5 mentiras y una verdad sobre la lactancia materna
A pesar de todo lo que nos digan sobre lo bueno, natural y normal que la lactancia es, siempre será una decisión muy íntima y personal hacerlo o no. Entérate de algunos mitos y verdades sobre este tema.
Emma E. Sánchez
Invariablemente, cada que escucho a las madres hablar de la lactancia y sus experiencias personales, primero me remito a la mía propia y luego a enterarme de las nuevas mentiras, razones, justificaciones y excusas para amamantar o no.
Desde mi perspectiva, creo que cada madre tienen una experiencia particular con la lactancia, inclusive con cada uno de sus hijos y que esta experiencia, con frecuencia, se ve afectada por factores externos: el esposo, la salud, el trabajo, la información que tenga a mano y su momento de vida. Por eso, debemos ser sumamente respetuosos —y tolerantes, si es necesario— ante una madre, porque solo ella sabe sus verdaderas razones para lactar o no.
A continuación te presentaré algunos mitos que para muchos siguen siendo verdades y que pueden llegar a afectar cómo será alimentado un bebé.
Los mitos
1. La leche materna para mi bebé : no es suficiente /no es nutritiva /le hace daño
Se ha comprobado que la leche que produce una madre es ideal para su hijo. Contiene lo que su pequeño necesita y se produce en las cantidades que el niño requiere. También se ha comprobado que la toma de leche materna puede ser a libre demanda del bebé, esto es cada que tiene hambre. También es cierto que poco a poco se pueden ir estableciendo horarios para alimentarlo. Es tu hijo y él te mostrará sus necesidades, desarrollo de sus capacidades y dominio de sí mismo.
A tu bebé solo puede hacerle daño tu leche si estas ingiriendo medicamentos, sustancias nocivas o si estás enferma. Si tienes dudas, habla con el pediatra. Mi tercera hija a los pocos días de nacida se puso de color zanahoria; se le hicieron estudios buscando el origen de esto, se revisó el hígado y otros órganos y todo estaba bien. Pero gracias a un médico muy observador, se detectó que su color era a causa mía: yo tenía una infección de la que nadie se había dado cuenta. Me medicaron, dejé de amamantar a mi pequeña y tan pronto lo hice, su color volvió a la normalidad. Luego, cuando el médico lo consintió, volví a alimentar a mi niña como si nada hubiera pasado. Si tienes dudas, consulta a tu médico y pediatra, por favor.
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2. Debo de tener una dieta mucho muy sana para poder ofrecer leche a mi hijo
No es cierto. Ten paciencia contigo misma, más que con el pequeño. Visitar a tu médico o nutriólogo puede ayudarte mucho a saber y sentirte más tranquila con respecto a la calidad nutricional de tu leche. Una alimentación regular, con suficiente agua y libre de alimentos nocivos —que a cualquiera le harían daño—, es más que suficiente para tu pequeño.
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3. Dar pecho al niño requiere de mucho tiempo y paciencia
Este es otro mito. Aprender a alimentar a tu bebé puede llevarte algo de tiempo al principio, pero una vez que tú y tu bebé hayan aprendido, alimentarlo solo requiere de organización. Si trabajas fuera de casa, existe la posibilidad de dejar tu leche lista en unas mamilas dentro del refrigerador.
4. Mi pezón es muy pequeño
Créeme, tu cuerpo está diseñado de tal manera, que está preparado para alimentar. Se requiere paciencia y a veces ayuda de una mujer con experiencia o de una enfermera capacitada para ayudarte a acomodarte, perder el miedo, el dolor o cualquier barrera física o emocional que pueda estarte limitando. El bebé instintivamente sabe qué debe hacer, deja que él te guie.
5. Solo es importante ofrecer al bebé el calostro
Esa primera leche, efectivamente, es muy valiosa. Es rica en nutrientes, al igual que la que vendrá después. Es importante que sepas que la composición de tu leche se transforma con el tiempo, según las necesidades de tu hijo. Repito: deja que él te guie.
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La verdad
La verdad es que tú quieras sinceramente amamantar a tu bebé. Que comprendas que es bueno para ti y para él, que tu leche es justamente la que él necesita y que tú estás capacitada para hacerlo.
La verdad es que si no deseas hacerlo, también está bien. Es tu decisión. Tú eres la madre y eres quien sabe qué es lo mejor para ti y tu hijo. No tienes que dar explicaciones o justificarte, muchísimo menos sentir culpa. Quienes te rodean deben aprender a respetar y aceptar, porque cada uno de nosotros es libre y responsable en cuanto a la crianza de sus hijos.
Una querida amiga una vez dijo: “No me digas qué hago mal, mejor ofrece tu ayuda y consejo. Y si no te lo pido, no me lo des por favor.”
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