4 lecciones para tus hijos, del hombre más sabio del mundo
Todos coinciden en que fue el hombre más sabio del mundo, y esta lección es de gran valor. Léela y compártela con tus hijos.
Oscar Pech
No hace mucho, leía este maravilloso artículo: ¿Tu hijo tiene problemas en la escuela? Te apuesto a que tiene sed y, como me pasa tantas veces cuando leo un artículo de Marta Martínez Aguirre, terminé llorando: habla de cuántos niños necesitan de una familia que les dé más amor, más estructura.
Al leer ese artículo, no podía dejar de pensar en las palabras de Neil L. Anderson, quien advierte que: “Los niños hoy en día viven en muchas situaciones familiares diferentes y complejas. Por ejemplo, en la actualidad, el doble de los niños en Estados Unidos vive solamente con uno de sus padres a diferencia de hace cincuenta años”. Él nos indica que hoy día hay cientos de miles de niños que crecen sin una familia, o sin el apoyo de una familia.
La Biblia nos informa que nunca hubo un hombre más sabio que el Rey Salomón. Es curioso, pero no recuerdo que ninguna otra cultura le dé ese título a alguno de sus integrantes. Alguien aquí podría levantar la mano y decir, por ejemplo, que Confucio fue un hombre sabio. Lo curioso es que, cuando uno lee las obras completas de él, uno se entera de sus perplejidades: “Nada es más difícil que tratar a la servidumbre”, nos cuenta: “cuando uno los trata con severidad, se enojan. Cuando uno los trata bien, no obedecen”. Y nos deja así, igual de perplejos que él, sin saber qué hacer al respecto.
En cambio el sabio Salomón dedicó un capítulo a hablar con uno de sus hijos, y el resultado de ello es todo un tratado -sabiamente sencillo, pero muy profundo- en donde fluye la cultura y las tradiciones familiares.
Religión y tradiciones familiares
Me refiero al capítulo cuatro del libro de Proverbios. Allí se lee (vv.1-4) que el mayor anhelo de un buen padre es que su hijo escuche su consejo, que no es otro que el que él escuchó a su vez de sus padres, siendo consciente de que uno solo transmite a sus hijos lo que es de máximo valor para uno. Lo que le ha traído más satisfacciones, o felicidad, o éxito: al transmitir valores, uno transmite eso: lo que es de máximo valor para uno.
Ahora, para Salomón, el hombre más sabio sobre la tierra, ¿qué cosas eran de máximo valor que entendieran sus descendientes? Y de paso, creo que vale la pena señalar que estos consejos los podemos aplicar en cada una de esas etapas de adaptación de que hemos hablado: sea porque entramos al colegio por primera vez, o porque entramos a la adolescencia, o porque nos vamos de casa a estudiar la universidad, o porque nos casamos, etcétera. Van, pues, estos consejos que puedes darle tú a tus hijos, o si eres un hijo que creció sin el apoyo de una familia, muy bien pueden servirte en tu labor de padre:
1. Sé sabio
(vv. 5-9). El buscar no solo información o conocimiento, sino sabiduría, es lo que nos dará progreso, protección, entendimiento.
2. Sé humilde, y escucha el consejo de tus mayores
(vv. 10-13). Todos tenemos que alejarnos de nuestros padres. Todos tenemos que ser Cronos que busca acabar con Caos, porque al hacerlo nos encontramos con nosotros mismos. Pero al mismo tiempo, todos tenemos que llegar a un momento en el que evaluemos nuestras tradiciones culturales y sopesarlas una a una con esta pregunta: “¿Serán más felices mis hijos si continúo con esta costumbre o tradición?”
Relee: No te engañes. No eres un buen padre, ni tampoco una buena madre.
3. Aléjate de la maldad
(vv. 14-22). Está escrito que la maldad nunca fue felicidad, como está escrito que sin pecado no hay tragedia. Nadie puede ser feliz (alegre sí, pero es una alegría que siempre genera un vacío mayor en el interior de la persona) viviendo en el pecado, porque la maldad es contraria a la naturaleza de la felicidad. Como dice en Proverbios 28:1: “Huye el impío sin que nadie lo persiga, pero el justo está confiado como un león”.
Relee: Cuando la presión social te roba la felicidad.
4. Persevera en hacer el bien hasta el fin
Como dicen los vv. 23-27, para poder perseverar hasta el fin, es necesario poder hacer continuamente dos cosas: 1. Hay que mantener una perspectiva eterna: pensar siempre de dónde venimos, por qué estamos en esta tierra, hacia dónde vamos. Eso le da a todas las cosas la perspectiva adecuada. 2. Debemos examinarnos continuamente a nosotros mismos: reevaluar continuamente hacia dónde queremos ir, y hacia dónde estamos yendo de hecho.
Puede ser que yo esté equivocado, pero corrígeme si no tengo la razón: los momentos de más felicidad en esta vida -y también, por cierto, los más dolorosos- tienen su raíz en nuestros hijos. De nuevo es el sabio rey Salomón quien nos dice, en el Salmo 127: 3-5:
He aquí, herencia de Jehová son los hijos;
cosa de estima el fruto del vientre.
Como saetas en manos del valiente,
así son los hijos tenidos en la juventud.
Bienaventurado el hombre que ha llenado su aljaba de ellos;
no será avergonzado
cuando hable con los enemigos en la puerta.
Pero el hijo que no ha sido bien educado, el que no ha sido enseñado a caminar en el camino de la rectitud, ese cambiará sus palabras, por vergüenza para sus padres; sus acciones en dolorosas noches de insomnio; sus alegrías, en lágrimas para sus progenitores.
Padre, te invito a que consideres tus obras. Madre, te invito a que inculques los buenos principios de que habló Salomón, en tus hijos. Vivimos en un mundo cada vez más oscuro, más confuso. Muchos niños y jóvenes están creciendo con sed. Sed de autoestima, de amor, de principios correctos, de estructura. Y mientras más oscuridad haya en el camino de nuestros hijos, más brillante y clara debe ser la luz que nosotros como padres les demos. O tú: ¿Qué opinas?