¿Debes dejar que tus hijos se frustren y equivoquen o ayudarlos? Lo que los expertos recomiendan puede no ser lo que crees
Descubre si lo que estás haciendo por tus hijos los está perjudicando o dándoles una verdadera oportunidad de ser felices.
Fernanda Gonzalez Casafús
Un niño que aprende a gestionar sus frustraciones y equívocos será un adulto centrado y equilibrado. Como padres tenemos la gran misión de enseñarles a nuestros hijos que de los errores se aprende. ¿Cómo lo hacemos?
Seguramente si tienes hijos me entenderás: tu hija está tratando de vestir a su muñeca, no puede meter su bracito, no puede abrochar su ropita y llora, se frustra, se enoja. ¿Qué haces? Puedes ir corriendo a vestirla tú y decirle, “¿Ves?, ya está” . O puedes sentarte junto a ella y mostrarle de a poco cómo debería hacerlo, y que lo intente una y otra vez, diciéndole que no hay apuro y que no importa si se equivoca. Con esta última actitud estás haciendo mucho. Los niños aprenden a controlar su frustración en la medida en que tú le enseñas que no está mal equivocarse y que, si las cosas no salen como esperábamos puede haber otra oportunidad.
La frustración enseña a un niño a superarse. Le da las herramientas para pasar por aquellas situaciones difíciles y le demuestra que en el mundo de allí fuera no todo se consigue tan fácilmente. Para ayudar a un niño a superar la frustración debes seguir algunos consejos.
Motivación
Si tu hijo insiste con ayudarte con alguna herramienta en el jardín, o a preparar la cena es una buena oportunidad para poner en práctica la motivación. Si de buenas a primeras no logra hacer correctamente lo que le pediste vendrá la frustración. Es tu deber animarlo, alentarlo a que vuelva a probar. Esta actitud de motivación reforzará su autoestima, pues verá que podrá lograrlo si lo intenta y se esfuerza.
Ensayo y error
Cuando mis niños se frustran porque algo no les sale o porque las cosas no van como ellos quisieran aplico la prueba de “ensayo y error”. Mi pequeña solía frustrarse hace unos meses cuando jugaba con sus ladrillitos y quería ensamblarlos. Si no lo lograba enseguida venía el llanto y la bronca. Yo me sentaba a su lado y le decía que pruebe de colocarlos de diferentes formas y en alguna de ellas iba a encajar. Así, por ensayo y error, al ir intentando distintas tácticas ella sola encontraba cuál era la mejor forma para ensamblar esa escalera de ladrillos sin que se caiga.
Eres un espejo
Tú eres el espejo de tus hijos. En la medida en que tú sepas manejar tus propias frustraciones de la vida cotidiana así lo harán ellos. Si tomas las cosas de forma negativa, o si ante los errores te frustras tú mismo o lo tomas como algo terrible, estarás dando un doble mensaje, una información errónea. Deja que tus hijos vean que tú también te equivocas y que no está tan mal, pues de los errores se aprende.
Déjalo llorar
Ante una gran frustración los niños lloran y se angustian. Déjalo que libere esa emoción, no lo minimices diciendo “no es nada”, pues para ellos ese momento es importante. Puedes acompañarlo en el llanto y luego ayudarlo a recobrar la calma. A mí me sirve mucho con mi hija decirle “ahora vamos a respirar profundo para calmarnos”, y en pocos minutos se siente mejor.
Ayúdalo sólo cuando lo necesite
Si el niño crece con la idea de que su papá o mamá lo hacen mejor que él esa idea prevalecerá siempre en su conciencia y se sentirá inseguro a largo plazo. Los padres tenemos esa costumbre de querer solucionarlo todo, ya sea porque lo están haciendo mal, o lento, o simplemente porque nos gana la ansiedad de mostrarle “cómo se hace”. Sin embargo, esa ayuda puede venir sólo cuando el niño la pida, y aún así tú puedes medir su es realmente necesario que lo ayudes o simplemente puedes orientarlo a que logre su objetivo.
No a la sobreexigencia
En el afán de criar hijos fuertes que “todo lo pueden” los padres sobreexigen a sus hijos y los enfrentan a situaciones para las que aún no están preparados. Es importante saber que cada etapa del niño tiene un evolución y si creemos que nuestro hijo “puede” porque lo estamos motivando positivamente, tal vez lo que logremos sea una frustración aún mayor en el niño al exponerlo a una situación que supera sus capacidades.
Valorar cada esfuerzo realizado en vez del resultado es una buena forma de gestionar la frustración y llevarla por el camino del éxito. Un niño que no sabe manejar sus propias frustraciones crecerá con una discapacidad emocional difícil de sobrellevar en el mundo adulto. En una sociedad donde se valoran los objetivos cumplidos más que el esfuerzo puesto en el intento, es tarea de los padres reforzar la autoestima de los más chicos para que se enfrenten al mundo de una forma positiva.