Me rindo, ya no quiero ser mamá
Los medios de comunicación masiva siempre nos presentan escenas sublimes de mujeres felices y realizadas por ser madres pero, ¿qué pasa entonces? ¿por qué tú no te sientes así?
Emma E. Sánchez
Las noticias presentaron la historia de Luz como un simple suicidio más en la Ciudad de México: una mujer en su década de los treintas, se había lanzado a las vías del transporte eléctrico y dejaba en orfandad a dos pequeños de 7 y 5 años, así como a un esposo desconcertado. Las causas de su fatal decisión no se comprendían, pues su nivel socioeconómico, apariencia personal y el discurso de sus familiares no indicaban que ella tuviera alguna problemática seria.
Lo que más me impactó fue escuchar el comentario de la mujer que estaba a mi lado escuchando la misma noticia, dijo: “Cuando mis hijos eran pequeños, muchas veces también quise escapar y dejar todo”.
La realidad es que muchas mujeres experimentan sentimientos negativos como depresión, frustración y tristeza, especialmente cuando se encuentran solas sosteniendo a una familia, sin el apoyo de una pareja, cuando han perdido el empleo o si tienen demasiado trabajo. Si a estos factores añadimos la presión que puede llegar a ejercer la sociedad al transmitir estereotipos para que la mujer siempre luzca bella y feliz, con un hogar perfecto y una familia de fotografía, el resultado es una bomba de tiempo. Intentemos evitar que explote.
1. Habla de tus sentimientos
Escribe, llama por teléfono a una amiga, una vecina o simplemente ponte a cantar; identifica los sentimientos que te agobian y no les des cabida en tu mente. No olvides que las cosas de adultos se hablan con adultos, por lo que sé prudente con las palabras que hablas a tus hijos, especialmente si son pequeños. Por supuesto que puedes decirles cuando estás cansada, pero nunca les hagas sentir que ellos son culpables de lo mal que te sientes.
2. Dedica un poco de tiempo y recursos para ti
Mucho del agotamiento que una joven madre puede sentir, está relacionado la falta de descanso. Habla con un familiar o alguna amiga y pídeles que te ayuden una tarde a la semana, ya sea con los niños o con los deberes del hogar. Usa ese tiempo para dormir, caminar, ir al peinador o tomarte un helado. Aprende a relajarte, duerme o procura hacer las cosas que te gustan, cuando los niños duermen.
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3. Busca disfrutar a tus hijos y a tu esposo
Las travesuras infantiles son eso, pequeñas diabluras que pasarán. Un día, tus pequeños dejarán de correr por doquier y podrás dormir noches completas. Aprende a dar prioridad a los niños y a tu esposo, no vale la pena estarse enojando por cosas que no son prioritarias. Juega y pasa tiempo con los pequeños, la limpieza puede esperar. Si eres una mujer que trabaja, con más razón deberás valorar tus tiempos libres en familia.
4. No busques ser perfecta, tener el hogar o la familia perfecta
Un querido amigo de la familia, quien tenía poco tiempo de haberse casado, pronto perdió el interés en volver a su casa y pasar tiempo con su esposa. Sucedía que, aunque él se apresuraba por salir del trabajo para estar con ella, al llegar solo encontraba a una mujer terriblemente afanada por limpiar y tener todo en perfecto control. Una noche, tuvieron una gran discusión debido a que cuando él llegó y la invitó al cine, ella se negó debido a que “tenía que planchar las toallas del baño”. Fue hasta entonces que él se dio cuenta de que su esposa necesitaba ayuda profesional. Cuando su ella entendió que no había que competir con nadie ni demostrar que ellos eran una pareja perfecta, las cosas mejoraron y fueron felices.
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5. Si lo necesitas, pide ayuda
Si sientes que ya no puedes más, respira profundo y pide ayuda antes de tomar cualquier decisión de la cual te puedas arrepentir. Tanto en el matrimonio como en la crianza de los hijos, podrá haber momentos en los que tal vez querrás salir corriendo y no volver a saber de nadie. Sin embargo, esta no es una opción sensata, como tampoco lo es escapar de cualquier modo que puedas imaginar. Recuerda, huir nunca es una solución.
Lo mejor es que pidas ayuda, así que busca a un consejero espiritual, a algún profesional de la salud mental, a tus familiares y sobre todo, procura el consuelo y la paz que Dios nos da.
Pide en oración por tus necesidades y ten la certeza de que todo saldrá bien. Confía, estás haciendo las cosas mucho mejor de lo que tú imaginas.