Nubes negras y una tormenta eléctrica amenazaban con aguar la fiesta de cumpleaños de su hija. Pero hizo este RITUAL y la lluvia llegó sólo cuando ella quiso
La fe mueve montañas dicen. Y los rituales anti-lluvia, mueven a las nubes.
Fernanda Gonzalez Casafús
Como cada cumpleaños, desde hace 5 años que los preparativos para las fiestas infantiles de mis hijos se hacen desde unas cuantas semanas antes. Y aunque las manualidades no son mi fuerte, lo que se hace con amor siempre tiene su cuota de bonito. Pero este año, el cumpleaños de mi hija Indira vino algo accidentado. A pesar de ello, pudimos salir airosos de la mejor manera.
Como mi hijo Tizziano cumplió sus 3 años a fines de octubre y mi niña cumplió 5 a mitad de diciembre, este año decidí hacer una sola fiesta para ambos. Puesto que aún son chiquitos, muchos de los amiguitos son en común. Así que elegimos algún personaje que le gustara a ambos. Y los dos coincidieron que querían el cumple temático de la patrulla canina, o los “Paw Patrol”, como es su nombre en inglés.
Manos a la obra
La genia de mi madre que me acompaña con mis locas ideas en los cumples, y añade unas cuantas otras suyas, pone todo su esfuerzo y logística cada año para que sus nietos tengan un lindo cumpleaños. Así, diseñamos e imprimimos etiquetas para las golosinas, hicimos listas interminables de las cosas que había que comprar, compré máscaras imprimibles de la patrulla canina por internet, y bosquejamos cómo acomodaríamos todo en la “mesa dulce”. Pensamos en cómo decorar las mesas y qué vajilla usar para chicos y grandes. Tal vez uno se imagine un cumple fastuoso, pero la idea no era esa, sino que yo quería algo sencillo pero visiblemente bonito, con todo lo que podía permitirme el bolsillo y el tiempo.
La semana previa a la fiesta fue un caos. Mi marido es docente y tuvo toda la semana ocupada con exámenes y fiestas de graduación de sus alumnos. Yo necesitaba acelerar con los preparativos (y soy algo ansiosa) y el tiempo corría. A eso, se le sumó un hecho algo desconcertante. El mismo día del cumpleaños de Indira, que fue jueves 14 de diciembre, la pequeña amaneció con vómitos y fiebre….¡y yo también!. Pero eso no fue todo. Mi mamá estaba algo imposibilitada en sus movimientos porque hacía unos días atrás se había caído en la acera y tenía una costilla fisurada. Necesitaba hacer reposo o, al menos, hacer el menor esfuerzo posible.
Había que hornear, decorar cupcakes, hornear y decorar cookies, recortar las últimas máscaras que quedaban sin recortar, armar los souvenirs, pasar a buscar los disfraces que habíamos alquilado de la patrulla canina, ir a buscar la bebida y algún que otro detalle más. Pero, salvo mi marido, estábamos todos enfermos. La noche anterior mi hijo menor también había estado con vómitos. Al menos faltaban 2 días enteros antes de la fiesta, y eso nos dio tiempo a recuperarnos.
Una santa mi hija, que cuando se despertó el día de su cumpleaños, no hubo desayuno en un bar fuera de casa como se lo habíamos prometido, ni cena en Mc Donalds. Se despertó y mamá estaba cambiando las sábanas sucias de vómito. Y no sólo eso sino que como regalo de cumpleaños recibió un pinchazo de la doctora que le inyectó un medicamento para frenar las náuseas. Sin embargo, a medida que fue pasando las horas nos fuimos sintiendo mejor, nos animamos con la idea de la fiestita del sábado y pusimos manos a la obra con todo lo que faltaba preparar.
El tiempo amenazaba
Las fiestas de cumpleaños las organizo en casa cada año, donde tengo bastante lugar en el patio, pero no hay demasiado lugar adentro. Es decir, ese día no tiene que llover, porque si llueve, debo posponerlo. El problema es que diciembre es un mes complicado, y casi todos los años lo festejo un fin de semana antes de Navidad, por lo que no me da demasiado margen para correr la fecha en caso de lluvia. Y este año, una semana antes del cumple comenzó a circular la noticia de que el sábado 16 de diciembre venían fuertes tormentas y vientos de gran velocidad para la región. Pero lo que pasó a continuación, ni yo me lo esperaba.
La noche anterior a la fiesta, la torta de cumpleaños estaba sobre la encimera en la cocina, lista para dar los últimos toques al día siguiente. Las tiras de tela estampadas ya estaban recortadas listas para envolver los troncos de los tres árboles que iba a ornamentar en mi jardín. Ya estaba todo preparado, y nos fuimos a dormir.
La mañana del día de la fiesta me desperté y miré por la ventana. Nubes negras cargadas de agua amenazaban con una tormenta inminente. Tenía la opción de mandar mensajes a todos los invitados y decir que se suspendía hasta que el tiempo mejore. Pero antes de eso decidí implementar los consejos que me habían dado el día anterior cuando en facebook pregunté a mis contactos si conocían algún ritual para frenar la lluvia y tormentas. Mis contactos se solidarizaron y me dieron sus ideas, que esa mañana implementé.
Salí a las 6.45 de la mañana al jardín de casa y mi perro, Polo, me vio salir con un cuchillo en la mano y el frasco verde de la sal, y me miró más raro aún cuando me agaché sobre la tierra. Allí, en un lugar central del terreno hice una cruz con sal gruesa sobre la tierra y en el medio le clavé un cuchillo. Mientras, murmuraba una improvisada oración. No conforme, hice una segunda cruz un poquito más allá. Cuando levanté la mirada mi marido me estaba observando por la ventana. En su cara había una mezcla de estupefacción e incredulidad. Le expliqué y me dijo, con la positividad que lo caracteriza, “yo ya sé que no va a llover”. Lo que nunca me dijo, es que si creía en mi ritual, o sólo era una interjección de deseo.
Y funcionó
A media mañana, el viento comenzó a soplar muy, muy fuerte, lo que corrió a todas las nubes negras y el cielo se esclareció. Los rayos del sol aparecieron en todo su esplendor y salimos entonces con mis hijos al patio a decorar los árboles y poner todo a punto para la tarde.
El cumpleaños se desarrolló con total normalidad y fue una fiesta maravillosa. Mi marido, mi cuñado y yo nos disfrazamos de tres de los personajes de los Paw Patrol y los niños quedaron encantados, además de que nosotros pudimos sacar nuestro niño interior con la divertida actuación.
Cuando el sol comenzó a ponerse, cortamos el pastel de cumpleaños y mis hijas soplaron las velitas. una vez que se retiraron todos los invitados, nos quedamos en el patio comiendo algunas de las cositas ricas que había sobrado, junto a mi marido, mi mamá y mi suegro. Eran las 21.30 cuando mi marido fue y desarmó el ritual anti lluvia que yo había hecho en la mañana. Creer o reventar, pero a los pocos minutos comenzaron a escucharse los truenos, y los relámpagos iluminaban el cielo. La tormenta se desató esa noche con toda su furia y me sentí completamente aliviada de que la lluvia esperó, y que mis hijos y sus amigos hayan podido disfrutar de una hermosa fiesta de cumpleaños.
Rituales anti lluvia
No sé si fue el ritual, la fe, mi energía, o Dios. Pero que no llovió, no llovió. Rituales como éstos son tan viejos como la humanidad misma. Los antepasados tenían cientos de rituales para todo. Hoy, muchos se han perdido, pero otros pasan de generación en generación.
Somos pura energía, y no hay nada de malo en creer que somos nosotros mismos quienes podemos pedir con nuestras fuerzas a Dios o el Universo y encomendarnos para lograr nuestros objetivos. Algunos de los rituales anti- lluvia más conocidos son: enterrar un huevo, hacer una cruz con sal y enterrar un cuchillo en el medio, hacer una cruz de sal a la derecha de la puerta de entrada del hogar, etc.
Hay quienes dicen que no existe ritual alguno que pueda frenar la fuerza de la naturaleza. Sin embargo, todo lo que pidamos con mucha fe y determinación, puede suceder. Y si la que lo pide es una madre que no quiere que llueva en la fiesta de cumpleaños de sus hijos, más aún, nadie puede contra ello. Y tú ¿crees en este tipo de rituales?
Fernanda Gonzalez Casafús es argentina, mamá y Licenciada en Periodismo. Ama los animales, la danza, la lectura y la vida en familia. Escribir sobre la familia y la maternidad se ha convertido en su pasión.