Pequeño manual para discutir con tu pareja
Incluso en la confrontación se deben seguir ciertas reglas que salvaguarden la salud emocional de ambos y nutran la relación. ¿Las conoces? ¿Las sigues?
Rafael Vázquez
No existe una relación estable y duradera que no deba pasar por desacuerdos leves, severos y hasta críticos. Siempre hay asuntos difíciles, cuentas pendientes, experiencias dolorosas que aún nos lastiman, dinámicas poco satisfactorias.
Pero incluso en la confrontación más asertiva y en el tratamiento de asuntos que nos hacen sentir desde un ligero malestar, hasta una ira exacerbada, se deben seguir ciertas reglas para salvaguardar la salud emocional de ambos miembros de la pareja y asegurarse de que la discusión sea una gestión genuina de mejoramiento de la relación. De lo contrario, el enfrentamiento será un caos destructivo, que despedazará los vínculos sentimentales y el bienestar.
Los reclamos son legítimos
En este otro artículo ya te he contado cómo quejarse puede no ser tan malo. Vive en un error todo aquel que piensa que en una relación feliz, madura e ideal, no existen las quejas ni los reclamos. Por muy enamorados que estén, siempre habrá cosas, aspectos, detalles y conductas que nos desagraden, entristezcan, molesten o que simplemente nos impidan crecer individualmente o como pareja. El reclamo es el momento de la comunicación en el que expresamos una inquietud, de modo que es perfectamente válido hacer peticiones y exigencias.
No es una competencia
Si el trámite de lo que estamos intentando arreglar, se vuelve una discusión difícil, siempre recuerda que no estás compitiendo por tener la razón, sino por hacer de su relación algo más adecuado y feliz. Aunque tengas muchos argumentos, no debes competir por imponer la razón. Aunque hayas sufrido mucho por lo que estás reclamando, no debes competir para demostrar que eres la persona que más sufre en la relación. El momento de la discusión es un acto de comunicación difícil, intrincado y tal vez doloroso, que requiere paciencia, mucha buena voluntad y amor.
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No eres tú, es lo que haces
Enfréntate al problema, no a tu pareja. Dice el dicho que “Dios odia el pecado, pero ama al pecador”. Es lo mismo en tu relación. Si la discusión se trata de que tu cónyuge pasa mucho tiempo en Facebook platicando con sus ex novias, no lo ataques a él en su persona, sino solamente indícale cómo es que esa conducta en particular te hace sentir incómoda.
Generalizar es mala idea
Al calor de una discusión, es muy fácil escuchar cosas como “Nunca te interesas por mí” o “Tú siempre estás viendo televisión”. Estoy a punto de escribir algo como “Todas esas acusaciones son completamente falsas”, cayendo en la misma trampa. Analizando objetivamente, te darás cuenta de que lo que en realidad ha pasado es que en ciertas ocasiones en que necesitabas que se interesara en ti, él no estaba disponible. Cuando tú querías una atención especial, él estaba viendo un partido en la tele. Pero en muchas otras ocasiones te ha demostrado su interés genuino en ti y deja muchas cosas que le gusta hacer para estar contigo, porque eres lo que más ama.
No involucres a otros
Es mala idea utilizar a los demás. No uses frases como “Mi mamá me dijo que…” Di lo que tú piensas, porque tienes el don del pensamiento propio. Tampoco manipules a tu pareja usando a tus hijos, eso es muy enfermo y peligroso. Mucho menos compares: “Deberíamos hacer como Jennifer y Aldo, él sí es atento y responsable…” La relación que tienes tú con tu pareja es solo tuya y de él. Eso es maravilloso. No le deben nada a nadie y no son como ninguna otra pareja.
Prohibido condicionar la existencia de la relación
Nunca manipules a tu pareja condicionando su relación a la concesión o cesión de las cosas que estás pidiendo. Si lo haces, los cambios que logres serán efímeros y la relación se encaminará a su fin.
El silencio, una respuesta que mata
Nunca pasen del desacuerdo a la agresión
No insultes. No respondas al insulto. No uses el sarcasmo. No respondas a él. Sé paciente y muy prudente.
Una pelea, un solo asunto
Por mucho que haya otros asuntos pendientes, no los pongas sobre la mesa. Si estás jugando ajedrez, no puedes arrojar una pelota sobre el tablero. Un asunto a la vez es mucho mejor.
Escucha atentamente, sin pensar en lo que responderás
Todos nos quejamos de no ser escuchados. Pero casi nunca escuchamos como nos gustaría que nos escucharan. Si escuchas con mucha atención y solo después de oír y meditar lo escuchado, preparas una respuesta, el resultado será mucho mejor para la relación.
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Plan de acción y reconciliación
Toda discusión puede ser acalorada, intensa y hasta extenuante, pero si conduce hacia acuerdos, un plan de acción y el refrendo de los lazos emocionales, habrá valido la pena. Si no puedes llegar a este punto, es que algo en los puntos anteriores falló.
Si has podido llegar a acuerdos, enhorabuena, puedes disponerte a gozar de las maravillosas mieles de la reconciliación. ¿Comprendes ahora cómo algunas peleas en pareja, pueden fortalecer tu relación?