Cómo puede ayudar la fe a quien siente que ha tocado fondo

La vergüenza te hace pensar que no puedes empezar de nuevo. La fe lleva la luz a tu rostro y te cura.

Marta Martínez Aguirre

Esta es una historia que seguramente tú conoces de allá donde vives. Los actores y algún detalle circunstancial cambian, pero la historia, en esencia, siempre es la misma. Morena pidió un par de zapatos de tacón prestados, consiguió de oferta un hermoso vestido, una vecina le regaló una tiara (corona, diadema) con engarces de amatistas y salió llena de sueños a su baile de graduación. Morena tenía apenas 17 años y un deseo enorme de triunfar en el mundo de la moda. Desde pequeña diseñaba la ropa de sus muñecas y aconsejaba a sus maestras sobre cómo combinar sus atuendos.

Cuando uno comete errores que afectan toda la vida

Todas las grandes caídas inician siempre de manera inocente. Todo iba bien en el baile, hasta que llegó Tobías, uno de sus compañeros de clase con unos gramos de cocaína. Ella no quiso probarla, marcó claramente sus principios. A las tres y media de la madrugada estaba cansada y quería volver a su casa, pero Tobías se le acercó con un vaso de refresco. A las cinco y cuarto él la convenció de que sería su princesa para siempre. A las seis y siete perdió su virginidad, sabiendo que nunca volvería a su casa.

Tobías le dijo aquella noche todas las palabras dulces que su padre nunca le dijo, le hizo sentir inteligente, bella y atractiva. Sus palabras eran saetas atravesando su corazón adolescente carente de elogios y reconocimientos. Ella era siempre la hija de la sirvienta de los Gómez. Su padre era un alcohólico que golpeaba a su madre antes del desayuno. Sus abuelos eran una fotografía envejecida adherida a la puerta del ropero.

Morena le creyó cuando Tobías le juró cuidarla y ayudarla a entrar en la universidad. Cómo no iba a creerle si él era el hijo del juez del pueblo, y el chico más poderoso del lugar.

Morena, al principio, no regresó a su casa por miedo. Luego me dijo que fue la vergüenza la que se apoderó de sus pensamientos: cuando tu marido te miente que el trabajo de la oficina está llamándolo y dentro de ti sabes que se trata de otra cosa; cuando el príncipe azul se convierte en lobo feroz y transforma las caricias en golpes que atraviesan tu alma; cuando el cierre de la empresa arrastra el mantel de tu mesa dejándote desamparada y con la alacena vacía; cuando el intento de suicidio es una marca en tus muñecas; cuando cosas así hacen que la noche ideal se transforme en pesadilla, lo brillante se vuelve opaco; lo luminoso, tinieblas y lo tierno se llena de asperezas; entonces solo queda lugar para una sola palabra: vergüenza.

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El pecado y el abuso generan un sentimiento de vergüenza

Y como ambos sentimientos se parecen tanto, a veces uno no distingue entre ellos. La vergüenza privó a Morena de volver a casa. No dejes que se burlen de ti, no obstante que estés diciéndote que es imposible creer que todavía puedes empezar de nuevo.

Una tarde, cansada de aspirar demasiado estiércol y dejar que otros desdibujaran su cuerpo bajo harapos en una esquina, sintió que alguien podría quitarle tanto dolor y devolverle la decencia. Entonces tomó una tarjeta con una dirección que una señora le había dado junto con unas monedas y luego de leerla, repitió en su corazón desgarrado: “Quizás pueda ayudarme”, y así fue como la religión le ayudó a reencontrar el sentido de la vida.

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De ser necesario, grita: “Cristo, te necesito”

Deja que Él tome el control de tu vida y cambie tu lamento en baile. No dejes que la vergüenza te aleje de la posibilidad de sentir que eres hija de Dios y que tiene un hermoso plan para ti.

Dale nombre a tu vergüenza

Infidelidad, incesto, drogas, aborto, divorcio, abuso infantil, alcoholismo, violencia… Busca a alguien en quien confíes y deja que tu corazón hable. Si no tienes a esa persona, escribe eso que escondes y saca a luz lo que te lleva a permanecer en las sombras. Confesar, hablar de ciertas cosas ayuda a sentir paz y, sobre todo, a experimentar libertad.

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Nunca te des por vencida

Una vez que te animes a confesar que algo te avergüenza y que necesitas ayuda, prepárate para comenzar a pelear la batalla del día a día. Miles de veces escucharás voces dentro de ti que dirán: “Eres una mentira”, pero no dejes que te convenzan de nuevo. No retrocedas. Permuta el odio por el amor, la mentira por la verdad, la miseria por la generosidad.

La vergüenza podrá ensuciar tu cara, pero tú puedes abrir la canilla (la llave del agua). Como dijo Gordon B. Hinckley: “No has fracasado, hasta que dejas de intentarlo”.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: