Dejar ir para ser feliz
Si con frecuencia utilizas la frase: “No encontraré a nadie igual”, entonces debes seguir leyendo para salir de esa esclavitud y puedas recibir lo mejor de la vida.
Julia Tort Rodriguez
Cuando guardas un dolor, coraje o rencor, le otorgas tu poder a situaciones o personas. Además, sostienes un vínculo afectivo negativo e intenso en el tiempo, que afecta tus sentimientos y, como consecuencia, tu presente. Dejar ir o soltar es un signo de fortaleza, valentía y gran amor, sobre todo hacia ti mismo.
Guardar los sucesos y los sentimientos desagradables —e incluso las glorias pasadas— como si fueran parte del presente, hace daño; te desgasta y te enferma. Te da falsas expectativas y se convierte en adicción.
¿Qué significa dejar ir?
Significa terminar con la obsesión del pasado. Por lo que hiciste, por lo que debería haber sido. Por el hecho de recordar no podrás cambiarlo. También implica reflexionar acerca de lo que no te funcionó o de lo que podrías llamar “fracasos” o “pérdidas”. En consecuencia, vivir tu presente disfrutando y descubriendo otras maneras de actuar, sin estancarte en culpas o arrepentimientos. En suma, dejar de aferrarte a las cosas o personas que ya no están, que por alguna circunstancia ya no forman parte de tu presente.
¿Qué debes dejar ir?
1. Personas que te causan situaciones negativas
Sean amigos, parientes o pareja. Si crees que lo ayudas manteniendo contacto, te podrías estar engañando. Si es una relación tóxica, sé honesto.
2. A quienes quieren que cambies por ellos
Vivir la vida de otro es una bomba que explotará algún día. Nada compensa que vivas tu propia vida. Podrías terminar viviendo como un títere, a través del soborno o manipulación, sin identidad propia.
3. A quien se fue
Lo que estás soltando es la relación, a la persona física, no el amor que sientes o lo que significó para ti.
4. A quien está contigo a la fuerza
Por costumbre, codependencia, por coacción o porque no creen que eres capaz y dicen que tienen que protegerte. Esto intoxica a las dos vidas ahí involucradas.
¿Qué te lo impide?
Me atrevo a preguntarte ¿qué te impide dejar ir? Si eres honesta, verás que tú misma eres quien te frenas a recibir bendiciones y prosperidad. Retener duele, dejar ir, libera. Piensa que:
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Dejar ir es entrar en sincronía con el plan perfecto de Dios. Abrir para recibir.
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“Todo pasa”, buen o mal momento, pasará…
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No es lo que sucede sino qué haces con lo que sucede lo que marca quien eres; cómo respondes a las circunstancias.
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Aprende del lenguaje del adiós.
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Que debes aceptar-agradecer-abrazar esa situación.
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Lo que debes cambiar jamás se encuentra fuera de ti. Cuando cambias la forma de ver las cosas, las cosas cambian. Todo es juego de tu percepción.
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No es para olvidar o dar carpetazo al pasado, ni para eliminar archivos ni por aburrimiento.
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Dejar ir es quitarle el poder negativo a esa situación.
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Desapegarte de lo que ya no te deja avanzar o lo que ya no es, recibiendo la lección que nos arroja.
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La pregunta no es ¿por qué? Sino ¿para qué?, ahí está el aprendizaje, la lección de lo que sucedió.
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Quédate con las enseñanzas pero suelta al mensajero.
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Quizá te sirva preguntarte también: ¿qué valor le doy a lo que no quiero soltar? Este valor puede ser material, afectivo, espiritual, etcétera. Puede que sin eso que no quieres soltar te sientas con miedo, vacío, solo, abandonado, inseguro. Pero piensa en esto, por favor: no son las cosas ni las personas, sino tus interpretaciones de la realidad —tus cuentos, tus historias, aquello que haces un espejismo— lo que estás reteniendo, lo que te lastima. Debes aceptar, que es muy diferente a resignarte.
La vida cambia y es de aquellos que sepan adaptarse, es la ley de la supervivencia: el árbol lo hace con su flexibilidad ante las grandes tormentas. Dios en el universo tiene posibilidades infinitas disponibles para ti, ¿por qué te conformas solo con lo que conoces? ¡Lo que creas, será verdad! Como dijo Henry Ford: “Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto”.