Mis hijos pelean todos los días, ¡ya no sé qué hacer!
A veces no es cuestión de tiempo que los hermanos dejen de pelear. Si no ponemos atención a sus peleas, podremos estar viendo el inicio del fin de su relación. No permitas que tus hijos se separen.
Emma E. Sánchez
¿Quién no recuerda haber peleado con alguno de sus hermanos? Pareciera una ley que los hermanos discutan y peleen pero, al mismo tiempo, se reconcilien, no guarden rencores y vuelvan a jugar juntos una vez más. Conforme los años pasan, las peleas se superan y se transforman en bromas, largas pláticas y se consolidan en relaciones que nos acompañarán a lo largo de la vida, pase lo que pase. Un hermano o hermana a quien podamos recurrir es un pedacito de infancia que siempre se quedará con nosotros.
Pero, entonces ¿qué sucede con esos hermanos que se dejan de hablar, que no se procuran o que inclusive se odian a muerte? Cuando se revisan algunos de estos casos más terribles podemos encontrar que tienen en común algunas problemáticas como las siguientes:
1. Los padres los comparaban constantemente
Este tal vez sea el más grave error que los padres cometen con los hijos. A veces los padres no decimos exactamente: “Tú eres mejor que él”, pero decimos lo mismo usando otro tipo de frases como: “Tu hermano sacó excelentes calificaciones, ¿por qué tú no?”, lo que es igual a decir: “Él es listo y tú no”. O a veces decimos cosas como: “Tu hermana no puede hacer eso, hazlo tú”, que puede entenderse como “Ella es inútil, incapaz, por lo tanto tú tienes el control de las cosas”. Y, una de las más comunes que escuchamos en todas las fiestas infantiles donde un hermano es el invitado, quien se está divirtiendo mucho y la mamá dice: “Despídete porque tu hermanito ya tiene sueño y quiere descansar”, o sea “Tu hermano es más importante que tú, nos interesa más lo que él siente que lo que tú sientes”. Todas esas frases, aunque no lo creas, generan rivalidad, resentimientos, inconformidad y odio entre hermanos.
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2. Los padres o familiares aplaudían la rivalidad
Aunque no lo creas, las familias aplauden y fomentan la lucha y competencia entre hermanos. Si reconoces algo así en tu casa, no lo permitas. Lo mismo sucede cuando solo se reconoce a un hijo y al resto no.
3. Hablar mal, criticar o descalificar
Hay hijos que se ganan de forma fácil y natural no solo el amor de los padres sino su confianza, o son más afines. La cuestión que genera problemas es cuando el padre se desahoga con un hijo hablando mal de otro y se le da poder y autoridad para mandar sobre sus hermanos, sin que los otros lo reconozcan como autoridad.
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4. Culpar antes de indagar
La típica frase “¿Qué le hiciste a tu hermano?”, da por hecho que el otro hijo es, sin pensarlo, culpable, de lo que sea pero culpable. Obsérvate, tal vez te estás convirtiendo en alguien injusto y rápido en juzgar y criticar. Escucha ambas partes, busca la reconciliación y el perdón entre todos los integrantes de la familia.
5. Tener favoritos
Dirás que eso no es cierto, pero sucede. Y repito: hay hijos que son más fáciles, más accesibles, más apegados u obedientes y otros que no son nada así. “Los mejores marineros se hacen en la tempestad, no en la calma del mar”; esos hijos, lo más rebeldes, lo más difíciles, son los que más nos necesitan, los que más amor y reconocimiento requieren. No te confundas y pienses que son tus enemigos.
6. No dedicar tiempo a cada hijo
En el cuento para niños “Horton escucha a Quien” del Dr. Seuss, se habla del personaje del alcalde que “junto con su esposa tienen 97 hijos y diariamente a cada uno lo besa y le dedica 25 segundos por separado”. Digo, si este alcalde de cuento le puede dedicar un tiempecito a cada uno de sus hijos ¡cuánto más nosotros en la vida real debemos hacerlo! Dedicar a cada hijo su propio momento nos da lazos especiales de confianza y de acercamiento, cada hijo entonces podrá saberse querido y especial.
7. Darles regalos iguales omitiendo o no reconociendo sus propias personalidades
Los padres piensan que si regalan el mismo juguete a los dos, por ejemplo, los niños no pelearán. Nada más equivocado. Es más importante que aprendan a dialogar, esperar turnos y negociar para usar un objeto que les guste a ambos o, mejor aún, obsequia a cada hijo algo según sus gustos, sus aficiones y sus talentos. Respeta su individualidad.
8. No fomentar el trabajo colaborativo, el servicio y las tradiciones
Cuando servimos a alguien en verdad llegamos a amarle sinceramente, porque le dedicamos nuestro tiempo y atenciones. Por eso, para que los hijos lleguen a amarse sinceramente, deben aprender a servirse uno a otro, a ayudarse y trabajar juntos. Fomenta este tipo de actividades y elogia sinceramente las cosas buenas que hacen el uno por el otro.
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Las relaciones que más duran en esta vida no son las de los esposos, ni siquiera las de padres e hijos: son las de los hermanos. Por esto es tan importante que nuestros hijos tengan relaciones sanas y fortalecedoras, pues ellos seguirán juntos, ayudándose aun cuando tú y tu esposo ya se hayan ido.