Berrinches: ¿mala conducta infantil o mal manejo paterno?
¿Cuántas veces te has visto en la penosa escena de un berrinche pasando un rato amargo, desagradable y desesperante? Aquí te comparto información valiosa para saber qué hacer.
Julia Tort Rodriguez
Cada día aumenta el porcentaje de niños que hacen berrinche; pero no solamente ellos, sino también los adolescentes, y hasta los adultos. La pregunta entonces es: ¿los niños acusan una conducta pésima o cada vez hay más padres que manejan de manera inadecuada la situación?
Hay diversos motivos por los cuales los niños estallan en un berrinche:
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“No me entienden”. Se quiere dar a entender, y el adulto no le presta la debida atención o ignora sus necesidades.
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“Me miman y quiero hacer lo que yo digo”. Se comporta de una manera voluntariosa y arbitraria para conseguir lo que quiere a toda costa.
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“Me asusto con los cambios”. Cada vez que hay algo nuevo le cuesta aceptarlo, y manifiesta una inseguridad que no sabe expresar de otro modo.
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“Es mi temperamento”. Su carácter puede ser explosivo y requiere desarrollar la paciencia para aceptar los retos.
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“Imito la falta de inteligencia emocional”. Las euforias, impaciencias, angustias, furias, etcétera, del adulto, dejan de ser maneras individuales de expresarse ante las circunstancias para convertirse en legados emocionales para la familia. Tu hijo es tu espejo, así como el de sus tíos, abuelos, amigos y gente con la que convive de forma constante.
Hacer rabietas se aprende con la edad
Los niños más pequeños suelen presentarlas porque su grado de comprensión y de lenguaje interno es mucho mayor que las palabras que pudieran pronunciar para darse a entender. Por lo tanto, requieren mayor atención por parte de los padres en lo que les quiere decir.
Siempre que los padres de familia me hacen una consulta, me preguntan qué deben hacer “con sus hijos”, y honestamente debo responder que los niños no nacen con conductas definidas, éstas se van moldeando de acuerdo con la educación que reciben en su núcleo familiar; de modo que los responsables directos son los padres o las personas con quienes convive a diario.
Cómo prevenir los berrinches
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Lo primero que debes de hacer es sincerarte contigo mismo y analizar qué actitud tuya, que tu hijo es capaz de “leer”, está generando estos episodios.
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De estas maneras de ser tuyas (tus actitudes), debes de saber cuáles afectan tu entorno en otros ámbitos.
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¿En qué tipo de persona tendrías que convertirte para que suceda algo diferente?
Piensa en alguien que admires, que tenga un modelo familiar que te gustaría emular y detenidamente observa:
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Su forma de hablar
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Su firmeza
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Su estilo de vida
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Su seguridad
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Su tono de voz
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Su nivel emocional, etcétera.
Las emociones negativas son la advertencia de que estás en el lugar contrario y que te dan la oportunidad de que elijas virar, girar, moverte hacia donde deseas. En vez de convertir la situación en una lucha de poderes, aprovéchala como brújula y respira antes de actuar, piensa muy bien qué harás, deja de reaccionar y responde asertivamente para obtener resultados eficaces.
La conducta no se corrige con violencia
Algunos padres utilizan las nalgadas o agresiones físicas o psicológicas como vía corta para poner un alto en ese momento a la conducta indeseada, pero a la larga esta medida deja una huella imborrable en ambas partes.
Una de las características de la inteligencia emocional es saber que la paciencia y la perseverancia traen resultados benéficos en un largo plazo. Así que si quieres todo ¡ya, en este momento! (es una muy buena retroalimentación para ti, y que te des cuenta por qué tu hijo presenta estallidos emocionales), deberás de desarrollar templanza:
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Quita la atención del berrinche, y es pésima idea pelear, tratar de dialogar, negociar, querer convencerlo de algo o calmarlo con palabras en ese momento. Mejor, permanece callado y tranquilo.
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Si lo que deseas es que se quede sentado en algún lugar, sólo tómalo y siéntalo, sin agresiones, con firmeza, pero sin enojo. Debes permanecer apacible. No importa cuántas veces se escabulla, vuelve a repetir la acción, sin palabras.
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Si grita para decirte algo, con voz serena y controlada dile: “Cuando te calmes, te escucho; a gritos no entiendo”.
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Hasta que se calme lo escuchas y pones atención en lo que desea; llegó el momento de hablar, de hacer acuerdos y cumplirlos.
Jamás te enganches en una emoción negativa. El enojado es el pequeño y tú, su maestro; está aprendiendo a actuar en la forma que está examinando de ti, al tiempo que él está siendo tu maestro porque estás teniendo un reto en el que debes de templar tus emociones. Agradece por ello.