Cómo sobrevivir a la hospitalización de un hijo

Ese difícil momento en que debemos dejar a nuestro hijito al cuidado de alguien ajeno a la familia, ¿es posible enfrentarlo sin ahogarnos en llanto?

Diana Brante Morales

Estaba en mi trabajo como todos los días, armando reportes, respondiendo correos electrónicos y tomando requerimientos, cuando de pronto mi celular empezó a vibrar. Reconocí de inmediato el número y llamé de vuelta a casa. Gabriel tenía fiebre, vómitos y un intenso dolor abdominal que no le permitía levantarse.

Sabía que en menos de una hora no llegaría a casa, por lo que pedí a mi papá que fuera a verlo para saber la gravedad del dolor. Mi padre fue a casa por él y luego nos juntamos en el hospital. En minutos nos confirmaron el diagnóstico: era apendicitis. Con solo seis años de edad, Gabriel debía operarse y pasar al menos tres días hospitalizado.

La noticia hizo que se me viniera el mundo encima: mi esposo estaba trabajando en un subterráneo y no había cómo ubicarlo. Gracias a Dios, mis padres me apoyaron en todo momento, tanto con el cuidado de Ignacia, mi otra hija, como con las gestiones en mi trabajo.

Admito que fueron los peores días de mi vida. Aun sabiendo que él estaba mejor, que lo estaban cuidando bien y que no tenía miedo, lloré todo el tiempo que no estuvimos juntos. Sé que muchos padres tenemos terror a dejar a nuestros hijos con algún desconocido, y más aún cuando necesitan de cuidados especiales, así que te dejo algunos consejos que, en mi experiencia, te ayudarán a sobrellevar ese difícil momento.

1. Infórmate

Conversa con médicos y enfermeras para saber de qué se trata la enfermedad de tu hijo o hija. Haz todas las preguntas que sientas necesarias, incluso aquellas que parecen tontas. Consulta los horarios de visita, de comida, los turnos, los implementos que necesitará durante su estadía (ropa, útiles de aseo, etc.) y las formas en que puedes hacer de ese tiempo un poco más agradable, ya sea con películas, libros o juegos.

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2. Ocupa tu tiempo libre

No te quedes pensando en lo que estará haciendo tu hijo o cuánto te echa de menos, pues solo conseguirás preocuparte más. Intenta terminar las tareas que dejaste pendientes durante el tiempo que estuviste acompañándole o busca actividades que podrían realizar juntos, para que se distraiga en el hospital.

3. Busca apoyo en familiares y amigos

Aunque para algunas personas esta situación es “solo una más”, en la vida de los padres puede ser muy difícil de llevar, en especial si asumes toda la carga. Por esto, es imprescindible que compartas las responsabilidades con tu pareja o busques apoyo por parte de tu familia o amigos más cercanos.

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4. Nada de esto es tu culpa

Uno de los grandes errores que cometemos los padres es pensar que absolutamente todo lo que les ocurre a nuestros hijos, es por algo que hemos hecho o que debimos haber hecho. La verdad es que muchas veces no es así. No podremos prevenir todas sus caídas o sus enfermedades, ni podremos evitar que se equivoquen. Es algo natural que ellos deben vivir, pero sí podemos entregarles todas las herramientas para que se vuelvan a poner de pie cada vez que la vida los golpee.

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Por eso, es necesario que tomes esta situación como una experiencia y busques la forma de sacar el mayor provecho o conocimiento posible: aprende a hacer las curaciones, a tomar la temperatura de la forma más eficiente, a saber diferenciar cuándo es momento de correr a urgencias y cuándo puedes esperar en casa.

Para mí, la primera noche con Gabriel hospitalizado fue eterna: nada ni nadie lograba calmarme. Al día siguiente tenía tantas cosas por hacer, que no me di cuenta cuando llegó el momento de poder entrar a ver a mi bebé. Esa noche dormí más tranquila, pues sabía que él estaba en buenas manos.

No te angusties ni desesperes, ya que es muy probable transmitas esas sensaciones a tu hijo y con eso ninguno de los dos estará bien. ¡Ánimo! Si yo pude, tú también.

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Diana Brante Morales

Me gusta comenzar cada día como un nuevo día, darme la oportunidad de ser feliz y sonreír por las cosas básicas. Dar sin esperar nada a cambio. Siempre sorprenderme.