Aprende a ofrecer disculpas a tus hijos, y ellos crecerán más sanos

Si te criaron con la idea de que tienes que ser un padre perfecto que nunca comete errores, seguro este artículo es para ti.

Oscar Pech

Déjame te cuento uno de los momentos más dolorosos de mi experiencia como padre y que constituyó uno de mis mayores aprendizajes. Los niños, cuando llegan a los terribles dos años de edad, entran en una etapa que yo llamé “adolescencia anticipada”: quieren ser independientes (y como no lo logran, tienen que lidiar con la frustración constantemente); nos retan y desafían en todo momento; están formando su carácter y, sí, es además una edad de berrinches, porque no quieren obedecer sino ver hasta dónde pueden hacer su voluntad. Por si fuera poco, continuamente quieren medirte para saber hasta dónde llegarás tú y se vuelven expertos manipuladores. Es como tener pequeños adolescentes en casa.

Cuando mi hijo mayor no quería obedecer, dos veces tuve que darle un par de nalgadas, pero en la segunda ocasión me dije a mí mismo: “Esto no está bien. Esto no nos está llevando a una solución, y solo está debilitando nuestra relación”. Buscaba cómo solucionarlo, sin darme cuenta de que el verdadero problema no era mi hijo: el verdadero problema era yo, que yo había sido criado de esa manera con disciplina estricta, con la ley y el orden. Y creo que ese es el gran problema de muchos, muchos padres: que simplemente seguimos los modelos educativos con que fuimos enseñados nosotros. Voy a decirlo en las divertidas palabras de Jorge Ibargüengoitia: “El único problema de los mexicanos es que son igualitos a sus papás”. Es un problema de educación que nos viene de generación en generación.

(Entre paréntesis, te platico cómo solucioné el asunto: le conté el caso a todos mis compañeros de trabajo, y les pregunté qué hacer; casi todos ellos decían que siguiera dándole nalgadas hasta que mi hijo entendiera. Pero un compañero muy sabio, Rodrigo Borgel, me dijo: “No, Óscar: simplemente indícale lo que quieres que haga, no lo obligues. Que él vea qué feliz serías tú si él te obedeciera, y no dejes de insistir: con amor siempre lograrás más que con golpes, gritos, regaños o recriminaciones”. ¿Y saben qué? Esa fue la solución perfecta y la clave para que nunca más tuviera que darle otra nalgada a mi hijo).

La importancia del albedrío y la guía en la educación de los hijos

Volvamos al tema: si quieres ser de verdad un padre bueno, uno decente, que tus hijos te recuerden con amor y gratitud, tienes que empezar por reconocer que no lo sabes todo. De paso, también tienes que reunir el valor para cuestionar la manera en que fuiste educado. Vivimos tiempos muy diferentes a aquellos en que fuimos criados nosotros: el mundo ha cambiado tanto, que es completamente diferente a ese donde crecimos y necesitamos encontrar nuevas formas de dar principios correctos a nuestros hijos.

Perdóname hijo, me equivoqué

En ese sentido, una de las cosas que tal vez se dificulten más para nosotros, sea el tener que bajar de nuestro pedestal de padre de familia, y decir: “Perdóname, hijo, me equivoqué”. Yo me imagino que uno cree que debe mantener una imagen de figura parental perfecta, que nunca falla, que todo lo sabe y lo hace bien, para de esa manera tener el respeto de nuestros hijos. Pero, ¿sabes? en tanto no somos perfectos, siempre cometeremos errores. No podemos dar esa imagen monolítica de perfección y, al mismo tiempo, barrer bajo del tapete nuestros errores, para que no se vean.

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Si aprendes a reconocer tus fallas frente a tu hijo, él se sentirá menos frustrado contigo, y menos angustiado con él mismo. Le ayudarás a saber que no tiene que ser perfecto en esta vida, que se vale cometer errores y eso nos hace más humanos. Aprender a decir: “Lo siento, hice esto mal, me esforzaré por hacerlo mejor la siguiente ocasión”, incluso le ayudará a valorar la honestidad y a desarrollarla como un valor fundamental en su vida.

Así que la próxima vez que cometas un error o actúes injustamente con tus hijos, pregúntate: “¿Estoy jugando a ser un dios perfecto, dueño de esta casa, o quiero ser solamente un padre humano, ejemplar, que sabe reconocer cuando se equivoca?” Si optas por lo segundo, le estás enseñando a tu hijo que lo importante no es nunca caer, sino que cuando uno cae, pueda levantarse una y otra vez. Eso tan importante que ahora le llaman resiliencia

No tengas miedo: no pierdes nada al reconocer que eres un padre imperfecto. Al contrario: gana mucho tu imagen ante tus hijos y les estarás dando muchas herramientas para aprender a lidiar con la frustración.

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Oscar Pech

Oscar Pech ha dedicado su vida a la enseñanza, la lectura, la escritura y la capacitación en diferentes partes de la República mexicana. Es una persona profundamente comprometida con la familia y los valores morales.