agua es fundamental para todo cultivo, y lo mismo sucede en la vida: una existencia mediocre está llena de sequías. En estos tiempos los adolescentes poseen miles de oportunidades para ser felices y, a pesar de ello, la mayoría vive en el aburrimiento. Nada los entretiene, nada les interesa, nada los motiva… Esa misma sequía es la que luego se convierte en adicciones, conductas de riesgo y tantos otros males modernos. Transforma esas sequías en campos de riego creativo. No claudiques, incentiva sus talentos, evita acabar con el aburrimiento comprando cosas, pues si lo haces estarás permitiendo que la sequía emocional les incendie y vuelva carbón su creatividad.
Una vida fascinante espera a tus hijos. Y para ello debes impedir que la mediocridad eche raíces en el jardín de tu casa. La mediocridad hace de los adolescentes unos inmaduros emocionales, que crecen sin esperanzas ante la adversidad y, lo peor de todo, los vuelve incapaces para sembrar sus propias primaveras.