Ser como un niño no es ser infantil, sino necesario para un matrimonio feliz
Los atributos del carácter de los niños han fascinado a los ideólogos de todas las épocas. ¿De qué manera te ayudan esos atributos a tener un matrimonio feliz?
Rafael Vázquez
Todas las filosofías prácticas del mundo contienen un consejo de este tipo. El ejemplo más célebre en nuestra cultura occidental es la siguiente enseñanza cristiana, que se encuentra en el relato del Nuevo Testamento: “Es necesario que os volváis como un niño pequeño, o de ninguna forma podréis entrar en el reino de los cielos”.
Entre los intérpretes de las enseñanzas de Jesús de Nazaret, hay quienes dicen que el reino de los cielos es un modo de referirse a la tranquilidad de conciencia y la felicidad personal, sin menoscabo de las doctrinas que afirman que se refiere a un estado real del futuro, caracterizado por la felicidad e imperturbabilidad eternas en un lugar y bajo unas condiciones especiales, reservadas en exclusiva a quienes, durante el curso de su vida mortal, se hayan sometido a vivir bajo los preceptos del evangelio.
Cualquiera que sea el caso, es decir, ya sea para obtener el reino literal del cielo o para lograr una vida marcada por la imperturbabilidad y la felicidad, se requiere que nos volvamos como niños pequeños.
Ser como niño no es ser infantil
¿Se trata de volver a los días en que hacíamos rabietas (berrinches) cada vez que no obteníamos de inmediato lo que pedíamos? ¿Hemos de quedarnos en los aprendizajes propios de la escuela inicial, como la habilidad psicomotriz y la identificación de formas geométricas básicas y olvidar la complejidad de la abstracción y el pensamiento paralelo, que viene solamente en las últimas etapas del desarrollo mental, a eso de los 20 años de edad biológica? Me parece que la consigna ideológica —y en este caso, cristiana— nos obliga a distinguir entre ser infantiles o pueriles y ser como niños pequeños.
Mi madre ha trabajado por varios años como voluntaria en un programa de educación complementaria para niños. En una ocasión, mientras impartía una capacitación a sus colaboradoras, dijo algo sobrecogedor pero que ilustra perfectamente el carácter de los niños, y que está en la base del principio cristiano que dicta que debemos ser como ellos: “Un niño pequeño –dijo mi madre– te toma de la mano y va contigo a donde tú lo lleves, sin chistar, y si tú lo llevas a un despeñadero con intención de que caiga, él irá”.
Las lágrimas de todos los presentes comenzaron a correr, incluso de los ojos de mi madre que, en ese entonces, ya había criado dos hijos, ayudado a criar a dos sobrinos y tenía tres nietos menores de seis años.
Tres cualidades esenciales de ser como un niño
1. Manso, humilde
Nunca se es demasiado autónomo como para no reconocer que siempre habrá una autoridad superior a nosotros, a la que tendremos que rendir cuentas. No me refiero a que tengas que dejar de ser tú para complacer a tu pareja, sino que —a fin de poder tener sacar adelante los desencuentros propios del matrimonio— es necesario tener una muy buena dosis de mansedumbre y humildad.
Edificar un matrimonio feliz a través de la humildad y el perdón
2. Paciente
Los niños pequeños, sin darse mucho a notar, suelen verse obligados a pasar por ratos incómodos o muy difíciles, y aunque todos sabemos que a veces son inoportunos y piden mucho, ellos aprenden con el paso de los días que no pueden tener, hacer o conseguir todo lo que quieren. Esa realidad no cambia nunca, y comprenderlo nos ayudará a desarrollar paciencia. En nuestra cultura de comida rápida y éxito instantáneo, es necesario tener mucha paciencia para que nuestro matrimonio sea estable.
La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces. Consejos para alcanzarla.
3. Lleno de amor
La inclinación natural de un niño es el afecto sentimental positivo, en especial con sus seres más cercanos. No hay nadie a quienes el niño ame con más fuerza. ¿Por qué habría de ser diferente en la vida adulta? El amor no es solo un sentimiento, es decisión, determinación. No es algo que “se agota” con el tiempo, sino que puede y debe ser una parte esencial de tu matrimonio.
Qué debes hacer para que el amor en tu matrimonio dure para siempre
Si tú no profesas alguna religión, puedes sustituir las palabras que se refieren a Dios por “la vida” o “la Naturaleza”, y también funcionará. Más aún, si en lugar de colocar a Dios o la Naturaleza pones a tus padres y los buenos principios que ellos te han inculcado, entonces tienes la fórmula completa: si quieres alcanzar la felicidad debes esforzarte por desarrollar todos esos atributos que un día tuviste, precisamente cuando eras un niño. Solo quien ama como un niño pequeño, puede tener un matrimonio que dure para siempre.