Los efectos de bañar a tu familia en un continuo mar de bondad
La bondad, puede derramarse como chorros de agua fresca cuando comprendes que es así como Dios actúa y que posees el permiso para abrir la canilla del corazón. Los actos bondadosos deben figurar en la agenda de todos los días.
Marta Martínez Aguirre
San Agustín fue claro y preciso cuando dijo: “La gracia no se nos brinda porque hayamos hecho buenas obras, sino para que podamos hacerlas”. Esto lo entendieron muy bien los niños de quinto año B del colegio Santa Teresita de Lisieux, de Montevideo, donde hace unas semanas tuve la oportunidad de realizar un taller sobre “Bullying y conductas bondadosas”.
En dicha jornada decidí plantearles un desafío: por una semana deberían de dominar sus impulsos y tratar de no herir los sentimientos de los demás, no participar en chismes, calumnias, ofensas, burlas o maltratos tanto en el colegio como en sus casas y vecindarios, llevando un registro diario de sus actos bondadosos.
Al cabo de esos días me llevé una gran sorpresa: “No participé en chismes”, “Traté de no molestar a mi hermano”, “Dejé de mentir”, “Me esforcé por no decir groserías”, “Compartí mis útiles sin fastidiarme”, tuvieron tanto poder como una dinamita en un campo de batalla.
La bondad puede derramarse como chorros de agua fresca cuando los niños aprenden que es así como Dios actúa y que ellos poseen el permiso para abrir la canilla del corazón. He recibido muchos correos electrónicos de madres preocupadas por sus hijos, que están creciendo duros con sus hermanos, egoístas y sin empatía por nadie; en respuesta a ellos siempre les hago una simple pregunta: ¿Estas actitudes están en el entorno?
A este respecto, déjame te cuento la historia de Safira y su esposo Ananías: en el libro de Hechos, Lucas nos relata la historia de esta pareja, quienes pertenecían a los primeros cristianos en la Iglesia primitiva. Esta pareja vende un terreno y da el dinero a la Iglesia para que se reparta entre los pobres; pero ellos dicen una gran mentira, pues no dan el valor total de la venta, sino tan solo una parte. En ese entonces no existía una ley que dijera que debían de vender y dar todo a la Iglesia, sino que cada uno tenía la libertad de actuar según su corazón.
La actitud de este matrimonio fue castigada con la muerte repentina de ambos. El error no estuvo en no entregar todo el dinero de la venta, sino en su actitud mentirosa, pues ellos tenían el derecho a decir: “Hemos vendido el terreno, nos quedamos con algo para nosotros y queremos donar una parte para los hermanos que no poseen nada”. Así como Safira y Ananías mostraban falsamente una actitud de total desprendimiento y de bondad hacia los necesitados, debes entender que las actitudes de los padres son el mejor espejo para sus hijos:
1. Vive la bondad
¿Cómo pretendes exigir que tu hijo sea bondadoso con los demás si te escucha decir: “No prestes esos colores porque me han salido muy caros”? ¿Puedes esperar empatía cuando escucha: “No te juntes con esos niños, huele el olor rancio que tienen”? ¿Deseas que ayude a los demás si sueles decir: “Que se ocupe su madre, para algo la tiene”?
2. ¿Cuánto tiempo hace que no sorprendes a tus hijos con un acto de bondad?
Quizás, tal como me pasa a mí, vives una jornada agotadora cada día, pero para tener actos de bondad no necesitas otra cosa que el deseo de imitar la original gracia de Dios, que te regala la vida de su Hijo: lavar la ropa de una anciana, ayudar a cargar la bolsa de los mandados a un niño, ser amable con alguien que está buscando una dirección, avisar a quien dejó encendidas las luces de su automóvil, donar sangre, entregar un libro a la biblioteca del barrio, todas pueden ser opciones sencillas y económicas. Comienza por ser bondadosa en tu hogar, ya después vendrá tu comunidad y espacio de trabajo. Bañar a tu familia en un mar de bondad, transforma una casa ordinaria, en un pedacito de cielo, que tus hijos recordarán para siempre.
3. No creas que todo es dinero
Es muy noble donar una suma importante de dinero como Ananías y Safira, pero también la bondad se muestra en la caricia que damos a nuestros hijos, en la paciencia que mostramos cuando estamos agotadas y sentimos que fácilmente podemos estallar, en una mirada comprensiva, en una mano que se extiende; todo eso es también de enorme valía: es eso lo que va formando un carácter sano en tus hijos. Sigue el ejemplo de estos niños y deja que la bondad desate tus manos y abra tu corazón.