La letra con sangre no entra. Educar a tus hijos es una tarea de amor y paciencia
Hay muchas formas de maltrato que marcan a la persona para siempre, más aún cuando se dan durante la niñez, tiempo en el que se es más vulnerable e indefenso.
Diana Cantor Martinez
“La letra con sangre entra” es un viejo refrán que utilizaban algunos padres y maestros para referirse a la educación y crianza de los hijos. En el pasado el maltrato físico y emocional para educar era aceptado; algunos hacían una verdadera apología de su necesidad para guiar y corregir. Personalmente siento alivio al saber que la sociedad ha evolucionado en este aspecto, abriéndose a otras formas de enseñar e inculcar valores a las nuevas generaciones.
Es evidente, sin embargo, que los padres de hoy se enfrentan a chicos con mucho más carácter y autoconfianza, que parece que no temen a nada e incluso se les dificulta identificar y reconocer la autoridad. Pero para nuestra tranquilidad existen alternativas al maltrato que pueden resultar eficaces a la hora de educar, guiar y corregir a nuestros hijos. Porque la letra con sangre no entra, educar a tus hijos es una tarea de amor y paciencia.
Lee a continuación por qué no recurrir al maltrato y qué otros métodos de disciplina resultan viables sin dejar secuelas emocionales para toda la vida:
Las huellas imborrables del castigo
Existen muchas formas de maltrato y todas ellas marcan a la persona para siempre; más aún cuando se dan durante la niñez, tiempo en el que el ser humano es más vulnerable e indefenso. Los golpes, los insultos, la indiferencia y el menosprecio no pueden dar lugar a una persona amorosa, segura de sí misma, feliz, sosegada, sensata; por el contrario, todo lo que ese ser humano podrá llegar a ser, en el mejor de los casos, es alguien inseguro, que vive a la defensiva, agresivo, hostil, que en su camino por liberarse del dolor y el resentimiento terminará siendo un nuevo maltratador. Es necesario, por consiguiente, frenar la cadena y sustituir el castigo en cualquiera de sus manifestaciones, por una forma de crianza solidaria, empática, afectiva, que dé lugar a mejores seres humanos, a hombres y mujeres reconciliados con la vida.
Otros métodos para disciplinar a tu hijo con amor sin lesionar su autoestima y confianza en sí mismo
Desde siempre, ser padre no ha sido tarea fácil y hoy el desafío es mayor, pero el amor y la paciencia nos permiten trascender y marcar la diferencia en la vida de nuestros hijos. En el ejercicio de disciplinarlos ante sus comportamientos inadecuados, el tratarlos con amor y respeto no indica que se debe ser frágil o permitir que ellos manejen o manipulen la situación. Para Adele Faber y Elaine Mazlish, autoras del libro Cómo hablar para que los adolescentes escuchen y cómo escuchar para que los adolescentes hablen, el problema con el castigo es que hace muy fácil para el hijo ignorar su mal comportamiento y focalizar, en cambio, en cuán injustos son sus padres; lo que es peor aún, lo exime del trabajo que necesita hacer para volverse más maduro, más responsable.
Para Faber y Mazlish lo que realmente quiere un padre es que su hijo comprenda que ha hecho mal y cómo debe remediarlo, que además lamente sinceramente lo que hizo y se asegure de no volverlo a hacer. Para que esto suceda es necesario generar un trabajo emocional en el chico, y el castigo interfiere en ese importante proceso.
Encuentra en esta liga una guía para disciplinar a tus hijos.
¿Cómo lograrlo?
-
Controla tus emociones ante la transgresión. Ante un comportamiento inadecuado de tu hijo, por grave que sea, una respuesta agresiva u ofensiva definitivamente no ayudará. Lo mejor será, por molesto que estés, que hagas un esfuerzo sincero por escuchar y comprender la situación; si interfieres con insultos o amenazas solo lograrás que tu hijo se cierre y no confíe en ti. Al asumir una actitud receptiva que transmita tranquilidad ganarás su confianza. Por otra parte, el hecho de que él te confíe la situación no significa que está arrepentido o es consciente de la gravedad del asunto, justamente es allí donde inicia tu labor para hacerle comprender su falta y la necesidad de compensarla.
-
Háblale con respeto pero con firmeza. Se trata de mantener un diálogo con tu hijo, expresándole tus sentimientos y opiniones pero permitiendo que él también exprese los suyos. Preguntas como, ¿qué piensas de lo que hiciste?, ¿crees que es posible remediarlo?, ¿qué harás ahora?; le permitirán entender que sus actos conllevan consecuencias y que la responsabilidad de remediarlo es suya.
-
Dale alternativas. En lugar de castigar a tu hijo prohibiéndole tajantemente alguna actividad que le resulte atractiva, podrías ofrecerle alternativas que sugieran que todo depende de él; por ejemplo, decir “Creo que por ahora no será posible que uses tu computadora, pero una vez que hayas mejorado tus calificaciones podrás volver a utilizarla, así que, todo depende de ti”.
Advertisement -
No lo maltrates emocionalmente. Si ya las cosas han quedado claras y lograste que tu hijo se concientice de su error y lo compense, no es necesario recurrir a la indiferencia, a dejarle de hablar o a hacerlo en mala actitud, tampoco a recordarle a cada momento su falta. Si se ha hecho el trabajo en forma correcta, cuenta con que el aprendizaje ha quedado.
Lee en este artículo cómo guiar con amor a tus hijos -
Apóyate en la palabra de Dios. No temas disciplinar a tus hijos, pero hazlo con respeto y amor. La palabra de Dios dice, “Disciplina a tus hijos mientras haya esperanza; de lo contrario arruinarás sus vidas” (Proverbios 19:18).
Ora a Dios para que te dé sabiduría y te respalde con autoridad en la crianza de tus hijos.