Huérfanos del siglo XXI: hijos de padres ausentes

Cuando piensas en un huérfano, inmediatamente piensas en soledad, abandono o sufrimiento. ¿Te imaginas esas características en un niño que tiene padres y un hogar? Pues está sucediendo, más de lo que imaginas.

Emma E. Sánchez

¿Qué recuerdas de cuando regresabas a casa después del colegio? ¿Había alguien ahí para recibirte?, ¿era tu mamá o algún otro familiar? ¿Había comida calientita esperando por ti?, ¿platicabas con alguien?, ¿jugabas con tus hermanos o amigos en la calle? ¿Quién hacía la tarea contigo?

La mayoría de nosotros, o los mayores de treinta años, todavía nos tocó llegar a casa y que alguien nos recibiera: había comida preparada, se hacían tareas y se jugaba en la calle. Todo generalmente bajo el “ojo vigilante” de una madre. Pero las cosas fueron cambiando: la siguiente generación de madres comenzó a trabajar y los niños se quedaron bajo el cuidado de la abuela, la tía, la vecina, una niñera, de la señora del aseo o —en el peor de los casos— a cargo del hermano mayor y la televisión, hasta que un día se quedaron solos.

La comida también se transformó: pasó de comida caliente a recalentada, congelada, enlatada, hasta llegar a la chatarra. Los niños engordaron, pues además ya no podían salir a jugar o tener amigos fuera del horario de la escuela. Aparecieron los celulares, Internet, las computadoras y las tabletas, y al final del día los niños se quedaron simplemente solos desde muy pequeños.

¿Qué podemos hacer para evitar esta espiral a la desintegración familiar y destrucción social?

1. Organiza el tiempo

La agenda familiar es fundamental. Comparte un calendario donde todos puedan saber las actividades personales y familiares, así como el modo de empatar traslados, comidas, reuniones y verificar que los hijos pasen el menor tiempo solos, sin trabajo o supervisión.

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2. Mantente comunicado

Aprovecha la tecnología: mantente en contacto con tus hijos desde el trabajo, en la medida de lo posible. Manda acorreos, mensajes, llama, manténganse en contacto mediante las redes sociales. Establece un canal de comunicación con los maestros, los padres de otros compañeros y amigos.

3. Hazte presente

Busca a tu hijo a la hora que llegues y dedica unos minutos a saber de su día y sus actividades. Platícale las tuyas, abrázalo y mándalo a dormir con la certeza de saber que lo amas y te interesa.

Preséntate en la escuela sin ninguna razón, pasa a recogerlo, invítale un helado de camino a casa, revisa que se quede seguro y luego regresa corriendo a la oficina. Haz todo, en verdad, todo por asistir a sus eventos escolares y otras reuniones importantes para él.

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4. Dialoga, delega y confía

Algo que en casa nos ha funcionado, es reunirnos una vez a la semana, para cenar juntos y organizar las actividades de la siguiente semana. Hacemos la agenda familiar, discutimos los problemas de la familia. Nos ponemos de acuerdo y luego asignamos tareas y responsabilidades para ayudarnos todos con los deberes del hogar, los hermanos pequeños y la preparación de la comida a lo largo de la semana.

Luego, a lo largo de la semana mantenemos la comunicación y supervisamos las asignaciones dadas. No es un sistema infalible, pero nos ha funcionado en casa. Seguramente tú desarrollarás mejores formas y métodos de organizar a la familia, de tal manera que los hijos no se sientan solos ni desarrollen problemas emocionales por no sentirse amados e importantes.

El tiempo que nos tocó vivir como madres no es sencillo, como mujeres se nos requiere demasiado y a nuestros hijos se les han impuesto pesadas cargas desde muy pequeños. Siempre identifica qué es lo más importante y luego actúa. ¡Lo estás haciendo muy bien!

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.