Criar líderes positivos para el mundo
"La belleza de educar a niños para que sean líderes reside en las pequeñas cosas que hacemos todos los días, es ese tiempo el que moldeará su personalidad en el futuro"
Emma E. Sánchez
Se conoce como generación “Alfa”, los niños nacidos entre 2010 y el 2025, son la primera generación totalmente nacida en el siglo XXI y deben su nombre alfa a la primera letra del alfabeto griego pues ellos representan la posibilidad de empezar con algo nuevo según lo publicado en El Economista .Serán la generación más educada en la historia de la humanidad pues han comenzado a educarse desde muy temprana edad y por más años que cualquier otra generación.
Los padres de los alfas también son la primera generación de padres que están criando y educando a sus hijos para un mundo totalmente desconocido para todos pues la tecnología está acelerando la vida como nunca antes.
De ahí que a estos niños que hoy cursan la educación básica debemos proveerles con más que aprendizajes y conocimientos, nuestro deber es desarrollar en ellos cosas que las computadoras nunca harán:
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Tener valores
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Arte y deporte
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Trabajar en equipo
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Pensamiento crítico
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Atender las necesidades de los más vulnerables
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Ser líderes que inspiren y guíen a otros
Y sobre este último punto, Gestión hizo público en su página un artículo muy interesante que nos recuerda que la formación de un futuro líder está en las manos de sus padres primeramente pues son ellos los primeros modeladores de las habilidades que un líder requiere.
¿Cuáles son esas habilidades?
El Dr. Bradberry propone incentivar el liderazgo entre todos los miembros de la familia con estos consejos:
Inteligencia emocional
Pocas cosas son tan valiosas en este nuevo siglo que la educación emocional, los niños deben saber identificar y manejar sus emociones, esto es responder y reaccionar de manera asertiva ante cualquier tipo de situaciones y / o personas.
TalenteSmart realizó un estudio donde se encontró que el 90% de los líderes de alto rendimiento tienen altos niveles de Inteligencia emocional.
No obsesionarse con los logros
Muchos niños pierden sus fortalezas naturales por la terrible insistencia y obsesión de los padres porque ellos obtengan todo tipo de logros y buenos resultados pues creen, erróneamente que esto los convertirá en líderes.
Un buen líder sabe que no puede hacer todo solo y se rodea de personas talentosas a las cuales ayuda a sacar lo mejor de sí mismos y trabajar en equipo y esto no se desarrolla ganando premios en solitario, se logra aprendiendo a convivir y a resolver problemas juntos.
No elogiar en demasía los niños
El elogio sincero en el momento adecuado puede hacer maravillas pero cuando se elogia por todo, el niño creerá que merece un trofeo por todo y crea una falsa confianza que los traicionará en algún momento de sus vidas cuando se dé cuenta que no es lo que sus padres le hicieron creer.
Dejarlos experimentar el riesgo y el fracaso
La sobreprotección es el peor enemigo del liderazgo. Los niños requieren vivir y experimentar el fracaso, el esfuerzo que no es coronado con gloria y seguir adelante.
Evitarles el fracaso es alejarles el éxito.
Dejar que los niños resuelvan sus propios problemas
Esto ayuda enormidades a que los niños comiencen a ser autosuficientes, a desarrollar su capacidad crítica y valerse para por sí mismos ante cualquier situación. Así se forma la gente responsable.
Vivir lo que se predica
Así se forma un líder honrado que cumple sus promesas, y que es íntegro e incorruptible pues los valores que le enseñaron los ha hecho propios y parte de su forma de vida.
Permitirnos ser humanos frente a nuestros hijos
Ante los hijos jamás se debe buscar ser perfecto, poderoso e indestructible. Los niños requieren saber que se puede fallar y levantarse, que se puede errar y corregir el sendero. Esto no solo les dará la sensibilidad que requiere un líder para entender a la gente que guía, simplemente lo hará más humano y sensible a las necesidades de otros pues entiende lo que es caerse y estar lastimado.
Un buen líder no es producto de la casualidad, es el resultado de mucho trabajo personal y familiar.