¿A qué sabe tu vida?
¿Eres capaz de apreciar las cosas buenas que te suceden o simplemente las tildas como un integrante más de la lista del supermercado?
Marta Martínez Aguirre
¿A qué sabe tu vida? La prisa, la preocupación obsesiva por el futuro, no hacen otra cosa que ensombrecer el presente y borrar la felicidad en un simple pestañear. Quizás eres de las personas que quiere ser feliz, pero pocas veces se detiene para reflexionar si lo está siendo y qué cosas le hacen feliz en verdad. ¿Eres capaz de apreciar las cosas buenas que te suceden, o simplemente las tildas como un integrante más de la lista del supermercado?
Fueron Fred B. Bryant y Joseph Veroff por allá en el 2006 quienes acuñaron el término savoring (saboreo). Dos investigadores de la Universidad Loyola de Chicago y de la Universidad de Michigan. Ellos plantearon la necesidad de “saborear” o disfrutar los momentos buenos que nos ofrece la vida, y para ello este par de especialistas propone vivir a pleno el momento actual y poner atención a las pequeñas cosas que nos suceden. Piensa en estas escenas cotidianas:
a. Estás con tus hijos jugando en el jardín y el Smartphone te roba la oportunidad de ver el instante en que tu hija pequeña hace una pirueta que para ella es espectacular.
b. Miras televisión mientras almuerzas, y ni siquiera identificas el sabor de las especies con que tu esposo ha preparado ese delicioso pollo al horno.
c. Recibes un correo electrónico de un familiar en el extranjero y estás atenta al último tema musical de la radio, perdiéndote la oportunidad de emocionarte hasta las lágrimas cuando te cuenta de la remisión de su cáncer.
No logras saborear nada, sin embargo, estás atenta a cosas que son efímeras y deseas con toda el alma ser feliz. Para ser saborear la felicidad, dicen estos expertos, necesitas focalizar tu atención en lo bueno que te da la vida, comenzando por captar la felicidad encerrada en las pequeñas cosas.
Relee: La otra mujer no siempre es una mujer.
Una vez que logras entrenarte en poner una atención completa en las cosas que importan, comienzas a experimentar un bienestar inigualable. Dichos autores plantean cinco técnicas que te ayudan a aumentar tu felicidad:
1. Construye memorias
Risas, gestos,competiciones, viajes, anécdotas, momentos donde conquistaste un logro, promociones, instantes donde superaste una prueba, metas alcanzadas, son como fotografías mentales que dejan su sabor en tu interior y se fijan en ti llenándote de dicha. Incluso, además de hacer fotos mentales de esos momentos, puedes quedarte con algo físico que recuerde lo vivido: un puñado de arena te recordará el instante en que tu hijo dijo su primera palabra en la playa; una flor entre las páginas de un libro te recordará ese primer beso, aquella tarde.
Te invito a ver este vídeo: Después de ver esto, te secarás las lágrimas y llamarás a tu mamá.
2. Comparte con otras personas
Este es el elemento esencial para que esa experiencia buena quede sujeta en tu alma. Comparte en las redes sociales, llama a tus amistades y contagia la dicha a tus familiares. Contar tus experiencias enriquecedoras no solo contribuye a aumentar tu autoconfianza, si no que permite hacer partícipes a otras personas de lo que has experimentado.
3. Autoelogios
Felicitarte a ti misma por tus momentos vividos y tus metas alcanzadas. Las experiencias vividas te permiten reforzar tu estima personal y disfrutar de ese instante. Felicitarte cuando has conseguido un logro, construido algo o superado un obstáculo, es parte de sentir el sabor dulce de la vida.
Relee: Palabras mágicas para definir el futuro de tus hijos.
4. Agudiza la percepción
Agudiza tus sentidos para retener todos los detalles de la vivencia, el ruido de las olas mientras nadas, el olor a pan recién horneado, el aroma de un libro apenas comprado, la textura de un vestido nuevo. Intenta centrarte en algunos aspectos de tu experiencia y bloquea otros que no sean tan importantes, de ese modo podrás intensificar la experiencia.
5. Ensimismamiento
Vive a pleno eso que estás experimentando, sin ponerte a pensar cómo vas a prolongar el placer de lo vivido, o la pena porque luego no lo tendrás. No se trata de pensar en lo vivido, sino de sentirlo con todo tu ser. Deja de lado la presión del calendario, el temor por lo que vendrá y disfruta ese instante en que tu hijo ataja un gol, tu esposo te sorprende, el limonero se llena de azahares.
El naranja intenso del atardecer, los verdes del campo, esa arruga en el entrecejo de tu hijo cuando se enoja, la mueca de tu esposo cuando algo no le sale bien, vívelos, siéntelos, porque son únicos e irrepetibles y en ellos se encierra el sabor dulce de la felicidad.