Las 5 mejores -y garantizadas- formas de educar hijos adolescentes seguros y felices

La adolescencia es nuestra segunda oportunidad para criar hijos buenos, no te permitas perderla.

Emma E. Sánchez

La adolescencia representa el tiempo de vida más complejo del ser humano, porque, entre otras cosas, supone una juventud con mucha energía, gusto por descubrir, hacer todo con libertad, relegar a los padres (como figuras de autoridad), vulnerabilidad y, sobre todo, los riesgos que implica experimentar en muchos planos de la vida.

¿Sabías que la idea de la “adolescencia” es realmente moderna? ¿Que no existía hace cien años? Antes se era niño, joven y, al trabajar y contraer matrimonio principalmente, se iniciaba la vida adulta. La diferencia básica estribaba en usar un pantalón “corto” y luego un pantalón largo.

Esto ha evolucionado de tal manera que esta etapa de vida se ha prolongado hasta los veinte años y un poco más allá. De una etapa que terminaba entre los 15 y 17 años hoy es posible encontrar rasgos “adolescentes” incluso en adultos jóvenes y no precisamente para bien, por cierto.

Esta etapa de desarrollo es valiosa e importante, porque en ella se construye el último capítulo de formación de un ser humano y abre el camino de la vida adulta. Es imperativo entonces, que padres y maestros o todos los involucrados en la formación de los adolescentes puedan tener presentes estas recomendaciones básicas para encaminar a los chicos por una ruta fructífera y esperanzadora:

Tríada: deporte, alimentación y descanso

Hacer ejercicio, pertenecer a un equipo y todo lo que atañe a la salud física son elementos indispensables para que el cuerpo crezca y se desarrolle de manera armónica. La sana alimentación, el descanso y el ejercicio físico son pilares en la construcción de la persona.

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Responsabilidades en casa

El adolescente requiere desarrollar su autoestima, seguridad personal, habilidades físicas y cognitivas para llegar a ser un adulto funcional, participativo y preparado para enfrentar la vida de manera autónoma. El trabajo de casa -del que el primer beneficiario es su familia- le da estas oportunidades de crecimiento, en las que puede y debe aprender a salir adelante por sí mismo.

Estas responsabilidades se transformarán en trabajos de verano por algunas horas, o medias jornadas hasta lograr tener un trabajo de tiempo completo con el cual se sostenga a sí mismo, administre sus finanzas y tenga la capacidad de ayudar a otros.

Candil de calle, y candil de casa

Los muchachos en esta edad son particularmente sensibles a las causas sociales y nobles, sentimientos que deben canalizarse en acciones concretas que les ayuden a desarrollar la solidaridad, la capacidad de trabajar en equipo, sensibilizarse ante causas sociales y de desventaja para los menos favorecidos, y que se muestre generoso con quienes más lo necesiten.

El servicio siempre debe de encaminarse, primeramente, hacia los miembros del hogar para, posteriormente, poder servir y ayudar a otros. No hay que propiciar que sea candil de la calle y oscuridad de casa, sino que desde el hogar irradie su entrega y generosidad hacia el exterior.

Nada de vida militar, sino disciplina nada más

Nunca me cansaré de decir que la disciplina no significa golpes ni vida -sacrificada, extenuante, difícil- de militar. La disciplina tiene que ver con la constancia, la congruencia y la consistencia. La disciplina es el medio por el que se logran todas las cosas que valen la pena.

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Entrenamiento en el sacrificio

Esto lo requiere un joven que lo tiene todo sin esforzarse. Quererlo, necesitarlo o siquiera desearlo jamás podrá dar justo valor a las cosas, por lo que se acostumbrará a derrochar y difícilmente podrá resistir los golpes de la vida, sus pruebas y desafíos. Los muchachos que crecen sin saber lo que significa sacrificarse para obtener algo o por el bien común, con seguridad tendrán problemas cuando no obtengan o logren las cosas a la primera y en cuanto lo piden; serán vulnerables a la depresión y la ansiedad, y víctimas privilegiadas de los depredadores.

La adolescencia no tiene por qué asustar a nadie, ni es más complicada de lo que los padres quieran esforzarse por sus hijos. Ningún maestro, entrenador o cuidador puede hacer lo que un padre o madre no intente hacer por su propia descendencia.

Y no hay que olvidar que la adolescencia es la última oportunidad que tenemos los padres de hacer lo que no pudimos cuando eran niños.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.